El d¨ªa 24, cuando presenci¨¦
las escenas de la televisi¨®n con los hechos acaecidos en el Congreso, dos estampas se me han quedado grabadas para siempre. Una, que me caus¨® un respeto imponente, la gallarda actitud de ese entra?able viejito, Guti¨¦rrez Mellado, al oponerse con la valent¨ªa de los verdaderos militares, sin miedo y sin tacha (valga la hip¨¦rbole) a la brutalidad y la groser¨ªa de la banda armada que invadi¨® el Parlamento.La otra estampa, de verg¨¹enza (en la que se vela a los representantes del pueblo, humilladas las cabezas, arrodillados o en el suelo), podr¨ªa ser el fiel reflejo de lo que nos pod¨ªa pasar al resto de los espa?oles si aquella pintoresca razia lograba sus objetivos de toma del poder.
Doy gracias a Dios porqueen Espa?a, por suerte, hay muchos Guti¨¦rrez Mellado, y doy gracias a Dios tambi¨¦n porque la segunda estampa de mi visi¨®n quedase en eso: en una mala estampa./
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