Reflexiones desde el pensamiento evoluacionista sobre el estado de la ciencia actual / 1
Para la concepci¨®n evolucionista y monista del universo, todos los seres y fen¨®menos se han producido y siguen produci¨¦ndose dentro de un ¨²nico, inmenso, proceso de evoluci¨®n coherente. Seg¨²n este modo de ver (que a m¨ª me parece que es el corolario de toda la ciencia), para entender algo -cualquiera que sea su naturaleza- hay que comenzar por enfocarlo desde sus debidas coordenadas dentro del proceso universal; hay, pues, ante todo, que, relacionarlo con sus antecedentes inmediatos que le dieron origen y con el entorno directo que lo sostiene, lo modifica en alguna direcci¨®n persistente, lo destruye, etc¨¦tera, seg¨²n el caso; pero resolver bien el problema anterior lleva, a su vez a inquirir la naturaleza de tales antecedentes y entorno, lo que plantea el nuevo problema del origen y entorno de ellos, y as¨ª sucesivamente.En definitiva, para comprender algo hay que situarse en la perspectiva que permita vincularlo con el todo, en estratos de relaciones subordinadas (estratos que dependen unos de otros de un modo que hay que dilucidar) hasta llegar a uno, que podemos llamar b¨¢sico, cuyo acontecer sostiene el proceso de nuestro objeto de conocimiento, pero ya no interviene en ¨¦l. Por ejemplo, en mi opini¨®n, el proceso geol¨®gico de formaci¨®n de la corteza s¨®lida y de la atm¨®sfera terrestres es b¨¢sico de la vida en todas sus formas, es decir, es condici¨®n de la vida en la Tierra, pero no interviene en la intimidad de ella; ahora bien, el proceso de transformaci¨®n interna de la corteza (la evoluci¨®n de las interacciones entre el suelo, el aire y el agua) est¨¢ influyendo sobre los procesos biol¨®gicos actuales -se da?de alg¨²n modo en la. intimidad de ellos- y, por consiguiente, comprender los seres vivos exige relacionarlos con los procesos de la biosfera inorg¨¢nica de la que surgen y con la que interact¨²an y, a mayor abundamiento, obliga a comprender las relaciones de unos con otros, dentro del conjunto profundamente integrado que todos ellos forman y que va cambiando progresivamente en el marco. de la evoluci¨®n geol¨®gica y universal. Ni que decir tiene que, a la inversa, cuanto vayamos conociendo de los seres y procesos particulares debe ayudarnos a comprender el todo en evoluci¨®n; es m¨¢s, pienso que el aprecio de la verdad relativa del conocimiento concreto que vayamos ganando de algo es su valor para ir entendiendo la coherencia general de la realidad, en su entorno.
Dicho lo anterior, pasemos a se?alar que el campo de estudio de la biolog¨ªa, a saber, el proceso que va desde el origen de los primeros seres vivos a partir de lo inorg¨¢nico hasta el surgimiento del hombre como resultado culminante de la evoluci¨®n conjunta de todos los seres vivos, ocupa, obviamente, una posici¨®n clave, intermedia entre dos procesos que son, respectivamente, el objeto de dos grandes campos de conocimiento: por una parte la evoluci¨®n humana, a cuyo estudio se aplica -de modo notorio en los grandes sistemas filos¨®ficos- un pensamiento cada vez m¨¢s integrador y evolucionista, pero cuyo esfuerzo para entender esencialmente (por su origen) al hombre tropieza con la barrera que le opone la d¨¦bil comprensi¨®n de los seres vivos; y, por otra parte, los procesos de lo inorg¨¢nico, a cuyo estudio se ha aplicado la ciencia experimental, que, si bien a comienzos del siglo XIX hab¨ªa definido ya con claridad dos genuinos niveles de integraci¨®n, el molecular y el at¨®mico (los dos superiores de la evoluci¨®n inorg¨¢nica a los que el hombre desde que surgi¨® de la animalidad ha ido sometiendo a su acci¨®n y experiencia), en cambio dirige su atenci¨®n casi exclusiva mente a particularidades, sin es forzarse tras una concepci¨®n genuinamente-integradora y evolucionista.
Me parece obvio que a la biolog¨ªa, entendida como teor¨ªa de la evoluci¨®n, le compete llenar la discontinuidad entre, por un lado, los sistemas de conocimientos m¨¢s integradores y evolucionistas (filos¨®ficos, sociales, hist¨®ricos, etc¨¦tera) ganados en la observaci¨®n de la acci¨®n y experiencia humanas y, por el otro, el gran tesoro de conocimientos particulares que, sobre lo inorg¨¢nico, las diversas ciencias experimentales van ganando y elevando a leyes y teor¨ªas cada vez m¨¢s comprehensivas, pero gravemente inconexas y, a veces, contradictorias.
