Espa?a: 16? miembro de la Alianza Atl¨¢ntica / 1
Ahora que se recrudecen las pre siones diplom¨¢ticas de EE UU para que Espa?a defina su integraci¨®n en la OTAN, pudiera ser convenlente dar un repaso a la serie. de argumentos en favor y en contra de ello.Hace casi tres a?os, el autor public¨® un amplio trabajo, bajo el t¨ªtulo de ? La OTAN no nos necesita? (EL PAIS de 14-4-1978), cuyos argumentos apenas han sufrido modificaci¨®n, y cuyo resumen podr¨ªa ser el siguiente:
a) Los pa¨ªses de la Alianza Atl¨¢ntica son m¨¢s ricos, m¨¢s poblados.y m¨¢s poderosos que los del bloque oriental.
b) La OTAN no tiene necesidad de ser reforzada por fuerzas armadas espa?olas de ninguno de los tres ej¨¦rcitos.
c) La OTAN necesita, en cambio, de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica como gran base log¨ªstica de retaguardia.
Este esquema permanece pr¨¢cticamente inalterable, y la ¨²nica novedad habida en el tiempo transcurrido ha sido la sorpren dente (e inquietante) capacidad demostrada por los sovi¨¦ticos para mantener una econom¨ªa de guerra y producir armamentos cada vez m¨¢s sofisticados. ?Resulta escandaloso?, dec¨ªa el pol¨ªtico gaullista franc¨¦s Alexandre Sanguinetti, ?que para hacer frente a 250 millones de rusos (de los que cien millones pertenecen a minor¨ªas ¨¦tnicas), que se ven obli gados a no perder el control de otros cien millones de habitantes de los pa¨ªses socialistas, y sobre los que pesa la amenaza de ochocien tos millones de chinos, trescientos millones de europeos est¨¦n clamando por el socorro de doscientos millones de americanos? (Le Nou vel Observateur, 20-8-1979).
Esta cita confirma, con lujo de ret¨®rica, el punto a), quiz¨¢ el que suscit¨® comentarios m¨¢s inamistosos en su d¨ªa por gentes pr¨®ximas a la embajada de la calle de Serrano, 75. Pero aun el sesudo Military Balance, esa especie de Bibl¨ªa para ?expertos militares? (cuyo manejo indiscriminado conduce habitualmente a muy fr¨ªvolas conclusiones), afirma en su ¨²ltima edici¨®n (p¨¢gina 111), que ?los pa¨ªses de la Alianza cuentan con m¨¢s recursos econ¨®micos y mantienen efectivos militares algo mayores que los del Pacto de Varsovia. Para ?Ej¨¦rcito/infanter¨ªa de marina?, las cifras son 2.860.000 combatientes en la OTAN y 2.612.000 en el Pacto. Y la URSS ha de desplegar un gran n¨²mero de sus divisiones y hombres. en la frontera con China?. (The Military Balance, 1980-1981).) Profesionalm ente, para los militares espa?oles, el ingreso en la OTAN tiene un gran atractivo: es la posibilidad de ejercer la carrera con plenitud de medios y en el marco y. ambiente adecuados. A t¨ªtulo de ejemplo, cabr¨ªa imaginar .que se decidiera preparar una unidad, tipo batall¨®n, para acudir de refuerzo a uno de los lugares m¨¢s amenazados de la OTAN: la regi¨®n norte de Noruega. Un lugar abrupto, de condiciones climatol¨®gicas dur¨ªsimas, que defienden, seg¨²n los planes vigentes, tres batallones de aquel pa¨ªs, los que, en caso de guerra, ser¨ªan reforzados de forma inmediata por marines brit¨¢nicos, holandeses y, desde el pasado a?o, americanos. Para esa elite militar constituida alrededor de la Escuela Militar de Monta?a, de Jaca, que incluye especialistas en guerra de monta?a, en operaciones especiales (guerrilleros o comandos), paracaidistas, buceadores de combate, etc¨¦tera, ser¨ªa un destino envidiable. E igualmente acudir¨ªa gran n¨²mero de oficiales y suboficiales a las brigadas aerotransportadas que podr¨ªan constituirse en el sudeste de la Pen¨ªnsula (provincias de Alicante, Murcia, Almer¨ªa y otras), armadas y equipadas para su inmediato traslado, en caso de crisis o abierto conflicto, a los estrechos del mar Negro, otro de los lugares cr¨ªticos de confrontaci¨®n.
En pol¨ªtica interior, estas unidades, sobre las que se volcar¨ªan buena parte de los fondos librados por la Hacienda espa?ola y casi todas las aportaciones procedentes de Bruselas, tendr¨ªan un nada despreciable efecto adicional: el s¨ªndrome de Brunete ir¨ªa desapareciendo. El enemigo, chivo expiatono para las gentes de armas, ser¨ªa exterior, de otra etnia, y con otras creencias o inquietudes (y, si sirve de consuelo para quienes profesan determinada ideolog¨ªa, con anchas espaldas). En opini¨®n de muchos, este cambio de mentalidad har¨ªa ya rentable la ?operaci¨®n OTAN ?.
Sin embargo, es necesario insistir en el punto b). En todas las entrevistas sostenidas entre dirigentes y funcionarios de la Alianza con parlamentarios y periodistas espa?oles, poco o nada se ha hablado de la participaci¨®n de tropas espa?olasjunto a las de la OTAN. No solamente les son innecesarias, como se ha dicho, sino que constituir¨ªan un lastre para los otros ej¨¦rcitos. Esto suena muy duro, y es un deber, por tanto explicarlo. Existe, ante todo, un irave problema de lo que, en t¨¦rminos militares tales, se llama C3, de command, control and comunicalions (mando, control y transmisiones). Un Ej¨¦rcito multinacional, con diferentes doctrinas militares, diferentes materiales y armas y diferentes idiomas es de muy dif¨ªcil manejo. Su general en jefe (un geperal americano, que ahora lo es Bernard Rogers y su predecesor fue Alexander Haig) ha de ser un hombre bien templado, diplom¨¢tico, algo pol¨ªglota y un tanto pragm¨¢tico.
Hay adem¨¢s otro problema cuya exposici¨®n debe hacerse sin rubor: el nivel de instrucci¨®n y preparaci¨®n de las Fuerzas Armadas espa?olas est¨¢ hoy d¨ªa por debajo de los est¨¢ndares de la OTAN. Y esto no es un problema de dinero, ni de medios, ni de competencia profesional; ni mucho menos, de bravura. Es un problema de management de las Fuerzas Armadas.
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