Los clubes
Titulo Clubes porque as¨ª lo escribe el ordenador de este peri¨®dico, pero quedaba mucho mejor clubs, como antes, en las novelas inglesas. Se ve que el ordenador nunca ha entrado en ning¨²n club.Los clubes pol¨ªticos de Garrigues y Tamames, efectivamente, y pese a la ortograf¨ªa nov¨ªsima del ordenador, tienen, ya antes de nacer una como media luz de c¨ªrculo de hombres solos y gentleman con panoplia de pipas y sala de lectura. As¨ª, otros inventos autointelectuales para la salvaci¨®n o defensa de la democracia, siempre loables, pero que revelan la tendencia ¨²ltima de la inteligencia sentiente, antes y despu¨¦s de Zubiri: salvarse en solitario, dejar constancia de que ?nosotros ya lo dijimos?, crear d¨®lmenes para los intocables de la tribu. Un club pol¨ªtico, o es el feto de un partido o es un sarao recreativo para los placeres solitarios de la inteligencia y los para¨ªsos artificiales de quienes no quieren chocar con la ruda y adusta realidad. En el club puede salvarse uno de la neumonella at¨ªpica, pero no de la Historia, que tambi¨¦n es at¨ªpica. Faustino Cord¨®n acaba de publicar un muy interesante libro sobre el paso del simio al hombre. Ahora nos hace falta otro libro que explique el salto cualitativo del hombre al. dem¨®crata. Salto que siempre est¨¢ en peligro de reconvertirse en mendeliano salto atr¨¢s, pues ahora que en el Congreso no pasa nada, hay m¨¢s fuerza que nunca alrededor (los taxistas se cabrean mucho con el rodeo), y en cambio cuando lleg¨® Tejero, parece que no hab¨ªa nadie. Vallejo-N¨¢ger¨¢ ha escrito unos relatos reales. de locos en su loquer¨ªo. Un club pol¨ªtico puede acabar siendo un loquer¨ªo fino donde Garrigues s¨®lo sea un se?or que se cree Garrigues.
Emilio Lled¨® me escribe una rica y literaria carta, de ¨¦sas que ya no e escriben (a lo mejor, con los clubes vuelve el g¨¦nero epistolar), en la que me dice -¨¦l, gran humanista- que Plat¨®n no escribi¨® otra cosa que el ?Diario de un snob?. Yo, por mi parte, siempre he sostenido que Plat¨®n no es sino el snob de S¨®crates (lo cual en absoluto es malo), como Senillosa es el snob de Fraga y Areilza es el snob de s¨ª mismo. Antonio Asensio va a sacar en seguida la revista pol¨ªtica Tiempo. La pol¨ªtica, queramos o no, es la fiesta nacional, y gracias a ella todo el a?o es San Isidro. Se lo he o¨ªdo a Italo Calvino en el bar del Palace:
- La espontaneidad no es un punto de partida, sino de llegada.
Se refiere a la escritura, claro,
pero pasa con todo. La espontaneidad -como el genio para Baudelaire, como el ate¨ªsmo para Sartre, como la democracia para nosotros- es una larga tarea. No podemos abandonar la tarea a la mitad y refugiarnos en nuestros clubes interiores, s¨®lo porque el se?or Tejero ha soltado un co?o a destiempo. Alguien ha escrito que volvemos a los tiempos de la Plata junta. Recuerdo cuando Ord¨®?ez bailaba en mangas de camisa, en su chal¨¦ de Mirasierra, hasta que llegaba Ra¨²l Morodo con la noticia de que Fraga hab¨ªa encarcelado a tres dem¨®cratas. Tanto el salto atr¨¢s mendeliano como el salto hacia dentro, hacia el interior del propio chaleco antibalas, me parecen actitudes intelectuales, liberales, morales, existenciales, pero suponen otras tantas huidas de la realidad f¨¢ctica, que est¨¢ en la calle. Los clubes como barricadas intelectuales s¨®lo sirven para dar testimonio. Luego, cuando el pueblo levanta sus barricadas de sacos terreros y aparadores desguazados, siente como que los intelectuales le han abandonado.
Son tentadores esos clubes intelectuales y reflexivos. Pero la praxis de ahora mismo exige levantar grandes levas de opini¨®n p¨²blica, c¨ªvica, democr¨¢tica, y eso siempre empieza o termina por un partido. Los clubes, como dir¨ªa D'Ors para cuando yo est¨¦ tranquilo.
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