Que le hagan ministro
A don Ricardo de la Cierva, que le hagan ministro. Cuando era ministro escrib¨ªa menos art¨ªculos y desestabilizaba menos.Ahora, como no es ministro ni perspectiva de serlo, Don Cierva vuelve a su golpismo literario (nada que ver con el golpismo f¨¢ctico) desde todas las terceritas del pa¨ªs. Don Cierva, en reciente pandecta sobre el caso Ord¨®?ez/Corpus/don Marcelo, define la transici¨®n democr¨¢tica como ?una situaci¨®n podrida?. Podrida, claro, la situaci¨®n, desde que a ¨¦l lo sacaron de ministro. Don Cierva empuja con su falta de poder a favor del mucho poder del cardenal primado y, entre otras prosperidades, le recuerda ?experto en la comunicaci¨®n teol¨®gica con los estudiantes de Valladolid?. Ver¨¢ usted, Don Cierva (D may¨²scula, siempre, robot, cuerpo), a don Marcelo me lo s¨¦ desde que era cura raso en Valladolid, desde que predic¨® una novena agustiniana en San Benito (carmelitas con siller¨ªa de coro de Berruguete) en aquella ciudad, y desde que abandon¨® a las chicas topolino que le rondaban de misal y velito para trepar al p¨²lpito de la catedral herreriana y, desde all¨ª en misa de una, los domingos, hacerle al p¨²blico m¨¢s caro de la ciudad (todav¨ªa los invictos padres de la mocedad a la que ahora pasa revista marcial Blas Pi?ar) un serm¨®n de media hora, sadomasoquista, que pon¨ªa l¨¢tigos de elocuencia y rel¨¢mpagos espinales en la espalda ilesa de las grandes damas. Suasorio contra la culpa venial/social de los maridos (falta de caridad), las dejaba a ellas alegres de conciencia para otras cuestiones menores, ya que, seg¨²n aquel pre dicador tan moderno, no hab¨ªa m¨¢s cuesti¨®n ante el Alt¨ªsimo que la llamada ?cuesti¨®n social?. De paso, la altoburguesa pod¨ªa odiar un poco, desde su peque?o coraz¨®n, al marido sequizo, sin ca ridad suficiente. Don Marcelo novelizaba cada domingo a las Madame Bovary blancas y en potencia de mi peque?a ciudad. A cambio de ese protagonismo, se le pod¨ªan dejar hasta cien duros en el cepillo de las ¨¢nimas. En cuanto a los estudiantes universitarios, estaban en los billares fronteros a la catedral, mi se?or Don Cierva, jug¨¢ndose la propina del domingo, tomando verm¨²s y salt¨¢ndose la misa a tres bandas. Esa era toda la comunicaci¨®n teol¨®gica del pre dicador con los futuros intelec tuales.
Don Marcelo se lo hizo siempre, un poco, de San Agust¨ªn (todos realizamos el modelo de otro para ser nosotros mismos), pero nunca consigui¨® que aquel Valladolid fuese la Ciudad de Dios, porque le faltaba anchura agustiniana para eso, y le sobraba donmarcelismo. Tampoco ha conseguido -y esto me parece m¨¢s grave- que su Toledo primado sea la Ciudad de Dios suspendida sobre el Tajo, sino la ciudad y provincia que m¨¢s vetan Fuerza Nueva. Parece lo mis mo, pero es completamente lo contrario. En la Ciudad de Dios cabr¨ªa Fern¨¢ndez-Ord¨®?ez, que es un se?or que no da un ruido. Miguel S¨¢nchez-Mazas lo ha explica do muy bien en este peri¨®dico, y Pacord¨®?ez no necesita, por otra parte, mayores pecheros literarios que ¨¦l mismo. Dice Don Cierva que ?apa?ada anda la Presidencia del Gobierno ?. Ah¨ª le quer¨ªa yo ver y a eso iba lo del golpismo literario, que he esculpido antes. Un art¨ªcu lista que todav¨ªa dice ?apa?ada? no es un articulista. Es un topique ro que habla como mi t¨ªa y practica el terrorismo gramatical. Ni la Presidencia del Gobierno est¨¢ ?apa?ada? ni ese participio lo utiliza ya'ning¨²n escritor sint¨¢ctica mente libre, progresista, de mocr¨¢tico, ¨¦tico y est¨¦tico.
Que le hagan ministro, hombre. De ministro hace menos da?o, nos estropea menos el estilo. Aparte tramas civiles, tramas neras y otras tramas, est¨¢ la trama Don Cierva, unipersonal y antigramatical. Que le hagan ministro. De notable es como menos se le nota.
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