Gonz¨¢lez
Gonz¨¢lez, Felipe Gonz¨¢lez, es un cuajar¨®n de silencio, una fuente sellada de los jardines de la Moncloa, el hombre que m¨¢s sabe y m¨¢s puede -si quisiera, ay si quisiera- contra la gran ultraderecha, que es la que nos tiene en un grito, porque a la llamada gran derecha le ocurre que, aparte de contentarse con cualquier cese -Gabilondo, Tola, Ra¨²l del Pozo, Lalo Azcona-, resulta que no existe. La gran derecha es un molino de viento, ingenuo de harina, que Fraga ve y presenta como un gigante.La gran ultraderecha, no. La gran ultraderecha est¨¢ ah¨ª, aqu¨ª, a la vuelta de la esquina de la plaza de Catalu?a, y tiene direcci¨®n ¨²nica como la calle de Serrano. De la gran ultraderecha el que m¨¢s sabe es Gonz¨¢lez, y sabe tanto que el conocimiento le quita pasi¨®n. Sabe que no hay mucho que hacer. Alguien dijo que el hombre primitivo recurr¨ªa al mito cuando le desbordaban los datos. Felipe, que a su manera es un primitivo, un na?f del socialismo -de ah¨ª su encanto y su aura de -ran estafado-, est¨¢ desbordado por los datos, y como el mito Marx lo pas¨® a la reserva, se queda quieto sobre un pie o el otro, seg¨²n. Gonz¨¢lez tiene un congreso me parece que para octubre. Lo que no se sabe es si tendremos octubre. El que va a salir de ese congreso es un Gonz¨¢lez ancheado, engrandecido, vitaminizado, que puede ganar las elecciones y a¨²n le sobrar¨¢n votos favorables para encender el puro. Pero el Gonz¨¢lez de hoy mismo, abultado de los secretos del Gobierno, t¨®rpido de un exceso de destino, es el ?adolescente disputado? y shakesperiano que enamora a la derecha por cuanto le teme, y esperanza a la izquierda porque siempre hay como media Espa?a que le vota.
Todav¨ªa unos ricos monta?eses me dicen que si sale Gonz¨¢lez har¨¢ nacionalizaciones. La paleoderecha es que no quiere enterarse, claro. A Gonz¨¢lez se le est¨¢n poniendo las cosas tan demasiado bien que nos da casi miedo, no por nada, sino porque el hispanointegrismo tiene muy en cuenta estas cosas. Hasta su mejor amigo, Mitterrand, se le casa con la rica de la aldea planetaria, o sea, la Rep¨²blica francesa. Lo cual que el se?or Revel, hombre de L'Express, ha venido a ver los toros desde los apuntes de Anciones, aqu¨ª, en Madrid, y explicarnos que los t¨¦rminos derecha/izquierda est¨¢n superados, o sea, don Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora veinte a?os m¨¢s tarde, y con mucho menos aparato balmesiano y vazquezmellado que don Gonzalo. De esto sale, como nos tem¨ªamos, que la victoria de la izquierda francesa no significa nada, pues que no habiendo izquierda ni derecha, el caos le ha ganado a la nada, o la nada al caos. El tanteo est¨¢ muy igualado. De lo que sale, a su vez, que Gonz¨¢lez no puede contar con la izquierda francesa ni con Mitterrand, que es un se?or que tampoco existe: la nada con bufanda y buen estilo literario. Ya ni hay Pirineos cuando los Pirineos son socialistas. La paleoderecha espa?ola se lo hace de moderna. Calvo Sotelo tuvo sus palabritas con Schmidt por quitarle un ligue a Gonz¨¢lez, y ahora la inteligencia sentiente madrile?a quiere quitarle, a su vez, el ligue Mitterrand, porque, entre el ser y la nada, parece que Mitterrand cae del lado de la nada. De ah¨ª que miles de millones de francos hayan volado a posarse en los tilos de Zurich. El dinero es igual de patriota en todas partes, El Mitterrand que m¨¢s asusta es siempre el que no existe.
Gonz¨¢lez, este hombre que calla, denso de secretos, sombr¨ªo de saberes, enterado ya de que la guerra es a muerte. Felipe el destinado. Entre Mitterrand y los aceituneros altivos. A izquierda/ derecha, reba?os de opini?n pastan e ¨¦l. Le carga de un futuro no tanto socialista como la sociedad entera que le mira. Hay una vaga alternativa, hoy, en la calle: o Tejero o Felipe. As¨ª de simple.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.