La depuraci¨®n del Ej¨¦rcito iran¨ª, causa principal de la continuidad de la guerra
?Vosotros, Occidente, siempre hab¨¦is cre¨ªdo que Ir¨¢n era ¨²nicamente un enorme campo petrol¨ªfero donde satisfacer vuestra codicia. Por eso nunca os ha importado nuestro pueblo, sus costumbres y sus sufrimientos. Nunca llegar¨¦is a entender casi nada de nuestra revoluci¨®n ni del Islam?. Esta frase, en boca de un joven funcionario del Ministerio iran¨ª de Orientaci¨®n, resume la visi¨®n que las autoridades de la "Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n atribuyen a los pa¨ªses occidentales sobre su pa¨ªs.?Esto se ha acabado. Nuestra meta es el Islam no el petr¨®leo. Si las cosas se pusieran muy mal, Al¨¢ no lo quiera, dinamitar¨ªamos nuestros pozos. El mundo predador de los pa¨ªses desarrollados recibir¨ªa la lecci¨®n que se merece por su pol¨ªtica sat¨¢nica contra nuestro pueblo y todos los pueblos del Tercer Mundo?.
Estas opiniones ejemplifican el criterio m¨¢s extendido entre los cuadros isl¨¢micos iran¨ªes, para quienes la guerra entre Irak e Ir¨¢n ha sido inducida directamente por Estados Unidos, con la aquiescencia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, para truncar la revoluci¨®n isl¨¢mica.
Sin embargo, los principales l¨ªderes isl¨¢micos saben de la fuerza que el poder¨ªo petrolero les otorga ante el mundo y encaran la guerra contra Irak con la convicci¨®n de que no les faltar¨¢n aliados, incluso occidentales, si el rumbo de la guerra adoptara un sesgo peligroso para su revoluci¨®n. En base a ello, despu¨¦s del primer mes de guerra, decenas de negociadores de pa¨ªses europeos y de Extremo Oriente, a trav¨¦s de personas interpuestas o bien directamente, comenzaron fren¨¦ticamente a gestionar apoyos econ¨®micos, l¨ªneas de cr¨¦dito, incluso ayuda b¨¦lica a Teher¨¢n.
Una silenciosa procesi¨®n
Para el r¨¦gimen del im¨¢n Jomeini, los problemas derivados del armamento o de la necesidad de dotaciones tecnol¨®gicas siempre han tenido una posible soluci¨®n. Ofertas no han faltado y, con cierta jactancia, los dirigentes iran¨ªes observaban c¨®mo los Gobiernos que con mayor virulencia criticaron en un principio la revoluci¨®n de los mullahs acud¨ªan ahora a Teher¨¢n en procesi¨®n silenciosa para satisfacer su ?codicia sat¨¢nica de petr¨®leo?.
Los problemas estaban y est¨¢n en el interior, en el modo de conducir la guerra y en c¨®mo enfrentarla, en el tipo de guerra que hay que desplegar para expulsar a las tropas iraqu¨ªes de sus territorios del Juzest¨¢n y del frente norte, a lo largo de los casi quinientos kil¨®metros de frontera com¨²n donde se desarrollan los combates.
A mediados de octubre, cuando se iniciaba la ofensiva iraqu¨ª, de la, cual result¨® el asedio de Abad¨¢n y la ca¨ªda de Jorranishar en manos de Irak, los periodistas occidentales que visitaron el frente en la ?ciudad ensangrentada? no vieron un solo soldado regular del Ej¨¦rcito de Tierra. El frente terrestre en Jorramshar, el punto de mayor ?mportancia de la guerra, entonces, estaba ¨²nicamente defendido por j¨®venes guardias isl¨¢micos ?pasdar¨¢n?, muchos de ellos de quince o diecis¨¦is a?os, que, pese a su bravura, no pudieron resistir todas las ofensivas del Ej¨¦rcito iraqu¨ª y sucumbieron bajo la artiller¨ªa o los carros de combate pocos d¨ªas despu¨¦s.
