Dos siglos de Ej¨¦rcito y sociedad espa?oles / y 2
Cuando en 1942 se abre de nuevo la Academia Militar, ?qui¨¦n entrar¨¢ en ella?: hijos de militares o de familias muy conservadoras o de ?cuadros? del r¨¦gimen; en suma, los hijos de los vencedores, de media Espa?a. Veinte a?os despu¨¦s, las investigaciones de Busquets mostrar¨¢n que m¨¢s del 69% de los cadetes son hijos de militares (y 30% de ellos, de suboficiales) y s¨®lo 4% son hijos de intelectuales; geogr¨¢ficamente, la mayor¨ªa proceden de Madrid, Zaragoza, Burgos, Valladolid, M¨¢laga...En aquel decenio de los cuarenta, los militares acceden a otros muchos aparatos de Estado; se crea la categor¨ªa social que el profesor Carlos Moya ha denominado ?gestores militares? (basta con pensar en el INI de la ¨¦poca). En el conjunto de aparatos de Estado, Carles Viver ha probado que ?los militares fueron, junto al funcionariado civil, el grupo profesional que mayor n¨²mero de individuos aport¨® al personal pol¨ªtico franquista en los diez a?os del r¨¦gimen.... un 28,5 % del total?.
Durante cuarenta a?os, el Ej¨¦rcito se transform¨®, pero end¨®genamente, nutri¨¦ndose en su propio medio; en aspectos como los enlaces matrimoniales, Busquets ha se?alado que el ¨ªndice de endogamia es superior al 50%; ese Ej¨¦rcito no ha combatido sino en raros incidentes como el de lfni, y su ideolog¨ªa, m¨¢s bien sumaria y preferentemente conservadora, ha estado sometida a una presi¨®n constante y unilateral de connotaciones fascistas. Insistimos en que, sin embargo, no puede hablarse en t¨¦rminos de homogeneidad de todos los componentes de las Fuerzas Armadas; no puede decirse lo precedente de todos los diplomados de Estado Mayor ni de los que han cursado estudios universitarios, etc¨¦tera. Nos estamos refiriendo a una mentalidad que, dadas las condicionantes hist¨®ricas de los ¨²ltimos cuarenta a?os, bien pudiera ser dominante o mayoritaria. Es decir; hoy podr¨ªa estudiarse una tipolog¨ªa del militar de carrera que fuese desde aquel que, movido por impulsos irracionales, con una escala de valores muy simple, rechaza toda democracia, hasta el que, en el extremo opuesto, considera que el Ej¨¦rcito es una emanaci¨®n m¨¢s de la soberan¨ªa popular. Nos referimos ahora al tipo dominante o mayontano, que es -dig¨¢moslo claro- el que sigue receloso ante la Constituci¨®n, el que acata por disciplina, pero en el fondo no sabe a¨²n a qu¨¦ carta quedarse. Intentemos un modelo -evidentemente reducido- de sus pautas de comportamiento: Primero. Como dice Pierre Vilar, ?desde 1868-1873, el Ej¨¦rcito se encuentra empujado cada vez m¨¢s hacia el orden: orden moral y orden social?. El orden no es s¨®lo el del cuartel ni el de la calle; es la inmutabilidad de relaciones de producci¨®n, el inmovilismo de las pautas morales. F¨¢cil es comprender que, de esa manera, el militar es instrumentalizado involuntariamente por el bloque socialmente dominante, interesado siempre en reproducir la misma ideolog¨ªa, base indispensable para reproducir el sistema de producci¨®n y apropiaci¨®n de bienes. Ese horror al desorden le hace confundir, por ejemplo, la autonom¨ªa de una nacionalidad o regi¨®n con las violencias de unas minor¨ªas, le hace profesar una particular idea de ?la familia cristiana? (la mujer en casa, mucho ir a misa, dicha en lat¨ªn, naturalmente, etc¨¦tera, aunque al marido se le permitan otras ?Iibertades?), aunque jam¨¢s se acuerde de los Evangelios como pauta en su vida cotidiana; este tipo de hombre cuando, por ejemplo, tiene un problema generacional