Las irregularidades de una crisis
LA INESPERADA dimisi¨®n como presidente del Gobierno presenta, como primera irregularidad, la total oscuridad de su discurso de despedida acerca de las razones pol¨ªticas que le han llevado a tan grave decisi¨®n. Es descartable, desde luego, que una crisis personal o un fuerte stress sean los motivos de la retirada de Adolfo Su¨¢rez, en cuyo caso ser¨ªan los psic¨®logos o los confesores, y no los analistas pol¨ªticos, los encargados de pronunciarse sobre el asunto. Un somero repaso de la biograf¨ªa de este avezado pol¨ªtico, orientado hacia el poder desde su primera juventud, acostumbrado a tragar carros y carretas en su lento, pero irresistible, ascenso hacia la c¨²pula del Estado y dotado de esa frialdad de car¨¢cter y esa capacidad de encaje indispensables para el duro oficio de profesional de la pol¨ªtica, mueven a arrinconar la hip¨®tesis psicol¨®gica a un ¨²ltimo plano.Adolfo Su¨¢rez, ganador de las elecciones generales de marzo de 1979, hab¨ªa superado las pruebas del Pleno de censura y del Pleno de confianza, hab¨ªa comprometido a los barones en su Gobierno de concentraci¨®n centrista del mes de septiembre y hab¨ªa logrado tard¨ªos, pero seguros, ¨¦xitos en la negociaci¨®n de la polic¨ªa aut¨®noma y los conciertos econ¨®micos con el Gobierno vasco. Aunque la fronda del sector cr¨ªtico hab¨ªa desafiado vigorosamente su liderazgo, se daba por descontado su desahogado triunfo en el II Congreso de UCD. La situaci¨®n general del pa¨ªs era mala, pero no peor que en meses anteriores; y aunque la extensi¨®n del paro es altamente preocupante, mucho nos tememos que la pol¨ªtica econ¨®mica alternativa dentro de UCD s¨®lo pudiera conseguir, a corto y medio plazo, un crecimiento todav¨ªa mayor del desempleo. Es cierto que las espectaculares derrotas de UCD en Andaluc¨ªa, el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a a lo largo de 1980 rubricaron el fracaso de la estrategia auton¨®mica del centrismo, en cuya elaboraci¨®n e instrumentaci¨®n, sin embargo, participaron, adem¨¢s de Adolfo Su¨¢rez, otros muchos dirigentes, de dentro y de fuera del sector cr¨ªtico. En cuanto al terrorismo, la idea de que la sustituci¨®n del presidente del Gobierno puede acabar de la noche a la ma?ana con las bandas armadas o es pura demagogia o esconde el prop¨®sito de ofrecer una alternativa de ocupaci¨®n militar o guerra sucia en el Pa¨ªs Vasco.
El discurso de despedida de Adolfo Su¨¢rez por televisi¨®n no ha dejado transparentar ni una sola raz¨®n pol¨ªtica de su decisi¨®n. Pero esta primera anomal¨ªa est¨¢ acompa?ada de una segunda irregularidad m¨¢s grave: el car¨¢cter extraparlamentario del origen, desarrollo y conclusi¨®n de una crisis de Gobierno que amenaza con transformarse en una crisis de las instituciones. La pantalla de televisi¨®n es un lugar adecuado para anunciar productos comerciales, transmitir espect¨¢culos cinematogr¨¢ficos o deportivos y comunicar noticias, pero no es el ¨¢mbito para que un presidente del Gobierno haga p¨²blica su dimisi¨®n. Aunque sea el Rey quien formalmente designe o cese al jefe del Gobierno, los diputados que lo han elegido tienen el m¨ªnimo derecho de cortes¨ªa de recibir tambi¨¦n su renuncia.
Desde casi comienzos del ver¨ªno, la pol¨ªtica espa?ola ha vivido un enfermizo clima de conspiraciorjes de pasillo y de maniobras extramuros del Congreso, m¨¢s propio de la corte de los milagros de la Espa?a rural decimon¨®nica que de la Monarqu¨ªa parlamentaria de una sociedad moderna. En m¨¢s de una ocasi¨®n tuvimos oportunidad de se?alar, a lo largo de esos meses. que la consolidaci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas exig¨ªa, ante todo y sobre todo, el m¨¢s escrupuloso respeto tanto de los resultados electotales, entre una convocatoria y otra, como de las normas escritas y los usos universalmente aceptados de un sistema parlamentario de gobierno. Si el presidente Su¨¢rez hubiera ca¨ªdo a consecuencia de un debate en el Congreso, en torno a una moci.Sn de censura o de confianza, los espa?oles conocer¨ªamos hoy las causas y las razones de la crisis. Pero esta dimisi¨®n trufada de presagios y rumores nos ha devuelto a la m¨¢s rancia tradici¨®n de inestabilidad pol¨ªtica decimon¨®nica. A los dos a?os de vigencia de la Constituci¨®n se inaugura as¨ª la saga de los presidentes que no acaban sus mandatos y que se retiran por la puerta trasera por presiones extraparlamentarias.
