Bodas de oro en familia
Plaza de Las Ventas. Corrida conmemorativa del cincuentenario de la plaza. Toros de Juan Pedro Domecq, Joaqu¨ªn Buend¨ªa, Samuel Flores, Buend¨ªa (sobrero sustitu¨ªa a un cojo de Dionisio Rodr¨ªguez), Murteira Grave y Marcos N¨²?ez Joaqu¨ªn Bernad¨®: dos pinchazos, bajonazo y aviso cuando dobla el toro (aplausos) Angel Teruel: estocada baja (protestas y algunas palmas). D¨¢maso Gonz¨¢lez: estocada (ovaci¨®n con algunos pitos y saludos). Julio Robles: pinchazo y estocada corta (oreja). Tom¨¢s Campuzano: bajonazo (vuelta protestada). Pepe Luis V¨¢zquez: pinchazo y quince descabellos (protestas).Est¨¢bamos en familia para celebrar las bodas de oro de Las Ventas, primera plaza del mundo siempre, siempre. La Diputaci¨®n, que organiz¨® el festejo, puede irse apuntando el fracaso de p¨²blico, y si en el montaje particip¨® la empresa Chopera, dese por aludida.
La tarea organizativa no era f¨¢cil, pero se debi¨® abordar mejor. De cualquier forma, los tendidos de sol habr¨ªan quedado vac¨ªos, tal cual estaban ayer, porque sentarse en ellos, con lo que estos d¨ªas cae en Madrid, supon¨ªa someterse a una de las variantes del martirio chino. Y tampoco es eso. Pero m¨¢s grave result¨® que permitieran salir por los chiqueros algunos ejemplares llamativamente d¨¦biles y escandalosamente romos, como desde luego no se hab¨ªan visto en Madrid este a?o.
Por ejemplo, el Buend¨ªa que le sirvi¨® de juguete a Teruel debi¨® ser devuelto al corral. La protesta era justificad¨ªsma. Aquel toro, que por chico (muy chico) a¨²n tendr¨ªa un discutible pasar, dadas las caracter¨ªsticas de la casta Santa Coloma, por manifiesta invalidez era absolutamente in¨²til para la lidia. Toda la plaza pidi¨® a la presidencia que lo devolviera al corral, pero esta no hizo ni caso, y la faenita relamida de Teruel, jugando al carret¨®n con el animalito, se acogi¨® con airadas muestras de desagrado, entre las que sobresal¨ªa el penetrante silbido que proviene de la andanada cuando se producen estos o parecidos atropellos.
En cambio, la presidencia, que hab¨ªa incumplido lo que ordena el reglamento cuando los toros no re¨²nen las necesarias condiciones para la lidia, adopt¨® medidas (o permiti¨® que se adoptaran) contra el andanadista de los silbidos. Y as¨ª aparecieron en la andanada del echo un sargento y dos agentes de la Polic¨ªa Nacional, los cuales conminaron al aficionado de la protesta a que les entregara el pito. Y se arm¨® el natural revuelo. El andanadista apelaba al derecho constitucional que le asiste de manifestar libremente su opini¨®n, en este caso en forma de protesta y pito. Y los espectadores que hab¨ªa alrededor le apoyaron, al tiempo que culpaban del incidente a la presidencia y a los diputados.
Todo se politiza en esta fiesta. Pero hab¨ªamos ido a ver lidia, que transcurri¨® en tono menor. Bernado estuvo suelto y pulcro con el capote y torero con la muleta frente a un Juan Pedro de gran casta que peleaba con aspereza. Los momentos m¨¢s brillantes del Noi de la Rierela se consumaron en los iniciales ayudados y pases de la firma instrumentados con gusto y torer¨ªa. D¨¢maso Gonz¨¢lez le endilg¨® el derechazo, quieras que no, a un mulo de Samuel, para lo cual recorri¨® medio ruedo al hilo de las tablas, intercalando p¨¦ndulos y meti¨¦ndose entre las bien desarrolla das astas. La faena de la tarde la cuaj¨® Julio Robles con un encastado cinque?o sobrero de Buend¨ªa. Antes, la faena la hab¨ªa hecho el toro rechazado, que permaneci¨® media hora en el ruedo, resisti¨¦ndose a ir al corral, hasta que Agapito lo descabell¨® desde un burladero y por esta verdadera proeza hubo de saludar montera en mano.
El dicho Buend¨ªa era sospechosamente romo e inv¨¢lido, y a la vez noble y encastado. Un toro interesant¨ªsimo para una faena interesante, desvalorizada por el abuso del pico, pero realzada por el temple, el mando, la largura y la ligaz¨®n de los muletazos, entre los que se engarzaban extraordinarios pases de pecho. Julio Robles, una vez m¨¢s, ha demostrado su val¨ªa, muy por encima de casi todas las figuras esas que copan el comercio de la fiesta. Ser¨¢ de raz¨®n que le den ese sitio que ha ganado de sobra. La afici¨®n de Madrid se lo tiene concedido desde hace ya mucho.Al Murteira, de gran trap¨ªo, cornal¨®n, vuelto, astifino y manso, lo oblig¨® con valor y poder¨ªo Campuzano, y va en los muletazos iniciales lo ten¨ªa sometido. Su error fue prolongar hasta la exageraci¨®n el trasteo, y el ¨¦xito importante que hab¨ªa ara?ado qued¨® en vuelta al ruedo protestada. El af¨¢n de pegar pases produce estos resultados. Lo dif¨ªcil. que era dominar al toro, lo hab¨ªa hecho ya Campuzano en las dos primeras series con ambas manos, donde aguant¨® con serenidad la incierta embestida y la condujo a su voluntad. El resto fue pasarse de faena y aburrir al p¨²blico. Ojal¨¢ alg¨²n d¨ªa comprenda este torero, y casi todos, que doce pases hondos hacen toreo y lo dem¨¢s es rutina.
Y lleg¨® Pepe Luis, para mal. Zarandeando con hirientes frases desde distintos sectores del tendido, perdi¨® los papeles, no consigui¨® hacerse con el violento Marcos Nu?ez y el descabello dio un sainete. Pepe Luis tiene Madrid en contra y la culpa es suya. Tanto mimo y tanto remilgo en la fase de promoci¨®n han producido este ambiente hostil, que s¨®lo romper¨¢ el d¨ªa que se apriete los machos y haga el toreo. Si su prop¨®sito es ir por la vida como ayer, m¨¢s valdr¨¢ que vuelva a casa. Hasta aqu¨ª hab¨ªa tenido un discutido cr¨¦dito en la primera plaza del mundo. Ahora ya no tiene ni cartel.
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