En espera de una LAU mejorada
Quiz¨¢ el curso 1980-1981 pueda pasar, si pasa, a la historia de la maltrecha universidad espa?ola porque en ¨¦l se. ha adoptado la no f¨¢cil decisi¨®n de modificar, tras el cambio de Gobierno en febrero, el proyecto de ley org¨¢nica de Autonom¨ªa Universitaria (LAU), ya dictaminado por la Comisi¨®n de Universidades del Congreso de los Diputados y publicado un mes y medio antes en el Bolet¨ªn Oficial de las Cortes.
En su momento, tal decisi¨®n fue muy discutida; no en vano el proyecto de ley en gestaci¨®n hab¨ªa llegado a convertirse en uno de los pivotes de la pugna pol¨ªtica en y entre los partidos. Presentado con habilidad a la opini¨®n p¨²blica como una de las manifestaciones en que se decantaban los elementos pretendidamente m¨¢s progresistas del sector socialdem¨®crata del Gobierno de UCD, es dudoso que la imagen haya variado mucho, aunque los comentaristas que han continuado propag¨¢ndola no parezcan haber dado respuesta a las cr¨ªticas de uno de los pocos profesores universitarios, Jos¨¦ Mar¨ªa Lozano Irueste, que con m¨¢s rapidez que ning¨²n otro os¨® poner p¨²blicamente en entredicho aquel presunto car¨¢cter.
Pero el proyecto de LAU no era particularmente progresista. Y no lo era, sobre todo, en el crucial aspecto de los mecanismos futuros de selecci¨®n del profesorado. Vagamente aupado en planteamientos como los desarrollados en la ley marco alemana de'26 de enero de 1976, el texto hubiera, en mi opini¨®n, incorporado definitivamente a las universidades espa?olas a ese nirvana al que parece aspirar una buena parte de nuestra sociedad, donde se ahoga la competencia y se extiende a casi todo el mundo el cheque en blanco de la inamovilidad funcionarial. Hubiese sido la cristalizaci¨®n final del desastre universitario que ha legado a este pa¨ªs el anterior r¨¦gimen.
El art¨ªculo 59
Tal peligro aflora con particular intensidad en el curioso art¨ªculo 59 del proyecto de LAU que preve¨ªa un sistema de impronta demag¨®gica mediante el cual una segunda renovaci¨®n cuatrienal del contrato a los profesores implicaba autom¨¢ticamente que ¨¦stos adquiriesen la condici¨®n de permanentes. Tal forma de acceso a lo que los anglosajones denominan tenure hubiera, me parece, congelado la din¨¢mica universitaria espa?ola -que existe, mal que pese a algunos- en las actuales estructuras de poder local y en las escuelas y capillas hoy vigentes, consagrando de manera definitiva el mandarinazgo acad¨¦mico actual y las presiones particularistas. Para salvar el escollo de las desprestigiadas oposiciones se establec¨ªa una pol¨ªtica de puertas abiertas que no merece otro calificativo que el de torpe, aunque sus resultados se proyectasen en el oscuro y pobre mundo de la pol¨ªtica interna de cada universidad a favor de personas a las que en principio no se les exig¨ªa ninguna calificaci¨®n profesional determinada. Con mucha raz¨®n, pero escasa repercusi¨®n period¨ªstica, el profesor Lozano Irueste adjetiv¨® tal sistema de tercermundista.
Es cierto que el proyecto de LAU preve¨ªa otros mecanismos para acceder a la condici¨®n de profesores de cuerpos estatales, pero despu¨¦s de tantos a?os de discusiones y de papeleo en el ministerio la resultante dejaba tantas lagunas por cubrir que no era dif¨ªcil prever en la futura provisi¨®n de catedr¨¢ticos y adjuntos una corrupci¨®n infinitamente m¨¢s intensa que la que ya se produce en la actualidad y en la cual es necesario instruir a nuestro PNN.
