La frustraci¨®n de la juventud brit¨¢nica desemboca en violencia
El jefe de la polic¨ªa de Manchester, James Anderton, lo llama una conspiraci¨®n (?fue el mayo de 1968 en Francia una conspiraci¨®n?). La primera ministra, Margaret Thatcher, y otros muchos brit¨¢nicos se quedan sorprendidos de que ¨¦sta rebeli¨®n social pueda ocurrir en su pa¨ªs. Sin embargo, el problema no es nuevo. Ah¨ª est¨¢ Brixton, el carnaval de Notting Hill en Londres hace unos a?os, o los cr¨ªmenes racistas perpetrados en los ¨²ltimos meses. Los soci¨®logos, saben lo dif¨ªcil que es establecer relaciones de causalidad y lo peligroso que resulta unir conceptualmente sucesos separados. Hay, no obstante, algo evidente: un mal ambiente que podr¨ªa llevar a un verano bochornoso en el Reino Unido, recordando que hay otras cosas aparte de la boda real.El viernes, la juventud asi¨¢tica del barrio londinense de Southall se lanz¨® a la calle contra la polic¨ªa. Sin embargo, lo ocurrido all¨ª el fin de semana pasado es algo marginalmente diferente, pero significativo, pues se trat¨® claramente de una provocaci¨®n de los skinheads contra la comunidad asi¨¢tica local. Los skinheads son una figura ya familiar en el Reino Unido, con sus cabezas rapadas y sus poderosas botas; son, en el fondo, j¨®venes anarquistas de extrema derecha, racistas, que se oponen tanto a la izquierda como a la clase media o al establishment. Un nuevo disco de su m¨²sica oi, retirado estos d¨ªas del mercado, dec¨ªa en una canci¨®n titulada Strength through oi -par¨¢frasis de una canci¨®n nazi-: "Sales directamente de la escuela, y te pones en la cola (del paro), ni t¨² ni yo tenemos muchas esperanzas / pero podemos luchar y robar / y conseguir lo suficiente para una comida".
Muchos de estos skinheads son miembros de organizaciones fascistas, como el Frente Nacional o el Movimiento Brit¨¢nico, que parecen estar en auge en los ¨²ltimos tiempos, incendiando los sentimientos racistas, que de hecho existen. Es el terrorismo blanco, algo que s¨®lo recientemente ha sido aceptado como realidad por el ministro del Interior, William Whitelaw.
La cuesti¨®n racial, como en muchos otros pa¨ªses, es una cuesti¨®n social, la del lumpen proletariat, un sector social despreciado incluso por Marx.
Los disturbios de estos d¨ªas van mucho m¨¢s all¨¢ del racismo, y entre los j¨®venes que luchan contra la polic¨ªa en las calles brit¨¢nicas hay muchos blancos.
Son, sin embargo, los negros los que viven en peores condiciones.
Muchos negros del Caribe, esa regi¨®n del mundo que aqu¨ª se llama Indias occidentales, salen del colegio a los doce o trece a?os para no encontrar trabajo. Y salen con una educaci¨®n que deja mucho que desear.
Las posibilidades que tiene esta juventud blanca-negra de encontrar trabajo son escasas en esta tierra que consideran la suya, pues aqu¨ª nacieron muchos de los. actuales alborotadores. Y con el paro afectando a 2,6 millones de la poblaci¨®n laboral brit¨¢nica, los j¨®venes son los que m¨¢s salen perdiendo, a¨²n m¨¢s si son negros. Margaret Thatcher prefiere desechar esta causa invirtiendo los datos, como el mi¨¦rcoles en la televisi¨®n, se?alando que el 90% de los trabajadores tiene un empleo en el Reino Unido. Y no es una casualidad que la actual ola de disturbios haya comenzado unas semanas despu¨¦s de que terminaran los colegios, cuando muchos j¨®venes prueban por primera vez lo que significa no encontrar trabajo y tener que apuntarse en una oficina de desempleo.
Las condiciones de vida en esos barrios y ciudades a veces recuerdan descripciones de Charles Dickens. Las clases medias se mudan a las afueras de las ciudades dejando el centro a los trabajadores en crisis, con pocos medios de diversi¨®n para los j¨®venes que deambulan por las calles sin saber qu¨¦ hacer.
No es sorprendente que esta juventud se encuentre frustrada y alienada por las instituciones vigentes, especialmente con un Gobierno que insiste en el orden p¨²blico, pero que hace gala de una total falta de sensibilidad para. los problemas sociales como opinaba anteayer el respetado diario The Times. El Gobierno parece desbordado e incapaz de proporcionar el liderazgo sobre la vida social del pa¨ªs que de ¨¦l se espera. Por ello es comprensible la postura de un joven de Liverpool que, preguntado por qu¨¦ alborotaba, contest¨®: "?Qu¨¦ tengo que perder?"
A esto hay que unir un gamberrismo ya cong¨¦nito, apreciable en los estadios de f¨²tbol. Esta violencia viene tambi¨¦n inspirada por las im¨¢genes de la televisi¨®n que llegan de Irlanda del Norte, reforzadas por las propias im¨¢genes de los disturbios actuales en Inglaterra, que sirven para inspirar y -coordinar. Los c¨®cteles Molotov llueven sobre la polic¨ªa, coches son incendiados y tiendas destruidas. A las fuerzas de seguridad les resulta dif¨ªcil contener a estas masas desencadenadas, por falta de preparaci¨®n. El Gobierno intentar¨¢ remediar esto, pero tendr¨¢ tambi¨¦n que prestar atenci¨®n a unos puntos m¨¢s sutiles.
La polic¨ªa, en su mayor¨ªa blanca, hab¨ªa -venido perdiendo contacto con' las- comunidades locales., El famoso bobby on the beat, el polic¨ªa solo patrullando a pie, estaba desapareciendo para dejar paso a las patrullas en coche, y s¨®lo ¨²ltimamente se ha intentado invertir esta situaci¨®n. Pero, como muchos de los j¨®venes reconocen, el problema no es la polic¨ªa en s¨ª, sino el sistema que representan.
Responsabilizar a los padres
Las soluciones no pueden ser simples a un problema complejo. El Gobierno intenta responsabilizar m¨¢s a los padres, se?alando que muchos de los alborotadores son ni?os de diez o doce a?os de edad, mientras tambi¨¦n parece dispuesto a invertir m¨¢s dinero en esas ¨¢reas descuidadas, aunque tenga que conseguirlo recortando otras partidas presupuestarias. Peter Walker, ahora ministro de Agricultura y uno de los l¨ªderes de los conservadores moderados, ya previno en 1978, cuando era portavoz de la oposici¨®n para asuntos del interior, contra la ola de cr¨ªmenes y extremismo pol¨ªtico, consecuencia del paro juvenil. El paso del tiempo le ha dado la raz¨®n.
Hasta ahora esta explosi¨®n juvenil no es directamente pol¨ªtica; los alborotadores s¨®lo parecen expresar su frustraci¨®n, sin pedir nada concreto, sin saber qu¨¦ hacer, despreciando la propaganda de los grupos pol¨ªticos, blancos o de color. La situaci¨®n se podr¨ªa complicar si sus mayores deciden aprovechar este malestar general para sus fines m¨¢s concretos.
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