Gobernantes y banqueros
BAJO EL palio protector del Banco de Espa?a, el presidente del Gobierno y su m¨ªnistro de Econom¨ªa y Comercio se re¨²nen con los representantes de los siete grandes bancos privados del pa¨ªs y del Banco Exterior, entidad primordialmente p¨²blica que ocupa el pr¨ªmer lugar en la financiaci¨®n de operaciones de exportaci¨®n. La b¨²squeda de acuerdos que ayuden a reducir el paro y a reanimar la inversi¨®n parece ser el prop¨®sito de este encuentro en la cumbre de pol¨ª icos y financieros.Pese a los roces y desencuentros de meses anteriores entre los bancos y las autoridades rnonetarias, los ¨²ltimos acontecimientos parecen indicar que comienzan,a limarse las diferencias. No es seguro, sin embargo, que las vias de entendimiento se orienten en la niejor direcci¨®n. Los bancos hab¨ªan visto con preocupaci¨®n los movimientos liberalizadores iniciados por los Gobiernos de UCD. La t¨ªmida penetraci¨®n de la banca extranjera en el mercado y los intentos de ampliar los mercados monetatios (deuda del Estado a corto plazo, mercado de letras, creaci¨®n de un mercado secundario para los certificados de dep¨®sitos, etc¨¦tera), al igual que ocurre en otros pa¨ªses industriales, estaban siendo contemplados con recelo y con disgusto por influyentes sectores de la banca privada espa?ola. Sin embargo, estas medidas resultar¨ªan positivas para el ahorrador com¨²n, que encontrar¨ªa unos ofrecimientos m¨¢s atractivos para su dinero. Y la competencia orear¨ªa el sisterna bancario espa?ol. La exclusiva de captaci¨®n de pasivos por el sistema bancario quedar¨ªa, de este modo. desbordada por los flancos. La competencia podr¨ªa adem¨¢s intensificarse s¨ª la banca extranjera o la banca oficial tuviesen suficiente envergadura como para ofrecer cr¨¦ditos en cantidades sustanciales a sus eventuales, clientes. En tal caso, los bancos comerc¨ªales espa?oles no tendr¨ªan m¨¢s remedio que mejorar sus condiciones y afinar sus costes.
El Gobierno parece inclinado a dar marcha atr¨¢s en sus prop¨®sitos de colocar directamente la deuda p¨²blica a largo, a medio y a corto plazo enti e los particulares y tentado a ceder toda la ¨ªntermediaci¨®n a la banca. Ese eventual retroceso se convert¨ªr¨ªa en una lamentable desbandada si el Estado tuviese adem¨¢s que facilitar dinero a los bancos para que realizasen, llegado el caso. ¨¦sas suscripciones de deuda p¨²blica. Pero si.a la banca privada le faltan razones en sus quejas contra el Gobierno en este terreno, le sobran, en cambio, en otras ¨¢reas. As¨ª, los banqueros hacen bien en quejarse de tener que operar con una mano atada a la espalda a causa de la obligaci¨®n legal de mantener caut¨ªvos el 21,8% de sus dep¨®sitos para financiar, a unos tipos de inter¨¦s irreales, inversiones impuestas por el Estado en favor de la actividad de las empresas. p¨²blicas. Esta discriminaci¨®n, que debe desaparecer, no puede ser utilizada einpero corno coartada para seguir obstaculizando la-liberalizaci¨®n de nuestra vida econ¨®mica. La insistencia de la banca privada en que ,el Estado controle un d¨¦ficit creciente utilizado para financ¨ªar un sector p¨²blico ineficaz y en que las emisiones de deuda p¨²blica no incluyan condiciones de desgra aci¨®n que signifiquen una competencia desleal para las emisiones privadas es tambi¨¦n una reiv¨ªndicac¨ª¨®n plausible. Pero, si es cierto que el Estado tiene que sanear su propia casa, la banca privada debe renunciar, a su vez, a reforzar su monopolio.
M¨¢s all¨¢ de estas reglas comienza la llanura inh¨®sp¨ªta de la crisis. Su traves¨ªa exige coraje, imaginaci¨®n y solidaridad. La banca privada se compror?eti¨® en su d¨ªa con sus capitales en la apuesta del desarrollo. Ahora, la banca ha procurado, en cambio, desentenderse del mayor n¨²mero posible de compromisos para agazaparse en los cr¨¦ditos a cort¨ªsimo plazo, con una gran f¨ªquidez y con unos precios que compensasen todos los r¨ªesgos. La ¨²nica gran excepci¨®n hasta el momento ha sido la puesta a disposici¨®n del Plan de Viviendas de una cantidad sustancial a un tipo de inter¨¦s del 14%. Esta iniciativa debe ser repetible en otros terrenos, y para ello el Gobierno debe olvidar los prejuicios intervencionistas y dejar fluir el cr¨¦dito hacia quienes est¨¢n en condiciones y disposici¨®n no s¨®lo de construir viviendas, sino tambi¨¦n de crear o mejorar industrias.
Un pacto respetuoso -lejano del conchabeo y distante del consenso- entre el Gobierno y los bancos, entre las fuerzas sindicales y los empresarios es, quiz¨¢, el ¨²nico camino para reducir la angustia del paro. Ahora bien, el pacto no es la claudicaci¨®n de los unos en favor de los otros.
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