El chantaje a la democracia
El hecho de vivir fuera del pa¨ªs no s¨¦ si dificulta o favorece mi visi¨®n de la situaci¨®n espa?ola. Seguramente, las dos cosas. Por un lado, la ausencia impide el conocimiento directo de la realidad, nos oculta la multitud de an¨¦cdotas y detalles que componen una situaci¨®n y hace imposible recoger ese latido impalpable que es la vivencia de lo cotidiano y de lo concreto; pero, por otro lado, la distancia simplifica los perfiles, nos impide perdernos en detalles accesorios y nos ofrece un panorama m¨¢s n¨ªtido de lo esencial en cada momento. En cualquier caso, es un punto de vista que no debe despreciar el observador de la realidad y el analista de la situaci¨®n para una adecuada composici¨®n de lugar.Desde esta peculiar perspectiva de alejamiento hay algo que a m¨ª me parece muy claro en la situaci¨®n espa?ola de los ¨²ltimos meses, y es que toda ella gira en torno al frustrado golpe militar del 23 de febrero. Si otra virtud no hubiera tenido ¨¦ste, lo que indudablemente ha conseguido es que toda la actividad pol¨ªtica gire desde entonces en torno al mismo. El Parlamento ha reducido su marcha, ha paralizado algunos de los proyectos de ley que ten¨ªa entre manos y en cambio ha iniciado una nueva actividad legisladora recortando las libertades, que, aun teniendo como ¨²ltima justificaci¨®n la defensa de la democracia, ha sido provocada por la actitud de los golpistas.
Pero si la reacci¨®n de las instituciones democr¨¢ticas ha estado condicionada por aqu¨¦llos, no menos ha ocurrido con los grupos antidemocr¨¢ticos que practican en nuestro pa¨ªs el terrorismo, ya sea ¨¦ste de derechas o de izquierdas. Todos sab¨ªamos que la actividad terrorista estaba motivada por el ¨²ltimo fin de provocar una dictadura militar y justificar as¨ª las actitudes de agresiva violencia que practican los grupos armados. Todos lo sab¨ªamos, s¨ª; pero era un saber te¨®rico. Desde el 23 de febrero sabemos que esa posibilidad no es s¨®lo te¨®rica, sino que puede realizarse en la pr¨¢ctica en cualquier momento.
Esta lecci¨®n la han aprendido bien los terroristas, y es seguramente la peor consecuencia del pasado golpe militar. A pesar de los grav¨ªsimos delitos en que los golpistas incurrieron -secuestro del Gobierno y el Parlamento, que es tanto como decir de la voluntad nacional; desprecio de la Constituci¨®n; uso en falso del nombre del Rey; agresi¨®n contra las instituciones democr¨¢ticas y la convivencia civil-, el peor delito no es probablemente ninguno de esos, sino el haber descubierto a los terroristas -en la pr¨¢ctica, y no en la teor¨ªa- cu¨¢l es el flanco m¨¢s d¨¦bil del Ej¨¦rcito. Ahora han visto que el golpe militar es posible, y no van a dejar de procurarlo en todo momento y por todos los medios. Es decir, ahora los golpistas han provocado el terrorismo con su actitud, como antes los terroristas hab¨ªan provocado el golpismo. Son dos fuerzas que se muerden la cola y se retroalimentan. Por eso, en puridad, creo que la primera legislaci¨®n que deb¨ªa aplicarse a los golpistas es la ley Antiterrorista.
S¨®lo la sensatez de la poblaci¨®n civil, la madurez pol¨ªtica del pueblo, unido a la garant¨ªa que supone la voluntad democr¨¢tica de la Corona, est¨¢n salvando la situaci¨®n. Pero el momento no est¨¢ para esperar mucho. Los ¨²ltimos atentados contra militares en Madrid y en Barcelona indican claramente el deseo de extender el terrorismo al resto del pa¨ªs, una vez qu e la intervenci¨®n militar en el Pa¨ªs Vasco piensan que puede dar pie para ello. El pacto que parece haberse acordado entre dos fuerzas terroristas como ETA y los GRAPO, supuestamente antag¨®nicos, indican c¨®mo los objetivos del terrorismo de ultraderecha y de ultraizquierda est¨¢n unidos en el com¨²n deseo de provocar una vez m¨¢s la intervenci¨®n armada del Ej¨¦rcito. La tentaci¨®n permanente que ello supone para ¨¦ste no podr¨¢ evitarse si no se toman medidas r¨¢pidas y eficaces que disuadan de una vez por todas a los que alimentan esos siniestros prop¨®sitos.