Pienso que la fusi¨®n entre estos dos grandes polos de conocimiento no s¨®lo es posible, sino inevitable y pr¨®xima, ya que (por el uno y por el otro) sabemos con claridad que los dos procesos, el hurnano y el inorg¨¢nico, son, como hemos se?alado, parte Y resultado de un mismo universo coherente. Me atrevo a decir que cada uno est¨¢ hu¨¦rfano del otro y que lo necesita para adquirir pleno sentido de s¨ª. El sistema de conceptos sobre el proceso de la acci¨®n y experiencia humana organizado por los m¨¢ximos fil¨®sofos, soci¨®logos e historiadores ha alcanzado un grado de perfecci¨®n que dif¨ªcilmente podr¨¢ superarse mucho sin romper el aislamiento, con que hoy se considera este proceso con respecto al de la vida en general, del que aqu¨¦l no es sino un episodio m¨¢s, precisamente el ¨²ltimo y culminante; en pocas palabras, plantearse en profundidad la evoluci¨®n del hombre obliga a conocer antes su naturaleza en t¨¦rminos de su origen, lo que remite al estudio de la evoluci¨®n biol¨®gica y, en particular, al de la naturaleza del animal por su origen y, finalmente, al de la evoluci¨®n conjunta de los animales.
Por su parte, me parece que, desde el otro extremo, la ciencia experimental tropieza con una laguna de conocimiento an¨¢loga, pero situada, por as¨ª decirlo, en la direcci¨®n opuesta: la evoluci¨®n inorg¨¢nica tropieza con este vac¨ªo no frente a sus antecedentes, sino frente a sus resultados; en efecto, en la biosfera terrestre, la evoluci¨®n del nivel molecular culmin¨® dando origen -en la realidad coherente- a la evoluci¨®n biol¨®gica, de modo que el esclarecimiento de este, origen ha de tener importancia no s¨®lo para entender al ser vivo por su origen, sino para percibir la naturaleza y direcci¨®n que hubo de tomar, en el mar primitivo, un gran proceso de evoluci¨®n con junta de mol¨¦culas enderg¨®nicas en el seno del agua para que de ¨¦l se alumbraran los seres vivos primigenios. Es decir, el paulatino conocimiento de la evoluci¨®n biol¨®gica habr¨¢ de ayudar a comprender el proceso de la evoluci¨®n inorg¨¢nica desde la perspectiva que mira hacia nosotros: hacia la evoluci¨®n biol¨®gica que culmina en el hombre.
Ciencias experimentales y del hombre
De este modo, no estoy lejos de pensar que las ciencias humanas y las ciencias experimentales -a pesar de su divorcio absoluto- se encuentran en un mismo grado de progreso, dificultado de proseguir en ambas con la salud e intensidad que ser¨ªa de desear, precisamente por la sima que hoy separa a las unas de las otras. Por lo dem¨¢s, me parece que esa grave discontinuidad de conocimiento evolutivo, que objetivamente ha de ser colmada por la biolog¨ªa, contribuye a explicar el distinto car¨¢cter que los sistemas te¨®ricos y los problemas ofrecen hoy en cada uno de los dos grandes campos de conocimiento y en la biolog¨ªa misma, igualmente afectada por la discontinuidad. Ante todo, parece casi obvio que el distinto car¨¢cter que hoy ofrecen las ciencias del hombre y las de lo inorg¨¢nico (car¨¢cter, en unas y otras, de una parcialidad complementaria) se debe al hecho de que, por la discontinuidad evolutiva se?alada, cada uno de estos dos grandes campos de conocimiento nos presentan, por la propia posici¨®n que nos corresponde en la evoluci¨®n universal, dos caras distintas de tal proceso conjunto, coherente, de la realidad.
Para concretar algo m¨¢s este orden de ideas hay que tener presente: que el proceso conjunto ha ido originando individuos con un nivel de integraci¨®n escalonadamente creciente (energ¨ªa radiante, part¨ªculas subat¨®micas, ¨¢tomos, mol¨¦culas, individuos protopl¨¢smicos, c¨¦lulas y animales); que la evoluci¨®n de cada uno de estos niveles se produce por la conformaci¨®n y sostenimiento rec¨ªprocos del todo a su correspondiente nivel y de las unidades que lo constituyen; y que, en fin, cada uno de estos niveles surge (en el ¨¢mbito que ocupe) como culminaci¨®n de la evoluci¨®n conjunta del nivel anterior y que mantiene este nivel como condici¨®n sine qua non de existencia.
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