?C¨®mo la responsabilidad de un frente de esta importancia se da a unos j¨®venes armados casi exclusivamente con metralletas y pistolas, pose¨ªdos ciertamente de una moral extraordinaria, pero incapaces de resistir con esl¨®ganes isl¨¢micos una oleada de carros de combate?, se preguntaban los observadores. La respuesta oficial que se daba era que Ir¨¢n ?no puede permitir que una divisi¨®n del Ej¨¦rcito de Tierra sufra el bombardeo constante de la artiller¨ªa enemiga. Jorramshar es una ciudad f¨¢cil de reconquistar, y conviene limitar las p¨¦rdidas?.
Esta respuesta, llena de implicaciones, ocultaba un hecho real. Gran parte de los dirigentes isl¨¢micos, sobre todo los fundamentalistas, impusieron la presencia de los ?pasdar¨¢n? en aquel frente. La confianza en la moral de los j¨®venes revolucionarios -o la desconfianza en la moral del Ej¨¦rcito regular, purgado en sus cuadros por la revoluci¨®n isl¨¢mica- llev¨® a depositar en un principio la responsabilidad de la primera l¨ªnea de fuego en los bravos ?pasdar¨¢n? y a darle a la guerra un sesgo guerrilliro y un car¨¢cter popular-revolucionario.
?Lo que hab¨¦is hecho con el Ej¨¦rcito de Tierra es imperdonable?, dec¨ªa, poco despu¨¦s de la ca¨ªda de Jorramshar en, manos iraqu¨ªes, el presidente iran¨ª, Abolhassan Banisadr, a los l¨ªderes fundamentalistas isl¨¢micos, a prop¨®sito de las depuraciones del Ej¨¦rcito. ?La guerra debe ser dirigida por los que saben de guerra, y los que no entienden deben quedar al margen?, apuntaba el im¨¢n Jomeini al poco.
A primeros de noviembre, siguiendo una indicaci¨®n del im¨¢n Jomeini -?hay que romper el cerco de Abad¨¢n?, dijo entonces-el ayatollah Jaljali desplegaba una ofensiva contra el Ej¨¦rcito de Irak para romper este asedio. El intento cost¨® mil bajas entre los ?pasdaranes?, y no quebr¨® el cerco, seg¨²n fuentes iran¨ªes. Este hecho provoc¨® la c¨®lera entre los colaboradores del presidente Banisadr, comandante en jefe de las fuerzas armadas y partidario desde el principio de la contienda de profesionalizar al m¨¢ximo la respuesta b¨¦lica de Ir¨¢n.
Hasta el momento no parece que en el Juzest¨ªn este prop¨®sito de Banisadr haya resultado del todo viable. La eficacia del Ej¨¦rcito de Tierra, el arma m¨¢s d¨¦bil de las fuerzas armadas iran¨ªes, como ha reconocido repetidamente Banisadr, ha quedado en entredicho en las l¨ªneas de vanguardia cuando ha sido probada, si bien el papel desempe?ado en la contenci¨®n de la ofensiva iraqu¨ª por parte de algunos destacamentos situados en retaguardia o por el cuerpo de helic¨®pteros dependiente del Ej¨¦rcito de Tierra ha sido relevante.
Arabes y persas
Hay que a?adir adem¨¢s que en el Juzest¨¢n los resquemores de una secesi¨®n contra el Gobierno central de Teher¨¢n no han desaparecido. La poblaci¨®n juzestana es mayoritariamente ¨¢rabe, no persa. Pese a que la revoluci¨®n isl¨¢mica concentr¨® gran parte de sus esfuerzos en erradicar las rivalidades entre persas y ¨¢rabes, entre ambos existe un rechazo palpable en el que se conjugan factores ¨¦tnicos, culturales y sociales. Socialmente peor situados en la cadena productiva, con una cultura diferencial y abiertamente distinta de la de los persas, el Islam es el ¨²nico v¨ªnculo real entre unos y otros.
Ello explicar¨ªa la actitud de los fundamentalistas de depositar la responsabilidad militar en el Ej¨¦rcito irregular de los pasdaranes, fuertemente islamizado e ideol¨®gicamente sin graves fisuras. ?Pero el Islam desarmado, o desorganizado, no puede ganar una guerra?, aseguraba en Teher¨¢n un funcionario moderado, partidario del poder laico.
