Luis Escobar
Alfredo Matas me invita a un pase privado de Patrimonio nacional, de Luis Berlanga -?Luis me ha salido valenciano y est¨¢ en las fallas?-, pel¨ªcula que supera su precedente, Escopeta nacional. Berlanga, cronista de pobres en el franquismo, est¨¢ haciendo ahora la mejor cr¨®nica cinematogr¨¢fica de los ricos.Como cronista, pues, de nuestra sociedad, gusta de presentar a los personajes reales haciendo de s¨ª mismos y, entre Lil¨ª Alvarez y Vilallonga, Antonio Mingote y otros, ha encontrado a Luis Escobar, personaje como de un mundo de Guermantes madrile?o, que asiste en la realidad a una deflagraci¨®n semejante a la que protagoniza en el, filme: su viejo Eslava, donde estren¨® incluso comedias propias -El amor es un potro desbocado-, convertido en discoteca. Luis Escobar, entre la realidad y la filmaci¨®n, entre la sociedad y la imaginaci¨®n, es la met¨¢fora visual y esencial de un exilio otro: el de los mon¨¢rquicos y arist¨®cratas que, fieles a don Alfonso XIII o a don Juan, se retiraron a sus hect¨¢reas o al extranjero, ilesos de la ?fiebre del legionario? de Franco, enfermedad que ahora vuelve a ser actualidad, y no s¨®lo cl¨ªnicamente. Entre la nostalgia y el ego¨ªsmo, entre el ? baile en Capitan¨ªa? y la Plaza de Oriente, entre Fox¨¢ y Lampedusa, creyeron que con la Monarqu¨ªa iba, a volver el rigod¨®n de las camaristas, y se han encontrado una Monarqu¨ªa que por primera vez, desde el 31, les hace pagar impuestos y saca o no saca las listas.
Nines de la Serna me comunica esta ma?ana que los de la Soluci¨®n/Sur de Soria (puente funcional sobre el Duero de Machado), propugnada por aquel Don Cierva tan nombrado, han perdido en el juzgado. La democracia da un paso cada d¨ªa, machadianamente, hace camino al andar. Pero la historia corre en camionetas ?La Sepulvedana?. El gran poeta cubano Heberto Padilla publica ahora en Espa?a El hombre junto al mar. Como dijo Carrillo, ?dictaduras, ni la del proletariado?. Padilla fue dolorosamente presionado por el castrismo, y el castrismo por los yanquis, que con Castro han sido implacables y con Tejero elegantemente neutrales:
-Cosa interna de ustedes. No nos inmiscuirnos.
Haig, cincelador de la frase, nos visita ahora. Virrey de la democracia en la Atl¨¢ntida de Plat¨®n, a Tejero debi¨® encontrarlo escasamente plat¨®nico. No despertaba su inter¨¦s. Pero la Guardia Civil -bien hecho- est¨¢ retirando el arma a los socios del Club de Tiro de Madrid que se dan de baja. Hab¨ªa mucho personal armado contra el pich¨®n y el plato, que son los que luego nos hacen pagar los platos rotos a los dem¨®cratas inermes. Gran muestra de Paul Klee en Madrid (Fundaci¨®n March). La aristocracia del dinero patrocina la cultura revolt¨¦ cuando ya es museal, y la aristocracia catastral y her¨¢ldica de Berlanga comercia con el Patrimonio Nacional y elude impuestos. Luis Escobar es, ya digo, la met¨¢fora del arist¨®crata puro que s¨®lo quiere una consola, un escudo y un clavel para ir a los toros. Un delicado monumento a la nostalgia, una filigrana del otro fin de siglo, el proustiano.
En este fin de siglo, poslunar y orwelliano, esa nostalgia se ha ?militarizado? y todos los 20/N saca la espada que llevaba en el bast¨®n. (Luis tendr¨ªa que hacer su tercera pel¨ªcula.) Cada d¨ªa me pasan a la firma una papela de mocr¨¢tica. Me lo dec¨ªa ayer Juan Garc¨ªa Hortelano: ?Volvemos a los tiempos de los manifiestos?. Aqu¨ª no ha pasado nada, salvo que el escritor vuelve a quedarse en panfletario. Luis Escobar o A la busca del tiempo perdido. Los otros nost¨¢lgicos, con o sin casta, est¨¢n furiosamente recobrando el tiempo. Los asquitos que le hicieron a Franco no se los har¨ªan a Tejero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.