La "singularidad" del Partido Comunista italiano
Un dirigente pol¨ªtico italiano nos ha hecho la siguiente pregunta a un grupo de ?especialistas? en el tema del eurocomunismo: ?Creen ustedes que va a cambiar el factor K a ra¨ªz de la disputa habida en Mosc¨² entre los partidos comunistas-sovi¨¦tico e italiano durante el XXVI Congreso del PCUS? Perm¨ªtanme en primer lugar explicarles el significado de esta expresi¨®n del argot pol¨ªtico italiano antes de dar mi respuesta a la pregunta anterior.La teor¨ªa actual sobre el factor K es la siguiente: la existencia de un numeroso partido comunista como principal partido de la izquierda (resumiendo: el factor K) impide continuamente a la izquierda lograr una mayor¨ªa electoral, al tiempo que el partido comunista en cuesti¨®n, y debido a sus lazos con Mosc¨², no puede ser aceptado por los otros partidos como aliado de gobierno.
As¨ª, pues, la pregunta podr¨ªa replantearse en los siguientes t¨¦rminos: tras la disputa de Mosc¨², ?tendr¨¢ m¨¢s posibilidades el PCI de ganar unas elecciones, o resultar¨¢ m¨¢s aceptable como aliado de gobierno en Italia?
Quiero enfocar la primera parte de mi respuesta/ pregunta bas¨¢ndome en los hechos para dejar las ideas propias a la segunda. Creo que es ciertamente un hecho que se ha dado un cambio cualitativo, en sentido negativo, en las relaciones entre los partidos comunistas sovi¨¦tico e italiano, principalmente como resultado de la crisis polaca. El PCI ha apoyado fuertemente al sindicato Solidaridad, ha advertido a la Uni¨®n Sovi¨¦tica contra una posible invasi¨®n y ha declarado p¨²blicamente que una intervenci¨®n sovi¨¦tica ser¨ªa ?absolutamente inaceptable por el PCI? y tendr¨ªa ?consecuencias irreparables? (en sus relaciones con el PCUS).
Los sovi¨¦ticos han acusado al PCI en un comunicado oficial, de ?apoyar a las fuerzas antisocialistas? en Polonia.
Cambio negativo
El XXVI Congreso del PCUS, en el que no se le permiti¨® hablar a Giancarlo Pajettas, que encabezaba la delegaci¨®n italiana en sustituci¨®n de Enrico Berlinguer, en una sesi¨®n plenaria, sino tan s¨®lo en una reuni¨®n secundaria, fue simplemente la ocasi¨®n para hacer p¨²blico el cambio negativo en las relaciones entre Mosc¨² y Roma.
En respuesta los repetidos ataques sovi¨¦ticos al ?eurocomunismo? y sus l¨ªneas antisocialistas, Berlinguer le di¨® los ¨²ltimos toques a la disputa reafirmando, en un importante discurso tras el Congreso, que ?el eurocomunismo no es una moda pasajera, sino el comienzo de un recorrido hacia el futuro?, cuyo objetivo es ?inventar y construir un socialismo aut¨¦nticamente nuevo, diferente a las visiones m¨ªticas del socialismo (de tipo sovi¨¦tico)?.
Para acabar con los hechos dir¨¦ que los sovi¨¦ticos consideran actualmente al PCI un partido her¨¦tico, herej¨ªa que este partido confirma. Pero de un lado no llega la excomuni¨®n y del otro no se produce el cisma voluntario. El PCI no cambia de nombre ni los dirigentes de la iglesia de Mosc¨² le expulsan del campo comunista (tal como hacen con los chinos).
Es por esto que, a pesar de todos los cambios, sigue existiendo un lazo especial. entre el PCI y el PCUS. No ha desaparecido a¨²n el factor K y el PCI sigue siendo innegablemente ?singular? en el escenario pol¨ªtico italiano. Sus rasgos diferenciadores no han desaparecido.
Si es o no un partido menos ?diferenciado? que antes, es una cuesti¨®n de opiniones pol¨ªticas, y no de hechos. Y las opiniones se ven influidas por otros acontecimientos los m¨¢s importantes son el estado, de tensi¨®n entre el Este y el Oeste y la llegada al poder en Washington del presidente Reagan.
Guerra fr¨ªa
Sin duda alguna, el motivo principal de la decisi¨®n de Mosc¨² de definir abiertamente al PCI como partido her¨¦tico, estriba en la necesidad de reunir a los fieles tras la bandera del verdadero comunismo ante una posible batalla o una renovaci¨®n de la ?guerra fr¨ªa?.
Pero la existencia de un ambiente de guerra fr¨ªa explica, asimismo, la necesidad que tiene la Alianza Atl¨¢ntica de agruparse tras la bandera de la Unidad de Occidente contra la amenaza del expansionismo sovi¨¦tico. Y esta bandera sigue estando inevitablemente cargada de barras y estrellas. Un socialdem¨®crata como el canciller alem¨¢n, Helmut Schmidt, puede estar al lado de derechistas como la brit¨¢nica se?ora Thatcher o el presidente franc¨¦s, Giscard D'Estaing, en su apoyo a la pol¨ªtica del presidente Reagan; esto es algo que Berlinguer no puede hacer.
El PCI se muestra bastante cr¨ªtico con Reagan y con el apoyo que le presta la coalici¨®n de los dem¨®cratas cristianos y los socialistas. El amor en un ambiente fr¨ªo puede ser dif¨ªcil, tal como lo es hoy d¨ªa cualquier romance entre el PCI y los partidos democr¨¢ticos italianos.
Por todas estas razones, no creo que el PCI, a pesar de sus exacerbadas relaciones con Mosc¨², vaya a resultar m¨¢s aceptable como aliado de gobierno en Roma en el per¨ªodo de tensi¨®n internacional que se avecina. Puede que, para el PCI, Mosc¨² parezca ahora m¨¢s lejano, pero tambi¨¦n se lo parece Washington. Y el factor K va a estar presente hasta que el PCI se decida a no elegir bando. No va a encontrar muchos aliados hasta que est¨¦ dispuesto a seguir con su sue?o neosocialista en una tierra de nadie entre el Este y el Oeste.
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