No obstante, las fuerzas armadas iran¨ªes parecen haber detenido la ofensiva terrestre y para el Ej¨¦rcito de Irak va a resultar muy dif¨ªcil mantener por m¨¢s tiempo las posiciones que ocupan, cada vez m¨¢s t¨ªmidamente, en la zona del frente que abarca desde Ilam hasta Qasr e Shrim, en el confin del Kurdist¨¢n.
La aviaci¨®n iran¨ª ha cosechado grandes triunfos a lo largo de la guerra, y las contradicciones, graves, registradas en el arma terrestre no han tenido apenas resonancia en la fuerza a¨¦rea, mucho menos afectada por las depuraciones en la primera fase revolucionaria.
En cuanto a la Marina, la supremac¨ªa iran¨ª sobre el golfo P¨¦rsico, en el que Ir¨¢n cuenta con unos 2.000 kil¨®metros de costas frente a las pocas decenas costeras iraqu¨ªes, resulta evidente. Desde Abad¨¢n hasta la salida del P¨¦rsico en el mar de Om¨¢n, Ir¨¢n cuenta con una flota muy superior a la iraqu¨ª y la posesi¨®n de las tres islas de Ab¨² Mussa, Gran Tomb y Peque?a Tomb, verdaderas llaves del P¨¦rsico, refuerza esta supremac¨ªa iran¨ª grandemente.
El intento de un desembarco iraqu¨ª en estos enclaves, incluso en las tres peque?as islas que aprietan la garganta del golfo P¨¦rsico en su salida hacia el Indico, se presenta como una aventura militar sin garant¨ªa alguna de ¨¦xito. Otra cosa es que alguna de las flotas que patrulla por el Indico, desde la norteamericana a la sovi¨¦tica, pasando por la francesa, la brit¨¢nica o los nav¨ªos neozelandeses y australianos que surcan las no lejanas aguas del Indico, lleguen a desempe?ar un papel militar directo -hoy s¨®lo disuasorio- en un eventual desplazamiento del eje de la guerra hacia el mar. El eje b¨¦lico es hoy terrestre, sobre el Juzest¨¢n, al Sur, y sobre el conf¨ªn kurdo, al Norte de la frontera com¨²n.
En el Kurdist¨¢n, cuyo ¨¢mbito se extiende entre Irak e Ir¨¢n, el entramado pol¨ªtico que hay detr¨¢s de la guerra parece haber demorado un desenlace m¨¢s r¨¢pido. Teher¨¢n acariciaba desde el comienzo de la contienda la idea de introducir una cu?a en el Kurdist¨¢n iraqu¨ª, estimulando a la guerrilla kurda para que hostigara a Irak en el Norte.
La operaci¨®n, que nunca lleg¨® a consumarse de modo completo, ten¨ªa por objeto distraer del Juzest¨¢n iran¨ª, ocupado por varias divisiones de infanter¨ªa iraqu¨ª, y debilitar al enemigo en el frente sur.
Empero, en el Kurdist¨¢n iran¨ª hay un sector importante de la resistencia que se muestra partidario de pivotar sobre Irak, contra Ir¨¢n, para conseguir o, mejor, forzar a Teher¨¢n a concederles lo que la revoluci¨®n iran¨ª, y posteriormente la Constituci¨®n isl¨¢mica, les neg¨®, es decir, un estatuto nacional auton¨®mico.
Todos los observadores coinciden en que la neutralidad ante esta guerra favorecer¨ªa a la causa auton¨®mica kurda en mayor medida que la beligerancia en alguno de los dos bandos, ninguno de los cuales ha sabido dar soluciones pol¨ªticas satisfactorias para este pa¨ªs diferente, a caballo entre los dos enemigos contendientes y con motivos similares para permanecer a su vez enemistado con Teher¨¢n y Bagdad.
Adem¨¢s, los l¨ªderes kurdos conocen perfectamente el inter¨¦s que para las potencias tiene su causa. El Kurdist¨¢n flota tambi¨¦n sobre petr¨®leo.
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