con sus hijos se cree que ?es cosa de la democracia?, porque ignora que es la crisis de toda una civilizaci¨®n. Su religi¨®n es la de Trento, su idea del honor -por la que es capaz de dar la vida- es la de Calder¨®n, y la de patria es mucho m¨¢s territorial que comunitaria (residuo ideol¨®gico de la relaci¨®n feudal de dominio, anterior a la naci¨®n). Por eso confunde con frecuencia naci¨®n y Estado. Este tipo de mentalidades, poco propicias al an¨¢lisis riguroso, tiene tendencia a la hipostatizaci¨®n, es decir, a tomar la parte por el todo y apropiarse para esa parte, con car¨¢cter de monopolio, las fxinciones de la totalidad. De ah¨ª procede esa tendencia casi irrefrenable a ?salvar Espa?a? en cuanto ve contrariados sus intereses o sus opiniones, y a no respetar suficientemente el criterio de los dem¨¢s. En resumen, este conjunto de representaciones mentales est¨¢ sobre todo condicionado: a) por la misma naturaleza y funcionamiento del aparato militar tal como ha sido concebido hasta ahora; b) por la ideolog¨ªa recibida de car¨¢cter de guerra civil, de ?Espa?a y anti-Espa?a?. Pensemos en los tipos de ense?anza recibidos (de donde la ciencia hist¨®rica est¨¢ ausente), en que Franco dec¨ªa que se hab¨ªa perdido Cuba por un pacto con los masones, que se iba a Marruecos para abrir pueblos a la civilizaci¨®n, etc¨¦tera, y el desconocimiento de lo que fue, de verdad, el reinado de Isabel y Fernando, les ha llevado a confundir la unidad de Espa?a con una uniformidad que jam¨¢s existi¨®. Y c) el condicionamiento de su entorno sociol¨®gico, el corte con la sociedad civil, sobre todo con los medios populares, la tendencia a replegarse sobre s¨ª mismos, etc¨¦tera.
Este militar no obra de mala fe, no es golpista ni fascista, pero es f¨¢cil presa de quienes le halagan y le hacen creer que todos los males son... ?culpa de la democracia?. A ese militar hay que convencerle de que la democracia no es lo que ¨¦l cree, sino un estilo de convivencia, de ¨¦tica y de patriotismo aut¨¦ntico en el que puede cuadrar muy bien.
Conviene, sin embargo, distinguir; una cosa es ese militar que merece su puesto y otra es que, por ejemplo, el que fuejefe de los servicios secretos de Carrero Blanco sea mantenido por la democracia comoj efe de E. M. de la m¨¢s potente divisi¨®n, a merced de la cual se halla la capital de Espa?a. Esto ¨²ltimo se parece mucho al delito de no asistencia a personas en peligro de muerte.
?Qu¨¦ hacer, pues? Otorgar una confianza sincera y vigilante a los militares que no son golpistas, pero sin caer en claudicaciones que, a la larga, no arreglan nada. Recuerdo que el art¨ªculo 18 de la Constituci¨®n de 1876 dec¨ªa: ?La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey?, expresando as¨ª un pacto o transacci¨®n entre la Corona y la representaci¨®n popular. Hoy, seg¨²n nuestra Constituci¨®n, Espa?a es una monarqu¨ªa parlamentaria y ?la soberan¨ªa nacional reside en el pueblo, del que emanan los poderes del Estado?. Ser¨ªa inadmisible que ahora, cuando pueblo y Corona est¨¢n integrados en la democracia, hubiese un art¨ªculo no escrito- pero vigente, que recortase por ?la raz¨®n de la fuerza? el ejercicio de esa soberan¨ªa nacional. En alguna publicaci¨®n se ha hablado ya de revisar la Constituci¨®n como condici¨®n para que no haya un segundo golpe. Y esto es inadmisible. Que todos respeten la Constituci¨®n y tengan la seguridad de que el pueblo espa?ol no s¨®lo los respetar¨¢, sino que los apreciar¨¢ como cosa suya.
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