Descanse en paz
Hac¨ªa mucho tiempo que no iba a los toros, y si he asistido este domingo no ha sido por curiosidad o s¨²bita afici¨®n, sino para escribir este art¨ªculo. He pretendido ir limpio, dejando en casa todos los esquemas y prejuicios, pero me consta que, como todos, ten¨ªa ya un juicio hecho.Al igual que anteriores veces, lo que m¨¢s me impact¨® de la fiesta es su color, color y belleza; lo que m¨¢s me desagrada es quiz¨¢ la lidia misma: las vejaciones a un animal bell¨ªsimo, estampa de fuerza y poder saliendo del toril, piltrafa despu¨¦s, arrastrado por las mulillas.
Me temo que tengo ante la fiesta sentimientos contradictorios. No he podido dejar de pensar, como espectador, en tantas y tantas obras de arte inspiradas en el mundo de la tauromaquia, y es que el espect¨¢culo es bell¨ªsimo. Pensaba en Goya, o en Solana y Picasso mas contempor¨¢neamente. Nadie como Pablo Picasso ha pintado la lidia, pero como expresi¨®n de dolor, que no de fiesta. Representaci¨®n dram¨¢tica de la ¨²nica v¨ªctima sin remisi¨®n: el toro, el toro bravo, valiente y noble, hecho s¨ªmbolo en su gran obra Guernica de una Espa?a perdida y asesinada. Pensaba tambi¨¦n en la Espa?a negra y esperp¨¦ntica representada en las corridas, toreros y caballos destripados de Solana. ?Qu¨¦ literario todo! ?Y qu¨¦ pl¨¢stico! Obras de arte que, por deformaci¨®n profesional, est¨¢n en mi memoria y dan cierto barniz est¨¦tico a la misma muerte del animal, lo que, en su realidad m¨¢s cruda, no es sino una carnicer¨ªa.
Est¨¢ claro que no soy un aficionado ni entiendo nada de sus suertes, y, sin embargo, deber¨ªa. He o¨ªdo desde muy joven mil encomiosas historias de toreros por boca de mi maestro el pintor V¨¢zquez D¨ªaz: pintor de toreros y no de la lidia. A Daniel V¨¢zquez lo que de verdad le gustaba eran los toreros antiguos, los de antes, los gigantes idolatrados del pueblo. Cu¨¢ntas an¨¦cdotas no habr¨¦ o¨ªdo de nombres legendarios en el mundo del toreo, como Lagartijo, Frascuelo y Mazantini, y de tantos otros maestros. A m¨ª mismo me hizo vestir de luces y ser modelo de torerillos.
He tra¨ªdo a la memoria las historias de V¨¢zquez D¨ªaz porque me parece significativo, porque son historias de una fiesta nacional que fue verdaderamente popular. La llegada de estos toreros idolatrados a las poblaciones eran aut¨¦nticos acontecimientos. Yo mismo recuerdo -muy posteriormente- c¨®mo la muerte -de Manolete fue una conmoci¨®n nacional.
Pero ?d¨®nde est¨¢ todo aquello? Y. es que, reconozc¨¢moslo, la corrida se aviene mal con los tiempos modernos. Algo tendremos que dejar en el camino, y la sabidur¨ªa popular ha escogido hace ya tiempo. La fiesta nacional se muere, pero desaparece porque no tiene ya el favor popular, desarraigada a?os ha, y que no podr¨¢ salvar ning¨²n decreto.
La corrida de esta tarde ha sido muy aburrida. Algunos capotazos bien dados a Ruise?or, el ¨²ltimo de la tarde, pero el resto -como casi siempre- se queda en eso que se ha dicho: una carnicer¨ªa.
Yo no quiero entrar en la pol¨¦mica de si toros no, toros s¨ª. Su espect¨¢culo no me ofende, y quiz¨¢ no me ofende porque su cruel funci¨®n est¨¢, por costumbre, indeleblemente impresa en mi sistema, Como a casi todos los espa?oles que ya tenemos cierta edad. Quiz¨¢ tambi¨¦n pueda legitimarlo por su valor antropol¨®gico: supervivencias de ritos ancestrales, paganos, que perviven malamente y casi como mera atracci¨®n tur¨ªstica. Pero si me falla mi beligerancia contra la fiesta, al menos s¨ª quiero dar testimonio de algo claro a nivel de la calle: la muerte de la fiesta nacional. Descanse en paz.
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