El futuro de Ir¨¢n, entre la islamizaci¨®n de la pol¨ªtica y la clericalizaci¨®n del poder
Ir¨¢n es una doble frontera. Desde los albores de la revoluci¨®n isl¨¢mica, este pa¨ªs ha sido una de las m¨¢s importantes piezas de la subterr¨¢nea guerra de posiciones que norteamericanos y sovi¨¦ticos lidian por el control del Oriente Pr¨®ximo y del Indico. Sin embargo, Ir¨¢n es tambi¨¦n cabeza del Tercer Mundo, un pa¨ªs cuyo r¨¦gimen intenta con sus actos poner en cuesti¨®n el esquema bipolar mundial.
Esta doble cualidad de frontera entre el Este y el Oeste y el Norte y el Sur convierte el an¨¢lisis de la situaci¨®n pol¨ªtica iran¨ª en una empresa a menudo inextricable, complicada todav¨ªa m¨¢s por el car¨¢cter contradictorio de toda revoluci¨®n, que en este caso tiene un corte ideol¨®gioco isl¨¢mico muy dif¨ªcilmente parangonable con el de otras revoluciones conocidas.Hoy, la revoluci¨®n iran¨ª afronta un grave desaf¨ªo. El asesinato del hombre que administraba el poder de Jomeini, Mohamed Bejesti, y que ha supuesto la decapitaci¨®n del principal partido pol¨ªtico iran¨ª y de la justicia isl¨¢mica, institucion cardinal dentro de este r¨¦gimen, no parece ser un hecho casual, seg¨²n interpretan las autoridades de Teher¨¢n.Todos los poderes constituidos en Ir¨¢n han sufrido grav¨ªsimas p¨¦rdidas tras el bombazo de la plaza de Bahrestan, sede del Partido de la Rep¨²blica Isl¨¢mica. El ejecutivo, cuatro ministros, seis viceministros y una elite de expertos que en un pa¨ªs en plena revoluci¨®n resulta muy dif¨ªcil sustituir. El Parlamento (Majlis), veintisiete diputados, una cifra de ausencias con suficiente envergadura para donar el qu¨®rum necesario para actuar con soltura. El poder judicial ha perdido su cabeza, Bejesti, la misma que la del partido hegem¨®nico, adem¨¢s de siete miembros de su direcci¨®n.
La cabeza de la revoluci¨®n
El im¨¢n Jomeini -hombre de una inteligencia fuera de lo com¨²n y con un sentido muy singular del pragmatismo, cuya imagen dista mucho de la propalada en Occidente- tiene ahora 84 a?os. Cabeza real de la revoluci¨®n isl¨¢mica, ha sorteado con ¨¦xito las peligrosas pruebas que sus enemigos de fuera y de dentro del pa¨ªs le han colocado enfrente para truncar su revoluci¨®n.
Sin duda, el acontecimiento que m¨¢s le ha da?ado pol¨ªticamente ha sido la destituci¨®n de Banisadr, por quien Jomeini apost¨® muy fuerte en las elecciones que condujeron al economista y soci¨®logo iran¨ª a. la presidencia. Consciente de que la clericalizaci¨®n completa del poder entonces, febrero de 1980, podr¨ªa resultar muy da?ina para la consolidaci¨®n de la revoluci¨®n, Jomeini quiso equilibrar con Banisadr el poder amplio de los religiosos con el poder de los laicos, cuya cabeza visible ha, sido en esta etapa el presidente destituido.
Es preciso hacer una distinci¨®n importante: una cosa es el prop¨®sito permanente de Jomeini de islamizar la pol¨ªtica iran¨ª, y otra bien distinta clericalizar el poder completamente. Las l¨ªneas generales de los discursos del im¨¢n han ido siempre en la primera direcci¨®n, pero hasta ahora siempre se cuid¨® mucho de aceptar del todo la segunda tendencia. Empero, los efectos pol¨ªticos del atentado del domingo colocan de modo frontal al gu¨ªa de la revoluci¨®n ante este segundo caminno. Desmantelados los poderes civiles por el curso del proceso revolucionario, que ha dejado a un lado a personalidades pol¨ªticas como Bazargan o Banisadr, Jomeini carece ahora de instrumentos relevantes para continuar equilibrando los poderes del clero y de los laicos, que antes conjuntaba con una f¨®rmula intermedia, compensada. Ahora, el eje sobre el que se apoya su l¨ªnea, el Partido de la Rep¨²blica Isl¨¢mica, se ha resentido enorme mente y ha sufrido grav¨ªsimas p¨¦rdidas. No es casual que la palabra m¨¢s o¨ªda estos d¨ªas en Teher¨¢n sea la de "contrarrevoluci¨®n", por el alcance del atentado y la desestabilizaci¨®n que ha provocado.
A rega?a dientes, Jomeini pare ci¨® verse abocado a dar luz verde a la clericalizaci¨®n del poder, pero no tanto como para no seguir in tentando recomponer alguna suerte de equilibrio que haga m¨¢s llevadero a los iran¨ªes el proceso revolucionario, el primero de cuyos rasgos fundamentales es la aplicaci¨®n rigurosa, estricta, del Islamchlita, que el r¨¦gimen de los ayatolahs iterpreta de acuerdo con el libro sagrado y la revelaci¨®n musulmana.
Pero clericalizar el poder no va a ser una tarea f¨¢cil, y los dirigentes isl¨¢micos, con Jomeini a la cabeza, lo saben. Por eso, para cubrir la presidencia de la Rep¨²blica Isl¨¢mica en las pr¨®ximas elecciones se barajan nombres como el del ex consejero de la revoluci¨®n Hassan Habbibi, de trayectoria isl¨¢mica moderada y cultura plural. Ello obedecer¨ªa a que los l¨ªderes isl¨¢micos son conscientes de que en Ir¨¢n hay un cierto rechazo de importantes capas sociales al proyecto pol¨ªtico clerical, porque Ir¨¢n no accedi¨® a una revoluci¨®n con una estructura social virginal, sino dibujada sobre esquemas de ordenamiento no isl¨¢micos. Todas las instituciones vigentes en Ir¨¢n, pese a los esfuerzos de la revoluci¨®n, contienen estos determinantes anteriores, que convierten la tarea islamizadora en una empresa dif¨ªcil y restan viabilidad a la clericalizaci¨®n pol¨ªtica completa.
Muchos observadores se preguntan si el Islam es suficiente o va a serlo en Ir¨¢n para poder permitir la consolidaci¨®n de la revoluci¨®n sin otros elementos. La consideraci¨®n m¨¢s extendida entre los analistas es que si la clericalizaci¨®n del poder no propicia cambios sustanciales en la estructura social iran¨ª ni pone en marcha el proceso productivo de este pa¨ªs, seriamente da?ado por los conflictos exteriores y pol¨ªticos, el porvenir de la revoluci¨®n isl¨¢mica puede no ser muy distinto del de las numerosas revoluciones de corte populista, truncadas cuando desaparecieron las contraprestaciones sociales.
Este reto se hace todav¨ªa m¨¢s dram¨¢tico hoy, cuando las tendencias al jacobinismo podr¨ªan dar a Ir¨¢n la configuraci¨®n pol¨ªtica no muy diferente de la de los comit¨¦s de salud p¨²blica durante la Revoluci¨®n Francesa. Adem¨¢s, y sobre todo, ninguna de las superpotencias va a dejar pasar la oportunidad de orientar los acontecimientos iran¨ªes conforme a sus deseos de hegemon¨ªa en el ¨¢rea, pese a la tenaz resistencia que contra ello opone el r¨¦gimen de Teher¨¢n.
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