Consideraci¨®n de Quebec desde Catalu?a
Jane Jacobs, conocida ensayos de sociolog¨ªa urban¨ªstica, acaba de publicar un libro sobre Quebec y su lucha por la soberan¨ªa: The Question of Separatism (Nueva York: Random House, 1980). Leyendo este sugestivo ensayo de Jacobs, con el cual demuestra palpablemente que, aun siendo canadiense angl¨®fona, entiende en profundidad el problema quebequ¨¦s, no he podido evitar la comparaci¨®n entre lo que sucede en el Canad¨¢ y nuestra particular aventura hacia el Estado de las aunom¨ªas.Ya a nivel de debate, las diferencias son notables: el af¨¢n de Jacobs por desdramatizar algo esencialmente tan traum¨¢tico como es la eventual separaci¨®n de Quebec de la confederaci¨®n canadiense -a, pesar de que el refer¨¦ndum de mayo pasado haya, de momento, aplazado esa posibilidad- ser¨ªa, sin duda, tenido por ?alta traici¨®n? en nuestras latitudes. De poco servir¨ªa recordar, como lo hace la misma autora, que Noruega sesepar¨® pac¨ªficamente de Suecia en pleno siglo XX (1905) y que, en la actualidad, ambos pa¨ªses mantienen estrechos lazos de colaboraci¨®n en pr¨¢cticamente todos los campos. Lo que ocurre es que Jane Jacobs hace gala de un genuino talante liberal, llevado a sus ¨²ltimas consecuencias, esto es, reconociendo incluso el derecho de autodeterminaci¨®n de los pueblos, algo que en Espa?a no puede ni siquiera mencionarse.
No es este, sin embargo, el tema de que quer¨ªa ocuparme en relaci¨®n con la crisis de Quebec, sino del papel que ha jugado en la misma el conflicto ling¨¹¨ªstico. Seg¨²n subraya la propio Jacobs, el problema de fondo del nacionalismo quebequ¨¦s es cultural y ling¨¹¨ªstico, problema que ofrece numerosas concomitancias con el nacionalismo catal¨¢n. En efecto, el peligro de extinci¨®n que se cierne sobre el franc¨¦s en el Canad¨¢, frente a la impetuosa expansi¨®n del ingl¨¦s -cuya omnipresencia en Am¨¦rica del Norte es casi absoluta-, fue el detonante del r¨¢pido desarrollo del independentismo quebequ¨¦s desde la d¨¦cada de 1960.
No es casual, pues, que cuando el Parti Qu¨¦becois gan¨® las elecciones de 1976 en el parlamento aut¨®nomo se preoc apara inmediatamente de promulgar la Carta de la Lengua Francesa (1977), destinada a sustituir la ley sobre la Lengua Oficial vigente desde hac¨ªa tan s¨®lo tres a?os (1974). ?Es que la.ley de 1974 -podr¨¢ preguntarse el lector- ofrec¨ªa muy pocas garant¨ªas al desarrollo del franc¨¦s? Desde luego, a simple vista, parece que no, pues la ley de 1974- estableci¨® para Quebec el uso oficial exclusivo del franc¨¦s, aunque reconociendo derechos l¨ªng¨¹¨ªsticos a la minor¨ªa angl¨®fona.
Sin embargo, seg¨²n parece, las garant¨ªas que la ley de 1974 reconoc¨ªa a los angl¨®fonos eran aprovechadas abusivamente por algunos sectores no quebequeses. As¨ª, por ejemplo, las grandes empresas canadienses o multinacionales que operan en Quebec se negaban al empleo del franc¨¦s; en los altos niveles de direcci¨®n y pon¨ªan trabas a la promoci¨®n social de los quebequeses que se acog¨ªan a su leg¨ªtimo derecho de practicar el franc¨¦s en su casa.
Por dichas razones, la Carta de 1977, que en primera lectura puede parecer excesivamente ordenancista, dedica toda su atenci¨®n a evitar las resistencias ?estructurales? al proceso de francizaci¨®n. Y as¨ª cuida de que la presencia del franc¨¦s est¨¦ asegurada en ¨¢mbitos del uso p¨²blico, anteriormente no muy especificados (administraci¨®n, se?alizaci¨®n, empresas, sindicatos, ense?anza), mientras que no insiste tanto en otros ¨¢mbitos, zomo el de los medios de comunizaci¨®n (radio, televisi¨®n, Prensa, cine, teatro).
En mi opini¨®n, en Catalu?a nos encontramos, a nivel sociocultural, en una situaci¨®n quiz¨¢ comparable a la que en, los a?os sesenta exist¨ªa en Quebec. Entonces, la preocupaci¨®n por la supervivencia del franc¨¦s ten¨ªa un car¨¢cter todav¨ªa minoritario, pero poco tiempo despu¨¦s. el problema tom¨® unas dimensiones de masas y el proceso de normalizaci¨®n se hizo imparable. En Catalu?a, ¨¦ste ¨²ltimo a?o, ha habido fuertes pol¨¦micas sobre el futuro del catal¨¢n -incierto para unos, recuperable para otros-, pero todo el mundo ha estado de acuerdo en que deben tomarse urgentes medidas para promover su desarrollo. No debe extra?arnos, pues, que el Parlamento de Catalu?a est¨¦ elaborando, en estos momentos, una ley sobre la Normalizaci¨®n del Catal¨¢n, que haga realidad la declaraci¨®n del Estatuto de Autonom¨ªa (?la lengua propia de Catalu?a es el catal¨¢n?), en cuanto a su car¨¢cter oficial espec¨ªfico (?el idioma catal¨¢n es el oficial de Catalu?a, as¨ª como tambi¨¦n lo es el castellano, oficial en todo el E Estado espa?ol?) y en cuanto a la plena igualdad jur¨ªdica de ambos idiomas.
Son todav¨ªa muchos los espai¨ªoles a quienes les cuesta entender el empe?o de los catalanes por la plena normalizaci¨®n socioling¨¹¨ªstica de su lengua. En ciertos sectores liberales y de izquierdas se cree incluso que este empe?o es privativo del nacionalismo conservador, lo cual es un grave error, ya que todas las fuerzas pol¨ªticas presentes en el Parlamento aut¨®nomo (CiU, PSC, PSUC, CC-UCD, ERC y, con algunos matices, PSA) se han manifestado favorables a la recuperaci¨®n p¨²blica del catal¨¢n. En este contexto adquiere todo su valor el llamamiento a la solidaridad de todos los espa?oles que desde estas mismas p¨¢ginas lanzara Aina Moll, actual directora general de Pol¨ªtica Ling¨¹¨ªstica de la Generalidad de Catalu?a (v¨¦ase EL PAIS, 3-10-1980).
Existen, pues, indicios de que en Catalu?a, como ocurriera hace algunos a?os en Quebec, el movimiento por la plena normalizaci¨®n de la lengua catalana est¨¢ tomando unas nuevas dimensiones, al ser asumido por sectores cada vez m¨¢s amplios de la poblaci¨®n. ?Tendremos la suerte, como los quebequeses, de encontrar en la administraci¨®n central la comprensi¨®n necesaria para satisfacer estas leg¨ªtimas aspiraciones?
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