Un Nobel para el Rey y otro para el arte de torear
Antonio Olmos, que quiso ser torero y ayer le apeteci¨® convertirse e n espont¨¢neo. salt¨® a la arena cuando hab¨ªa sido devuelto al corral el segundo toro y despleg¨® una muleta ilustrada en la que, por el anverso, se le¨ªa en gruesos caracteres: ?El Nobel de la Paz para el Rey?, y por el reverso: ?Viva la Constituci¨®n?. En una esquina de la franela figuraba bordado a todo color el emblema del PSOE, sus siglas, su pu?o, su rosa.Y no qued¨® todo ah¨ª, sino que el encorbatado Olmos se fue al toro que no era suyo (ni de nadie ya, lo hab¨ªan devuelto) y, con el bien aprendido oficio taurino que s¨ª era suyo, dio unos muletazos, en medio del asombro general, primero. y, del general regocijo, despu¨¦s; que la plaza acept¨® el bravo manifiesto con mucha complacencia, y los Reyes re¨ªan, y el presidente de la Diputaci¨®n, que les acompa?aba (y es del PSOE, precisamente), estaba tan orondo que no cab¨ªa en el traje.
Plaza de Las Ventas
Corrida de Beneflicencia. Cinco toros de Samuel Flores, bien presentados, manejables, Y segundo, sobrero de El Sierro, manso. Manolo V¨¢zquez: Pinchazo hondo atravesado. otro perdiendo la muleta y, estocada atravesada (ovaci¨®n, con algunos pitos, salida a los medios). Media y descabello (protestas). Manzanares: Media Y cinco descabellos (bronca). Cinco pinchazos, rueda de peones y dos descabellos (protestas). Julio Robles: Badajoz) (ovaci¨®n y salida al tercio). Tres pinchazos y nueve descabellos (pitos). Un toro de Manuel S¨¢nchez Cobaleda, parael rejoneador Joao Moura: Un rej¨®n ca¨ªdo (palmas y pitos). Presidieron la corrida desde el palco de honor los Reyes de Espa?a. Muy buena entrada.
Bien, el Nobel de la Paz para el Rey, lo ped¨ªan desde el ruedo, pero el Nobel del arte taurino tambi¨¦n para un veterano diestro, a quien en aquellos momentos a¨²n le resonaban en los o¨ªdos las ovaciones por una faena exquisita, y los aficionados todav¨ªa est¨¢bamos paladeando la ambros¨ªa del toreo verdadero cuando se interpreta con alma y alegr¨ªa.
En el primer toro de lidia ordinaria se produjo esa faena, con un pr¨®logo de ayudados suaves, ganando terreno, dominando como quien no quiere la cosa, como quien se fuma un puro, as¨ª, sin apenas darle importancia a la t¨¦cnica del muletazo bien trabado y dirigido. Naturalidad. Torear. Y luego, los cascabeles. Qui¨¦n dijo eso de que, para torear, para eso de transmitir -que dogmatizan- hay que darse importancia, o aflamencarse, o fingir suicidarse, si no son espasmos, exagerar la nota?. No lo dir¨ªa Manolo V¨¢zquez, ni nadie ayer en Las Ventas, pues a todos nos ten¨ªa encandilados el veterano torero con aquellos cites de frente, aquellos redondos y naturales, muy largos y muy templados, sin apenas encorvar la figura, tan relajado ¨¦l, y mim¨¢ndole al toro: ?Torito, ven, ven torito, m¨¦tete aqu¨ª, anda, vente, vente?. Y cuando se cimbreaba para alegrar la quedada embestida. Y cuando se echaba todo el toro por delante, en el pase de pecho. A gloria sab¨ªa aquella faena.
La ech¨® a perder al matar -lo hizo muy mal- y ech¨® a perder su tarde en el cuarto, un Samuel de manejable condici¨®n, al que apunt¨® unos redondos y en seguida le cogi¨® asco. En realidad, toda la tarde estaba echada a perder, desde que salieron los cojos, el segundo, el segundo bis, y ninguno se quer¨ªa ir al corral, y empezaba a hacerse de noche y a¨²n est¨¢bamos en el mismo segundo toro, Manzanares peg¨¢ndole mantazos a un manso de El Sierro, sin ning¨²n recurso, sin ning¨²n decoro, trastabillea que trastabillear¨¢s tris-tras, s¨¦ pegar pases, pero y a-no-me-s¨¦-m¨¢s.
Julio Robles mulete¨® aseadito -s¨®lo aseadito- al tercero, que se quedaba. Al quinto, que era noble, Manzanares le peg¨® los consabidos, sin sentirlos y sin ligarlos. Un sello de aburrido pegapases llevaba Manzanares en la que ya era corrida nocturna, y a estas alturas estar¨¢ arrepentid¨ªsimo de haber buscado las m¨¢ximas influencias para que le metieran en el cartel, a pesar de sus fracasos en la feria. pues este nuevo fracaso a¨²n result¨® m¨¢s gordo y quiz¨¢ sea definitivo. Y llegado el sexto de la noche -la plaza se hab¨ªa quedado medio vac¨ªa, permanec¨ªamos la m¨²sica y ac¨¢, y los Reyes (una profesionalidad todos), Robles tampoco acab¨® de confiarse, y para rematar el desastre, necesit¨® ni se sabe cu¨¢ntos golpes de verduguillo.
Hubo unos rayitos de luz en la opacidad de este entierro de tercera, tales las chicuelinas de Manzanares corregidas Y aumentadas por Robles en el sigiuiente quite y media ver¨®nica cadenciosa de Manolo V¨¢zquez en el suyo, Y una revolera honda y preciosa de Robles otra vez, que con el capote les ganaba a los dem¨¢s la partida. Pero fueron unos d¨¦biles rayitos de luz. La tarde -hasta Moura estuvo fatal- s¨®lo hab¨ªa dado de s¨ª la proclama del espont¨¢neo y aquella faena de Manolo V¨¢zquez. Eso s¨ª, para Premio Nobel.
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