La reforma universitaria en Espa?a tiene, creo, que partir de una constataci¨®n: el desolador estado a que la pol¨ªtica educativa del pasado ha conducido a nuestras universidades, dotadas de medios y de hombres a niveles que provocan bochorno, que carecen de un ethos profesional homologable con el de los pa¨ªses de nuestro entorno y que se encuentran lastradas por la perpetuaci¨®n de un sistema selectivo para acceder a la tenure abierto end¨¦micamente a la corruptela, a la amigocracia y al favoritismo. El proyecto de LAU ampliaba a¨²n m¨¢s la posibilidad de descubrir nuevas y perfeccionadas modalidades para desarrollar estos males de la universidad espa?ola, en la que, como es notorio, con tres voto en un tribunal puede hacerse catedr¨¢tico hoy a un poste de tel¨¦grafos.
C¨®mo conseguir que una parte del profesorado numerario que debe su plaza a la intriga y a la manipulac¨ª¨®n no llegue a seleccionar desde similares presupuestos a los profesores del ma?ana requiere, ya que no una poco probable modificaci¨®n de la conciencia, s¨ª al menos un sistema que deje escaso margen a las componendas, a la compra o al mercadeo de votos en los tribunales por cuya composici¨®n cabe predeterminar qui¨¦nes ser¨¢n los candidatos victoriosos. Escasos eran los elementos de control en los mecanismos de filtraje que aparec¨ªan en el proyecto de LAU que encontraba la soluci¨®n de problemas sociales end¨®genos en la mera aceptaci¨®n mim¨¦tica de respuestas for¨¢neas.
Sistema de r¨ªgido centralismo
Ha de se?alarse que la implantaci¨®n en Espa?a de instituciones como la habilitaci¨®n, tomada de la experiencia alemana, se produce aqu¨ª en condiciones muy diferentes de las que prevalecen en la Rep¨²blica Federal de Alemania. La reorganizaci¨®n universitaria en este ¨²ltimo pa¨ªs a partir de la ley marco se ha basado en la previa existencia de una normativa muy detallada a nivel de Estados federados y en un desarrollo muy amplio de la autonom¨ªa de las distintas universidades dentro de ¨¦stos. Precisamente la ley-marco, aprobada tras ocho o nueve a?os de intensas discusiones, al lado de las cuales las nuestras parecen -son- juegos de ni?os, se estableci¨® como canal que encauzase evoluciones que amenazaban con ser dispares. Aqu¨ª se parte, por el contrario, de un sistema de r¨ªgido centralismo, potenciado por el mandarinazgo de los catedr¨¢ticos, para ir a una descentralizaci¨®n, careciendo antes de los moldes normativos que regulan a nivel particular los procesos de selecci¨®n del profesorado.
Es posible que la universidad espa?ola haya traspasado ya su punto de no retorno para nuestra generaci¨®n y que una parte de su profesorado haya, en general, seguido un curso paralelo. De la misma forma que los catedr¨¢ticos espa?oles han asumido impert¨¦rritos la corrupci¨®n universitaria que foment¨® el franquismo, podr¨ªa parecer que muchos hubieran aceptado complacidos la totalidad del proyecto de LAU. No en vano su puesta, en pr¨¢ctica hubiera permitido, creo, que la corrupci¨®n del futuro se trasladase a nivel local, sin la necesidad -siempre molesta- de tener que compartirla con el Ministerio. Desde el punto de vista de la selecci¨®n del profesorado, el proyecto apuntaba en una direcci¨®n repleta de peligros y amenazaba con reproducir algunos de los peores defectos de la universidad franquista. No cabe, pues, dejar de denunciar tales elementos regresivos, inaceptables para una sociedad que tiene derecho a esperar de sus universitarios una toma de posici¨®n que, a la vez que exponga cr¨ªticamente los errores y corruptelas del pasado, se enfrente con el compromiso de contribuir a construir eficazmente el futuro. Esta es, en definitiva, la apuesta que aguarda a la mejora de la LAU y que aguarda a la universidad espa?ola. De ella depende, en cierta medida, el porvenir de este pa¨ªs.
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