Por el momento no resulta f¨¢cil hacer una reconstrucci¨®n, a la vez veros¨ªmil y veraz, de la ofensiva desplegada desde fueradel Congreso por instituciones, grupos de presi¨®n y fuerzas sociales que no se sientan en ninguna de las dos C¨¢maras y que segurarriente han tenido el apoyo o la simpat¨ªa de centros de decisi¨®n situados allende nuestras fronteras. Tiempo habr¨¢, sin embargo, para desenmara?ar ese ovillo hilado fuera del poder legislativo y en cuya manufactura han participado posiblemente sectores de la milicia, de la Iglesia y de los negocios, m¨¢s preocupados por las orientaciones de Washington y del Vaticano que por los deseos de los electores.
Aunque casi todo el mal est¨¢ ya hecho, resulta extra?o que los representantes de la soberan¨ªa popular, incluidos los diputados de UCD, no hayan exigido un¨¢nimemente la inmediata reanudaci¨®n de las sesiones del Congreso. Tambi¨¦n es sorprendente que los l¨ªderes de los partidos de izquierda hayan aceptado la vacuaci¨®n de consultas con el Rey antes de que la C¨¢mara baja haya celebrado un debate sobre la dimisi¨®n de Adolfo Su¨¢rez. Es cierto que l¨¢ Constituci¨®n nada dice sobre la intervenci¨®n del Congreso en casos de dimisi¨®n del presidente del Gobierno y que el art¨ªculo 99 confiere plena Fuerza legal a las consultas del Jefe del Estado. Sin embargo, y dado que la permanencia en sus funciones del Gobierno dimitido hasta el nombramiento del nuevo Gobierno garantiza la continuidad de las instituciones, resulta asombroso que se hurte al Parlamento no s¨®lo el anuncio formal de la dimisi¨®n de Adolfo Su¨¢rez, sine tambi¨¦n la explicaci¨®n de sus razones.
La sorpresa aumenta de grado cuando tropezamos con la tercera irregularidad de esta crisis. Porque la renuncia de Su¨¢rez ha tenido un raro corolario que suena a jugada preparada en la pizarra; Resulta as¨ª que el dimitido presidente del Gobierno ha dejado moment¨¢neamente en suspenso su ?decisi¨®n de dejar la presidencia de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico?, ha presidido la Comisi¨®n Ejecutiva que discuti¨® el nombre del candidato centrista a la jefatura de Gobierno, ha volcado su influencia para nombrar sucesor a Leopoldo Calvo Sotelo y ha despachado incluso con el Rey pata las consultas previstas por el art¨ªculo 99 de la Constituci¨®n. El clima de extraparlamentarismo creado por nuestros parlamentarios llega de esta forma casi al delirio. Porque a estas alturas ni siquiera sabemos si el Congreso de UCD se va a celebrar antes o despu¨¦s de que el Congreso de la naci¨®n reanude sus sesiones y si la convenci¨®n de un partido es m¨¢s importante que las Cortes Generales.
Entre tanto, los parados, los j¨®venes desterrados de su primer empleo, los presupuestos familiares castigados por la inflaci¨®n y una ciudadan¨ªa abocada por fuerza al desencanto son convocados a cortemplar como convidados de piedra esta farsa extraparlamentaria con ribetes de sainete. Los problemas pol¨ªticos de fondo, que se hallan en el origen de la dimisi¨®n de Su¨¢rez, esperan, entre tanto, la reapert¨²ra del Congreso y el conocimiento de los planteamientos del nuevo Gobierno acerca de la ley de Autonom¨ªa Universitaria, la ley de Divorcio, la financiaci¨®n de los colegios religiosos, el r¨¦gimen de incompatibilidades, la nueva estrategia auton¨®mica, los tratados con EE U U y la entrada en la OTAN. Que Adolfo Su¨¢rez haya dimitido como presidente del Gobierno sin hacer la m¨¢s m¨ªnima menci¨®n a esas cuestiones no puede servir de coartada para que la Comisi¨®n Ejecutiva centrista y su tapado guarden un espeso silencio sobre cu¨¢l va a ser la reorientaci¨®n de la pol¨ªtica centrista. En vez de hablar acerca de cosas tan imprecisas e inefables como el talante, el estilo o la capacidad d¨¦liderazgo del nuevo inquilino del palacio de la Moncloa, tal vez fuera conveniente que los cocineros y comensales de la crisis comenzaran a pronunciarse sobre temas muy concretos. ?Se mantendr¨¢n o ser¨¢n modificadas las leyes de Divorcio y de Autonom¨ªa Universitaria? ?Seguir¨¢ bloqueado el proyecto de r¨¦gimen de incompatibilidades de pol¨ªticos y funcionarios? ?Cu¨¢nto va a costar a los contribuyentes la financiaci¨®n de los colegios religiosos? ?Ser¨¢n alterados los planes econ¨®micos? ?Cu¨¢les son los proyectos para combatir el paro? ?Va a entrar Espa?a en la OTAN y, de ser as¨ª, cu¨¢ndo? ?Habr¨¢ medidas de gracia en el Pa¨ªs Vasco?
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