Europa, tema prioritario de la pol¨ªtica exterior espa?ola
El frenazo que el presidente de Francia, Valery Giscard. d'Estaing, impuso al proceso de integraci¨®n de Espa?a en las Comunidades Europeas ha constituido el fracaso m¨¢s estrepitoso de la pol¨ªtica exterior espa?ola en 1980. Los bandazos y el desconcierto administrativo de la acci¨®n exterior espa?ola, sumados a la inestabilidad pol¨ªtica y econ¨®mico-social de la Pen¨ªnsula, facilitaron la insolidaridad de la Europa comunitaria, sumida, por su parte, en ambiciosas reformas de sus pol¨ªticas agr¨ªcola y presupuestaria y v¨ªctima de las tensiones electorales de pa¨ªses como Francia, que antepuso sus comicios presidenciales al desarrollo de la incorporaci¨®n de la Espa?a democr¨¢tica en la CEE.Los bandazos de la pol¨ªtica exterior no han terminado todav¨ªa, a pesar de que la tentaci¨®n de la observaci¨®n permanente en el marco de los no alineados parece sustituida por una m¨¢s clara voluntad gubernamental en favor del ingreso de Espa?a en la OTAN, para antes del final de la presente legislatura, lo que supone aceptar, desde ahora, la idea de que Espa?a estar¨¢ incorporada al Tratado del Atl¨¢ntico Norte antes que al Tratado de Roma, independientemente de los actos protocolarios de sus firmas.
En el palacio de Santa Cruz no encuentran el punto medio de las especiales relaciones de Espa?a con los distintos grupos de pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, siguen sin definir el papel de Madrid en sus tensas relaciones con el norte de Africa y mantienen el anacronismo del no reconocimiento de Israel como ¨²nica genialidad en las privilegiadas relaciones con los pa¨ªses ¨¢rabes productores de petr¨®leo. Las relaciones con los vecinos, Francia, Marruecos y Portugal, casi no pueden ser peores o menores, el problema de Gibraltar permanece estancado desde el acuerdo de Lisboa y se mantiene el desconcierto ante la negociaci¨®n de un nuevo tratado con Estados Unidos, que se supone deber¨¢ articularse en la perspectiva OTAN y con la Administraci¨®n Reagan.
Un horizonte este nublado y pendulante, plagado de viajes oficiales y de visitas de cortes¨ªa, enmara?ado de congresos internacionales y de conferencias, como la l¨¢nguida CSCE (en la que el papel anfitri¨®n de Espa?a ha quedado no pocas veces en entredicho por veleidades atl¨¢nticas apresuradas) y sumido en el desconcierto administrativo de la gesti¨®n exterior del Estado y en la renuncia por intrigas, al principio de la unidad de la acci¨®n exterior.
El fracaso europeo
La causa esencial del desconcierto pol¨ªtico y administrativo de esta pol¨ªtica est¨¢ en el fracaso de la diplomacia espa?ola ante la opci¨®n europea, La candidatura presentada en julio de 1977, un mes despu¨¦s de las primeras elecciones generales, goz¨® de la improvisaci¨®n y careci¨® de todo estudio previo o an¨¢lisis compartido de Espa?a. con los nueve para planificar en un marco realista el proceso de integraci¨®n hispana en la CEE. A partir de aqu¨ª vinieron los viajes, que no cesan, y un permanente parche¨® en esta pol¨ªtica que naci¨® en el palacio de Santa Cruz y que le fue sustra¨ªda completamente al Ministerio de Asuntos Exteriores, por necesidades de reajuste ministerial de los dirigentes de UCD. Leopoldo Calvo Sotelo fue nombrado mister Europa, acapar¨® toda la responsabilidad del tema y le quit¨® a Exteriores su primera y m¨¢s importante iniciativa pol¨ªtica: la CEE. Esta desconexi¨®n de la unidad exterior del tema europeo tuvo sus consecuencias administrativas, como lo recuerdan el baile de los Mystere que Calvo Sotelo y Oreja protagonizaron. en febrero de 1979, en el acto de apertura de las negociaciones, y perdura entre P¨¦rez-Llorca y Punset, como lo ha demostrado el intento del ministro catal¨¢n de introducirse en los circuitos telegr¨¢ficos de las embajadas de Espa?a en las nueve capitales. Pero, para colmo de la confusi¨®n vigente, resulta ahora que el llamado Consejo Coordinador de la CEE, que deber¨ªa presidir el ministro de Exteriores, no funciona ni funcion¨® nunca, y en su lugar opera la Comisi¨®n Delegada de Asuntos Econ¨®micos coordinando las posiciones negociadoras, de nuevo, bajo el control absoluto del vicepresidente Calvo Sotelo.
