El nacionalismo jud¨ªo de Ernest Bloch

Con un programa a la vez interesante y atractivo, la Orquesta de C¨¢mara Espa?ola que dirige su concertino, V¨ªctor Mart¨ªn, cerr¨® su temporada del teatro Real. Tras hacernos escuchar la instrumentaci¨®n de Catorce piezas infantiles, de Bartok, realizada por Horvath Mihaly, con gran fidelidad y riqueza de color, la mediterr¨¢nea Canconeta, de Joaqu¨ªn Rodrigo, fue exactamente cantada por Mart¨ªn sobre la po¨¦tica atm¨®sfera del conjunto de arcos.Pilar Westermeier, la excelente violinista de la Orquesta Nacional, luci¨® calidades de primer orden en una de las p¨¢ginas m¨¢s bellas de Hindemith: la Trauermusik (m¨²sica triste), escrita en memoria de Jorge V, de Inglaterra. El rom¨¢ntico reprimido que era Hindemith, se expresa aqu¨ª con abierta emoci¨®n sirvi¨¦ndose de los formidables recursos de su t¨¦cnica, pero movido, en todo momento, por un pensamiento de orden afectivo que se intensifica a lo largo de la p¨¢gina desde el lento inicial hasta el coral conclusivo.

En fin, con la magn¨ªfica colaboraci¨®n del pianista Francisco Corostola tuvimos una vigorosa y rica traducci¨®n del Concerto grosso n? 1, de Ernest Bloch, que cultiva aqu¨ª la est¨¦tica nacionalista (con directas alusiones populares) dentro del esquema y la voluntad de orden propia del neoclasicismo. Aparece. entonces Bloch como un valioso nacionalista jud¨ªo, capaz de subsumir las corrientes centroeuropeas de toda una ¨¦poca (la obra es de 1925), te?idas de un reconocible sentir mediterr¨¢neo, particularmente en las ?danzas r¨²sticas? de tem¨¢tica tan similar a la provenzal que aliment¨®, a su vez, parte del folklore catal¨¢n, vasco o galaico.