El acuerdo entre Estados Unidos y Jap¨®n puede perjudicar gravemente a los pa¨ªses de la CEE
Las relaciones entre la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) y Estados Unidos, ya deterioradas como consecuencia de los altos tipos de inter¨¦s autorizados por la Administraci¨®n Reagan, pueden empeorar sensiblemente en los pr¨®ximos meses como consecuencia de la decisi¨®n japonesa de autolimitar durante tres a?os sus exportaciones de veh¨ªculos al mercado norteamericano. La CEE, que ha sido, en cierta forma ?burlada? por Washington y Tokio, teme que los 140.000 coches que Jap¨®n va a dejar de vender este a?o en Estados Unidos inunden los mercados comunitarios, que ya han tenido que sufrir en los tres primeros meses de 1981 un incremento de ventas de coches nipones de m¨¢s de un 18%.
Estados Unidos y Jap¨®n han llegado a un acuerdo, sin tener en absoluto en cuenta los intereses europeos y sin prestar la menor atenci¨®n a las repetidas peticiones de negociaci¨®n trilateral solicitadas por Bruselas. M¨¢s a¨²n: Washington ha ignorado ol¨ªmpicamente los compromisos anteriores de consultar con la CEE, y su embajador en Tokio se ha permitido decir p¨²blicamente que no ve¨ªa la necesidad de que Jap¨®n llegara a un acuerdo an¨¢logo con los diez.
Los japoneses, por su parte, no han sido m¨¢s ?caritativos?. Los miembros de la Comisi¨®n Europea tuvieron que soportar sin pesta?ear unas declaraciones del primer ministro Suzuki, quien le ech¨® una bronca formidable a la CEE por su nula capacidad de reacci¨®n. ?Los europeos no lograr¨¢n jam¨¢s reabsorber sus ocho millones de parados si contin¨²an sin hacer ning¨²n esfuerzo para vender sus productos en el extranjero e intentando controlar las importaciones procedentes de pa¨ªses terceros?. Suzuki casi se burl¨® de las pretensiones europeas de ?pedir ayuda a Jap¨®n?, cuando la CEE es incapaz de poner en marcha programas de modernizaci¨®n de su propia industria.
Tokio tiene raz¨®n incluso, desde el punto de vista de muchos expertos europeos, cuando se queja de la par¨¢lisis de los diez. La Europa comunitaria ha visto c¨®mo aumentaba en 1980 el ¨ªndice de paro en un 29% y alcanzaba la cota de los ocho millones de desempleados sin que las reuniones de los jefes de Gobierno de los pa¨ªses miembros del Mercado Com¨²n lograra alcanzar unos m¨ªnimos acuerdos internos. S¨®lo en la siderurgia se han perdido m¨¢s de 100.000 empleos.
Incapacidad europea ante el mercado nip¨®n
Frente a una crisis semejante, nadie ha sido capaz en Europa de parar la formidable llegada de los coches y televisores japoneses. En 1980, las importaciones de veh¨ªculos japoneses aumentaron en un 19% respecto al a?o anterior, y eso pese a que tres pa¨ªses (Italia, Francia y Reino Unido) tienen legislaciones nacionales restrictivas. Pero el incremento fue espectacular en la Rep¨²blica Federal de Alemania (45% respecto a 1979), B¨¦lgica (30%) y Pa¨ªses Bajos (34%). S¨®lo en los tres primeros meses de 1981 Jap¨®n ha vendido en Europa 240.000 coches. La curva sigue siendo ascendente en la RFA (48%) y en B¨¦lgica (27%) y comienzan a detectarse s¨ªntomas muy preocupantes en mercados como el irland¨¦s, donde las importaciones de coches japoneses aumentaron en ese trimestre m¨¢s de un 187 %,o el griego (260%).
La Comisi¨®n Europea lucha, por una parte, por lograr que los diez se pongan de acuerdo entre ellos sobre las medidas de urgencia a adoptar, y por otra, por convencer a Jap¨®n y Estados Unidos de la necesidad de contemplar el problema como los tres lados de un tri¨¢ngulo. Por el momento, s¨®lo ha logrado una irrisoria promesa, por parte de Tokio, de recomendar a sus fabricantes que ?moderen? sus ventas en el Benelux y en la Rep¨²blica Federal de Alemania. No parece tampoco que Jap¨®n, sobre todo ahora que ha logrado superar sus diferencias con Estados Unidos, tema mucho los resultados de la cumbre de Ottawa, prevista para el pr¨®ximo verano y en la que los comunitarios han amenazado con plantear el cap¨ªtulo de las exportaciones niponas.
La batalla es tan dura que Bruselas se ha lanzado incluso a atacar a su m¨¢s ¨ªntimo ?amigo?. Estados Unidos, dice la Comisi¨®n, deforma las cifras del comercio internacional cuando afirma que es su mercado el principal afectado por las exportaciones japonesas. Es cierto que Norteam¨¦rica import¨® en 1980 casi dos millones de coches nipones, frente a los 800.000 que llegaron a Europa, pero los estadounidenses se callan que en su caso no se trata tanto de ?comerse? el mercado como de ?llenar un vac¨ªo?. En efecto, la mayor parte de las ventas japonesas son de coches peque?os que los grandes fabricantes norteamericanos no producen. En el caso europeo se trata del hundimiento de las siderurgias nacionales, que no pueden competir con los productos importados porque, pese a tener una tarifa aduanera com¨²n del 10,8 %, son m¨¢s baratos que los fabricados en Europa.
Los diez, afirma la Comisi¨®n, no pueden, bajo ning¨²n concepto, aceptar que Jap¨®n ?desv¨ªe? hacia el mercado comunitario los veh¨ªculos que deja de vender voluntariamente en Estados Unidos.
Desacuerdo entre constructores
Por otra parte, ayer se reunieron en Par¨ªs los principales constructores de autom¨®viles europeos y japoneses para intentar, vanamente, frenar las exportaciones de estos ¨²ltimos hacia el Viejo Continente. La Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) tambi¨¦n intenta formular un arreglo en tal sentido, pero sin ilusionarse sobre el resultado, informa desde Par¨ªs Feliciano Fidalgo.
A pesar de las f¨®rmulas diplom¨¢ticas, la reuni¨®n celebrada ayer en Par¨ªs no parece destinada a conseguir que se vendan menos coches nipones en Europa occidental. Los presidentes de las grandes firmas europeas, desde Fiat hasta Volvo, sin olvidar las francesas Peugeot y Renault, se sentaron ayer frente a los presidentes de Nissan, Toyota, Honda, Mitsubishi e Isuzu. Objetivo primordial de las discusiones: que los japoneses exporten menos coches.
Armas de retorsi¨®n
Los europeos desear¨ªan que los nipones limitaran sus exportaciones al 7% del mercado de Europa occidental. Este intento era ya dif¨ªcil de por s¨ª. Y el reciente acuerdo de los japoneses con los americanos, que obliga a los primeros a rebajar en un 7% sus ventas en EE UU, lo ha hecho m¨¢s irrealizable a¨²n. Por a?adidura, los americanos dispon¨ªan frente a sus competidores de armas de retorsi¨®n que no tienen los constructores continentales o, al menos, que no son capaces de emplear con unanimidad.
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