Unidad exterior
El tema europeo debe volver o subordinarse al palacio de Santa Cruz bajo la ¨²nica direcci¨®n del ministro de Asuntos Exteriores. Esta es solamente la imagen que Espa?a debe dar fuera porque, de lo contrario, el jefe de la diplomacia hispana deber¨¢ abandonar su tarea m¨¢s fundamental que es la europea y perderse en viajes y devaneos atl¨¢nticos, no alineados, ¨¢rabes y latinoamericanos, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca.
intentando inventar una peculiaridad imposible al margen de la dimensi¨®n europea de Espa?a.
Una vez recuperada por Exteriores la iniciativa, el Gobierno debe centrarse en la cuesti¨®n europea esperando el resultado de las reformas agr¨ªcolas y presupuestarias que la CEE tiene previstas para 1981 y renunciando a toda tentaci¨®n negociadora ?para ganar tiempo?, por los riesgos reales de concesiones previas que ello comporta. Basta ver c¨®mo la CEE, en un alarde de generoso reconocimiento de Espa?a como pa¨ªs candidato, a¨²n no cerr¨® la llamada visi¨®n de conjunto (cosa que debi¨® hacer en el pasado mes de junio y que mantiene abierto el tema de la pesca), bloquea la negociaci¨®n agr¨ªcola y nos machaca en cuestiones sectoriales como las textiles y sider¨²rgicas.
Y, mientras tanto, el nuevo mister Europa dedicado a pron¨®sticos de calendario y al cultivo de su imagen con sus asesores especiales y dando conferencias p¨²blicas y privadas en un intento de justificar un departamento que debe depender de Exteriores y que dirige t¨¦cnicamente el vicepresidente Econ¨®mico. El se?or Punset ha vuelto a insistir en el peligroso tema de las fechas y habla del horizonte de 1984 (Calvo Sotelo lo situ¨® en 1983). Y si los temores electoralistas con Francia tienen un peso real en este debate, en el que se minusvaloran las reformas comunitarias, el ministro catal¨¢n deber¨ªa rehacer sus c¨¢lculos; 1981 ser¨¢ a?o muy justo para las reformas intracomunitarias y sus adaptaciones consecuentes (como las que recaer¨¢n sobre la pol¨ªtica mediterr¨¢nea de la CEE), 1982, la fecha para culminar las negociaciones y para comenzar con la ratificaci¨®n de los Parlamentos de los diez -Grecia llega el 1 de enero pr¨®ximo a la CEE y trae para Espa?a obst¨¢culos nuevos para el cap¨ªtulo de agrios- y todo ello sit¨²a la ratificaci¨®n parlamentaria en v¨ªsperas de 1983, donde el ingreso de Espa?a en la CEE ser¨¢ tema de la campana electoral francesa en sus elecciones legislativas.
Es as¨ª que 1981 se presenta como una etapa clave para el proceso de incorporaci¨®n de Espa?a en la CEE. Una fecha en la que urge una actitud pol¨ªtica decidida y ofensiva de las fuerzas pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales, coordinadas bajo la unidad de acci¨®n exterior y encaminadas a forzar la presencia de Espa?a en el proceso pol¨ªtico europeo e, incluso, a participar m¨¢s o menos directamente en las reformas intracomunitarias que tanto nos han de afectar. Aqu¨ª deben colaborar partidos pol¨ªticos, sindicatos, empresarios y cuantas organizaciones pol¨ªticas de prestigio, como el Movimiento Europeo -en el que Espa?a ha conseguido una importante presencia-, puedan presionar sobre el Consejo de Ministros de los diez para que se cumpla la vocaci¨®n continental con la que fue dibujada la Europa pol¨ªtica y federal, que apenas llega pero que cada vez es m¨¢s imprescindible, sobre todo en plena era Reagan.
Una Europa en construcci¨®n, v¨ªctima de la crisis econ¨®mica internacional y de su dependencia energ¨¦tica exterior, que apenas consigue avanzar por la senda de su identidad pol¨ªtica y que en el curso del a?o entrante se juega su supervivencia institucional ante el nuevo reparto de las cargas presupuestarias de los diez y la reorganizaci¨®n de su sector agr¨ªcola. Un ambicioso proyecto pol¨ªtico en cuya realizaci¨®n deber¨¢ incrustarse Espa?a, apoyada en una acci¨®n exterior firme y uniforme y en una voluntad pol¨ªtica de los pa¨ªses comunitarios que quede al margen de toda sospecha sobre la utilizaci¨®n de la CEE con fines muy particulares.
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