Desorden auton¨®mico; desorden partidario
EL QUINTO congreso de los comunistas catalanes, que comienza el pr¨®ximo viernes, terminar¨¢ previsiblemente por consolidar la profunda brecha estrat¨¦gica abierta entre el PSUC y el PCE. En unas declaraciones previas al congreso, Antoni Guti¨¦rrez, secretario general del PSUC, ha venido a condenar las actitudes antisovi¨¦ticas de algunos comunistas y ha respaldado una suerte de frente popular catalanista, junto a socialistas, nacionalistas de Esquerra y otras fuerzas sociales opuestas al catalanismo conservador instalado en la Generalidad. Algunas precisiones hist¨®ricas y sociol¨®gicas son necesarias para entender estas declaraciones y lo que pueda deparar el V Congreso del PSUC.El PSUC nace cuatro d¨ªas despu¨¦s de la sublevaci¨®n de julio de 1936, con la fusi¨®n de la Uni¨® Socialista (una socialdemocracia catalanista), el Partido Catal¨¢n Proletario (versi¨®n avant la letrre de una especie de Euskadiko Ezkerra en Catalu?a), el PC de Catalu?a y la Federaci¨®n Socialista Catalana. Frente al hegem¨®nico anarcosindicalismo que encuadraba el proletariado de Catalu?a y ante los avatares de la guerra civil, el PSUC dio desde su nacimiento una imagen cierta de orden y de motivaciones catalanistas. A su vez, pasa a la Clandestinidad en 1939, exento del lastre pol¨¦mico que arrastr¨® el PCE por su protagonismo en la pol¨ªtica de la contienda.As¨ª, el PSUC recupera su legalidad en 1977, con una aceptaci¨®n entre la burgues¨ªa catalanista muy superior al cr¨¦dito que la burgues¨ªa del resto del Estado est¨¢ dispuesta a otorgar al PCE. Y mientras el aparato del PCE lleva a cabo denodados esfuerzos por ganar respetabilidad democr¨¢tica entre las clases medias, el PSUC -al margen de su electorado - no se siente necesitado de pasar ese examen. La direcci¨®n del PCE realiza un intento fallido, a trav¨¦s de los hombres de Jordi Sol¨¦ Tura, de grapar el comunismo catal¨¢n a la corriente radicalmente eurocomunista del PC del estado, y pierde la batalla ante un Antom Guti¨¦rrez que no es estalinista pero que tampoco se siente obligado a justificarse a base de condenas de la pol¨ªtica sovi¨¦tica, que no es un revolucionario ut¨®pico, pero que no tiene temor a plantear un frente popular como alternativa al frente, conservador que hizo honorable a Jordi Pujol. Esquem¨¢ticamente, podr¨ªa decirse que el comunismo catal¨¢n no se ha radicalizado, sino que el corrimiento hacia la derecha del PCE ha dejado deshuesado y desinhibido, por la izquierda, al comunismo de siempre del PSUC.
As¨ª las cosas, la crisis PCE-PSUC puede tener, a medio plazo, tanta importancia como los se¨ªsmos internos que remueven a los dos grandes partidos del Estado -UCD y PSOE-, y desde luego es, a corto plazo, m¨¢s grave que las querellas o malentendidos que desgarran a los nacionalistas vascos o a los socialistas de Andaluc¨ªa.La lentitud, improvisaci¨®n y hasta confusionismo que han adjetivado la puesta en pie de obra del Estado de las autonom¨ªas han tra¨ªdo estos Iodos. La renuncia, finalmente, de los grandes partidos a estructurarse federalmente ha primado el nacionalismo partidista en detrimento de las grandes opciones pol¨ªticas para todo el Estado. Una somera prospectiva arroja un panorama escasamente gratificante: un Gobierno central con fractura hacia su derecha; los socialistas, como primer partido de la oposici¨®n, en franca retirada perif¨¦rica, pese a la an¨¦cdota de las ¨²ltimas parciales al Senado; un Pa¨ªs Vasco gobernado por una derecha nacionalista primada indirectamente -por m¨¢s que lo sea a su pesar- por un movimiento separatista y terrorista; una Galicia pol¨ªticamente ¨¢tona que se desentiende de su propio refer¨¦ndum auton¨®mico y que presumiblemente quedar¨¢ escindida, como de costumbre, entre el caciquismo centralista y el nacionalismo a ultranza; una Andaluc¨ªa a repartir entre cuatro partidos que se superponen artificialmente (PSOE-PSA, UCD-Unidad Andaluza), y una Catalu?a que podr¨ªa quedar escindida electoralmente en frentes conservador y popular. El resto es oportunismo o "caf¨¦ para todos" del que es fiel reflejo esa supuesta necesidad de levantar la autonom¨ªa de Madrid; y todo es una considerable migra?a.
En la carrera de improvisaciones del Estado auton¨®mico, lo peor no son los consensos con freno y marcha atr¨¢s que han protagonizado la mayor¨ªa de los partidos con representaci¨®n parlamentaria. Ya empieza a ser m¨¢s preocupante el desorden interno de cada partido en relaci¨®n con el fin ¨²ltimo de su pol¨ªtica ante ese Estado de las autonom¨ªas. Una descompensaci¨®n pol¨ªtica menos grave que la que aqu¨ª -a lo peor, un punto catastrofisticamente- se apunta llev¨® a Companys a sublevarse, el 6 de octubre de 1934, contra un Gobierno central de coalici¨®n derechista, y a una fracci¨®n socialista, a promover la desesperada intentona de Asturias. No es verdad que quienes olvidan la Historia est¨¦n condenados a volver a vivirla, pero el pasado hist¨®rico siempre ofrece ense?anzas, reflexiones y motivos para la correcci¨®n.
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