El delito m¨¢s grave de los golpistas es -como dec¨ªamos antes- haber provocado semejantes esperanzas en los enemigos de la libertad, pues con su conducta no s¨®lo han introducido una intimidaci¨®n permanente a la sociedad civil, sino un chantaje intolerable a todos los ciudadanos espa?oles, que ven as¨ª hipotecada su voluntad pol¨ªtica, su convivencia diaria y la dignidad elemental a toda persona. Es un delito grav¨ªsimo, pues no s¨®lo constituye una actitud de provocaci¨®n constante a los terroristas, sino que adultera en su misma esencia el sistema democr¨¢tico de convivencia, y si no fuera por otros delitos, por este s¨®lo debieran ser juzgados y condenados. La actitud altanera de Tejero, las visitas que recibe y hasta la publicaci¨®n de un art¨ªculo suyo en un matutino madrile?o prueban que esa situaci¨®n es mantenida y alimentada de modo sistem¨¢tico por los golpistas. Unos, con su actitud retadora y ofensiva; otros, con su c¨®mplice silencio en el que tratan de implicar al Rey y al resto del Ej¨¦rcito.
Los calificativos que esta actitud merece no admiten paliativos de ning¨²n g¨¦nero, pues es tambi¨¦n un pretexto permanente para que los sectores del Ej¨¦rcito que pudieran simpatizar con los golpistas y las fuerzas sociales de tendencia antidemocr¨¢tica y afines al golpismo sientan la tentaci¨®n permanente de actuar contra el sistema de convivencia que el pa¨ªs ha aceptado libre y voluntariamente en unas elecciones generales. Es por eso necesario salir cuanto antes al paso de esa distorsi¨®n y tergiversaci¨®n de la sociedad que produce el chantaje permanente -o que tiene visos de hacerse tal- en la convivencia civil. Y para eso la ¨²nica salida es empezar a dar pasos firmes y decididos que disuadan definitivamente a los golpistas.
El primer paso habr¨ªa de ser una acci¨®n policial eficaz y segura en la persecuci¨®n y detenci¨®n de los terroristas, iniciando la ¨²nica via segura para la erradicaci¨®n, que estamos seguros en la inmodo total e inmediato, que parece imposible, s¨ª de modo irreversible. Eso exige tambi¨¦n, como complemento de esa acci¨®n eficaz, que el peso de la justicia caiga con todo su rigor, y sin contemplaciones de ning¨²n g¨¦nero, sobre los detenidos como culpables de delitos terroristas, sabiendo que en eso los jueces est¨¢n cumpliendo una voluntad popular clara y rotunda.
El segundo paso corresponde al Ej¨¦rcito responsable de la naci¨®n, que estamos seguros es la inmensa mayor¨ªa, aprovechando ¨¦ste todas las circunstancias posibles que muestren rotundamente que el Ej¨¦rcito no es ni en su totalidad ni en su mayoria siquiera golpista, lo cual s¨®lo podr¨¢ lograrse mediante la colaboraci¨®n p¨²blica y abierta de las autoridades militares con las de otras instituciones del Estado, ya sea el Gobierno, la Administraci¨®n p¨²blica u otras instituciones democr¨¢ticas. La reciente inauguraci¨®n del cementerio de la Florida, simult¨¢neamente por el alcalde de Madrid y el capit¨¢n general de la I Regi¨®n Militar, quiz¨¢ sea un ejemplo que convendr¨ªa imitar y seguir en todas las ocasiones posibles. El Ej¨¦rcito espa?ol necesita -en su propio bien, en el del Rey y en el de Espana misma- deshacer cualquier posible malentendido al respecto, liber¨¢ndose de la ignominiosa mancha que sobre ¨¦l han lanzado los golpistas y dejando bien clara a la opini¨®n p¨²blica la inexistencia de cualquier connivencia con ellos.
Pero la disuasi¨®n definitiva y rotunda de los golpistas s¨®lo puede venir de una r¨¢pida y contundente intervenci¨®n de la justicia. Desde el 23 de febrero han pasado ya m¨¢s de tres meses y los tr¨¢mites del proceso se presentan lentos y anormales a la opini¨®n p¨²blica. El tiempo corre a favor de los golpistas, pues las enfermedades graves o se atajan a tiempo o se convierten en mortales de necesidad. Es imperativo que la justicia act¨²e con la m¨¢xima rapidez y con el m¨¢ximo rigor, pues del juicio depende el futuro de la democracia y de la Corona. En ese juicio se va a juzgar a un r¨¦gimen, y en ¨¦l se va a hacer patente si hay una justicia democr¨¢tica que responde a los intereses del pueblo o si, por el contrario, esa justicia est¨¢ al servicio de los intereses esp¨²reos del franquismo y de las clases sociales que lo alimentaron. El futuro del pa¨ªs se juega en ese juicio, y por eso no conviene retrasarlo m¨¢s, pues retrasarlo es dar una patente de corso a los que han demostrado -y demuestran todav¨ªa todos los d¨ªas- su actitud de rebeld¨ªa, de irresponsabilidad y su criminal contumacia contra los intereses del pueblo y de la naci¨®n. As¨ª, al menos, se ve el panorama espa?ol desde estas lejanas tierras estadounidenses, quiz¨¢ excesivamente simplificado por el efecto de la distancia. Espero que otros puntos de vista m¨¢s matizados, desde el interior, ayuden a recortarlo y ponderarlo en sujusta medida.
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