Jos¨¦ Luis Val oy¨® gritar "ese es, ese es", cuando gir¨® la manivela para extraer el premio gordo
A las 11.42 horas se confirm¨® la premonici¨®n de Roberto, un ni?o de San Ildefonso cuyo sue?o era despedirse de los trece a?os y de la Educaci¨®n General B¨¢sica cantando el n¨²mero del gordo. Su compa?ero Jos¨¦ Luis trag¨® saliva para ganar tiempo cuando vio la bola de los 250 millones; luego bloque¨® con la mano el alambre para que Joaqu¨ªn S¨¢nchez no llegase a pinchar el n¨²mero, y dijo: ?Doscientos/ cincuenta/ millones/ de pesetas? en cuatro tiempos perfectamente se?alados. As¨ª terminaba una aventura que para los ni?os del colegio hab¨ªa empezado en septiembre, al final de las vacaciones, y para los ocupantes de la sala, d¨ªas o minutos antes; tal vez siempre.
A las 6.30, m¨¢s de cinco horas antes, Graciliano C¨®lliga, el jefe de internado, que tiene cincuenta a?os, aunque confiesa trece, levant¨® de la cama al equipo de veinticuatro cantores, ?veinte titulares y cuatro suplentes?, reparti¨® los. uniformes azules y dio unas ¨²ltimas instrucciones, sobre todo a los novatos, porque algunos, como Sergio Barbero o Roberto de Le¨®n, ya no las necesitar¨ªan. A pesar de la devoci¨®n con que les hizo las ¨²ltimas advertencias, no pudo terminar con las discusiones sobre el derby Madrid-Atleti, ?porque esta vez os lo hab¨¦is llevao?, dice Sergio, ?pero ya veremos qui¨¦n se lleva la Copa de Europa, y es que anda mucho listo por aqu¨ª sacando pecho por el tres a uno?. Y Graciliano consigue un armisticio y pone pilas nuevas a un peque?o transistor que luego se aplica a la oreja como si fuese una caracola.Menos gente que en 1979
A las 7.30, Graciliano sub¨ªa al autob¨²s detr¨¢s de los ni?os. Justo en ese momento llegan al sal¨®n de loter¨ªas Pity Alarc¨®n y Rolando G¨®mez de Elena, los locutores de Radio Nacional. Rolando, que ha transmitido quince extraordinarios, repasa la situaci¨®n de los presidentes de la mesa principal, el turno de delegados de interventor, el orden de los jefes de tabla y el n¨²mero de espectadores. Esta vez hab¨ªa venido menos gente que el a?o pasado. No obstante, all¨ª" en el palco del hemiciclo, chato y conventual, estaba Ana Mar¨ªa de Motta, administra dora del despacho de loter¨ªas ,de Reina Victoria, 2, junto a su hija Mar¨ªa Rosario y tres colegas, ?empe?adas, como yo, en saber lo antes posible si nos hemos portado con la clientela. Ya di el gordo en Navidades de 1978, y tengo fe en repetir suerte?.
Pasan minutos y alambres. Graciliano lleva puesta su caracola a bater¨ªas; avisa a los cuatro que van a relevar al equipo anterior, los cepilla y los mantiene junto a la puerta. Sergio Barbero y Enrique Polo, asistidos por Loranca y por Senra, se preparan. ?Yo ser¨¦ algo as¨ª como el centrocampista que reparte juego, ?vale??. Senra est¨¢ de acuerdo, pero Polo y Loranca son del Atleti. ?Ahora, cuando saquemos el gordo, que est¨¦n al tanto los fot¨®grafos, porque voy a dar un salto de los de gol por la escuadra?. Entran al sal¨®n. Ah¨ª est¨¢ la hinchada: ni?os en primera fila, se?oras atentas a sus filas de n¨²meros largas y apretadas como breviarios ?Son las loteras?, comenta Sergio. Llega Juan Jos¨¦ G¨®mez, un viejo jugador, que observa los alambres; hay en sus ojos un brillo num¨¦rico tenaz, en el que se combinan los ceros y la geometr¨ªa. Sergio tiene fe.
Pero de pronto le tiemblan las piernas, como si fuesen un segundo juego de alambres. Canta el n¨²mero y Polo canta el premio. Atenci¨®n: Polo hace un gesto con la mano. ? Ciento/ veinticinco/ millones/de pesetas?. Es el segundo. ?La medalla de plata, o el subcampeonato, y no est¨¢ mal, creo yo; ?ver dad, Polo? ?.
100.000 pesetas se jug¨® El Fary
Llegan y llegan se?oras suavemente vestidas con sus abrigos de pieles. Llegan El Fary, que se ha jugado m¨¢s de 100.000 pesetas y un elep¨¦ en el que ha depositado toda su confianza, y Juli¨¢n, una vieja gloria de diecisiete a?os que cant¨® dos gordos a su paso por el colegio, y no llega el 60076.
Y llega Jos¨¦ Luis Val, repas¨¢ndose la raya del pelo con un peine azul. La alineaci¨®n completa es Jos¨¦ Luis, Roberto, Jorge Juan Ballesteros, de doce a?os, y Joaqu¨ªn S¨¢nchez, de trece. Van a entrar en la s¨¦ptima tabla. Jorge Juan extraer¨¢ los n¨²meros que cantar¨¢ Joaqu¨ªn, y Jos¨¦ Luis, los premios que cantar¨¢ Roberto. En el ¨²ltimo momento, Jos¨¦ Luis se vuelve hacia la concurrencia y dice: ?El gordo lo cantamos nosotros?. Y corre hacia los bombos.
La bola del premio "gordo" sali¨® exactamente a las11.42
A las 11.42 gir¨® la manivela del bombo chico, justo cuando Jos¨¦ Luis separaba el 60076. ?Entonces o¨ª que alguien dec¨ªa en la sala: "Ese es, ese es". Hab¨ªa tenido una segunda premonici¨®n, la de que el n¨²mero terminar¨ªa en uno, tres o cinco. Pero estoy seguro de que en la sala alguien grit¨® dos veces, y muy clarito: "Ese es". Y dije: "Aqu¨ª est¨¢". Cuando Roberto cant¨® "Doscientos cincuenta millones" pens¨¦ que ya hab¨ªa o¨ªdo eso en alguna parte?. En mitad de la ovaci¨®n, Roberto, maduro como un ni?o eterno, pide ?que los agraciados sean muchos y, a ser posible, pobres?. La sala comienza a vaciarse en mitad de los aplausos; hay rel¨¢mpagos y miradas geom¨¦tricas en el hemiciclo, pasan nuevamente se?oras con abrigos de pieles; pasan jugadores fracasados y falsos videntes. Dice Jos¨¦ Luis que cuan do sea mayor quiere ser auxiliar administrativo, y dice Graciliano que cuando sea peque?o quiere ser ni?o de San Ildefonso.
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