Inteligencia, valor, generosidad
Seguramente es Dionisio el amigo por el que m¨¢s admiraci¨®n he sentido. Su despierta inteligencia, su valor y su generosidad conquistaban a cuantos se acercaban a ¨¦l. Muy joven todav¨ªa, su adhesi¨®n a la Falange de Jos¨¦ Antonio le llev¨® a las peligrosas aventuras pol¨ªticas del primer a?o de la guerra civil. En ¨¦l super¨® los episodios de su jefatura, bajo Gir¨®n, de la ¨¢spera Falange vallisoletana, y se encontr¨® junto a R. Serrano Su?er en la Salamanca de la unificaci¨®n franquista.Su figura creci¨®, y no s¨®lo porque sab¨ªa hablar y razonar en aquella Espa?a nacional de repetidores y tartamudos, sino, porque ten¨ªa coraz¨®n y era desinteresado. Siempre iba delante de los dem¨¢s. Su descontento ante la filiaci¨®n, ya en 1939, de lo que iba a ser el sistema franquista lo convirti¨® en cr¨ªtico inc¨®modo. Yo, que le hab¨ªa seguido todo aquel tiempo, apenas si me d! cuenta de que cuando en diciembre de 1940 fui nombrado, para unos pocos meses. subsecretario, en realidad le sustitu¨ªa a ¨¦l, que no quiso seguir siendo director general de Propaganda.
Comenz¨® entonces. y nunca por razones personales, sino porque era un cr¨ªtico inteligente y sin cobard¨ªa ni acomodamientos, una carrera en la que precedi¨®. con mucha ventaja, a aquellos de sus camaradas que no pod¨ªan menos de ser cr¨ªticos. Reconocer¨¦ que, al menos en mi caso, iba tan adelantado, que no era su ejemplo lo que nos iba moviendo. Pues cuando tom¨¢bamos una posici¨®n cr¨ªtica, ya ¨¦l se encontraba mucho m¨¢s all¨¢. Y esta misi¨®n de gu¨ªa le fue reconocida tambi¨¦n por otros, incluso gentes que nunca hab¨ªan militado en el mismo bando de la guerra civil.
Su carta a Franco en julio de 1942, que le llevar¨ªa fulminantemente al destierro, iba muy por delante de las ya fuertes dudas que sus camaradas m¨¢s cercanos sent¨ªamos sobre el r¨¦gimen.
Cuando Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez todav¨ªa nos alist¨®, en 1951, a los ya m¨¢s que dubitativos, que ¨¦ramos, por ejemplo, La¨ªn y yo, Dionisio era, ¨¦l solo, sin entrar en ning¨²n cargo oficial, una voz de la conciencia que hablaba a veces todav¨ªa en jefaturas provinciales del estancado ?Movimiento? y nos dejaba a todos at¨®nitos con su audacia. La crisis de 1956 lo llev¨® a la c¨¢rcel de Carabanchel, y de ella sal¨ªa, porque, como ¨¦l cuenta, ?hab¨ªa tocado fondo?, con un boceto de partido pol¨ªtico que iba, otra vez, muy por delante. Habr¨ªan de pasar varios a?os para que yo le acompa?ara en las reuniones de conspiraci¨®n y de pensar en el porvenir.
Son casi dos decenios, los ¨²ltimos que le fueron concedidos, de agitaci¨®n incansable, en circunstancias dif¨ªciles, hacia el final con aquellos par¨¦ntesis de Heme aqu¨ª ya profesor en Estados Unidos, hasta que el coraz¨®n le desfallece a pocos meses de distancia de la inevitable muerte del dictador.
Literariamente hizo una larga carrera, que le asegura un puesto en nuestro Parnaso, comenzando por aquella ?palabra humanamente ret¨®rica? con que L. F. Vivanco, todav¨ªa en 1961, pod¨ªa definir el conjunto de su obra po¨¦tica hasta aquella fecha, y terminando con los confesionales versos de Casi en prosa.
Conductor pol¨ªtico
As¨ª de lograda, en la profec¨ªa y la lucha pol¨ªtica, fue la existencia de nuestro amigo. Faltar¨ªa en el actual momento imaginar cu¨¢l hubiera sido la actuaci¨®n de un Dionisio cercano ya a los setenta a?os. Mi incapacidad para poder adivinarlo se justifica en la lentitud con que, como voy diciendo, le he seguido desde 1941. Y, sin embargo, si no queremos quedarnos en un recuerdo funerario, tenemos que evocar algo su capacidad de reacci¨®n, su originalidad como conductor pol¨ªtico.
Su lecci¨®n, que no me siento capaz de imaginar, hubiera sido, como antes, la de no dejarse atropellar por los sucesos, si no adelantarse a ellos. Hubiera ayudado a los pol¨ªticos a sacar m¨¢s partido de los breves a?os en que alrededor de la redacci¨®n definitiva de la Constituci¨®n y de las elecciones democr¨¢ticas, se pon¨ªa en marcha el sistema que se basaba, y se basa todav¨ªa, en el acuerdo de la mayor¨ªa de las gentes de respetar y pedir respeto, admitir las leyes de la convivencia y de la no imposici¨®n por la fuerza. Hubiera sido un est¨ªmulo para no dejar empantanarse los problemas. Y hubiera reclamado una moral p¨²blica que reformara el aparato del Estado en todas las esferas. Hubiera sacado partido de la ¨¦poca en que la Iglesia parec¨ªa renunciar a tener partidas propios, y de la relativa treugua laboral y de los tiempos en que cada partido parlamentario manten¨ªa una cierta disciplina. Y nos estar¨ªa advirtiendo ahora de los peligros de asustarse ante cuanto est¨¢ ya pactado en la Constituci¨®n: autonom¨ªas, separaci¨®n de Iglesia y Estado, libertades individuales y derechos humanos a cubierto de asaltos. Ahora cuando queremos saber qu¨¦ hacer y c¨®mo actuar, la figura de nuestro amigo, ya ?ay! en la historia, nos da ejemplo, pero no nos puede dar la lecci¨®n viva que nos dio tanto tiempo como adelantado y est¨ªmulo de nuestra conciencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.