Carr¨¨re
Se cumple un siglo del nacimiento de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Emilio Carr¨¨re. Ambos poetas eran no s¨®lo contempor¨¢neos, sino coet¨¢neos (de la misma edad).Juan Ram¨®n quiso ser el poeta de su propia alma, y fue -es- poeta universal. Emilio Carr¨¨re quiso ser el poeta de Madrid y no fue ni es poeta de ninguna parte. Un Verlaine madriles que hab¨ªa le¨ªdo a Verlaine sin saber franc¨¦s y que explicaba Par¨ªs con pasajes y esquinas, sin haber estado nunca. Carr¨¨re va del parnasianismo al franquismo pasando por el Caf¨¦ Varela y el diario Madrid. Su Musa del arroyo, su Amada mal vestida, se hicieron en seguida de Secci¨®n Femenina. En los primeros de abril de los a?os cuarenta, Carr¨¨re publicaba en primera p¨¢gina del Madrid de los Pujol (lo que hab¨ªa sido el republicano Heraldo de Madrid) unos art¨ªculos l¨ªrico /hist¨®ricos sobre el D¨ªa de la Victoria. Adem¨¢s, ten¨ªa una columna diaria en tercera p¨¢gina del peri¨®dico, haciendo pareja con mi maestro vallisoletano don Francisco de Coss¨ªo (m¨¢s tocado ya de Azor¨ªn, Ram¨®n y vanguardia que del verlenismo). Carr¨¨re muri¨® tuberculoso, funcionario y sin un duro. Aparte su buen o¨ªdo para Verlaine (como Rub¨¦n lo tuyo para Baudelaire), Carr¨¨re eligi¨® un Madrid castizo y un lirismo f¨¢cil, y eligi¨® a Franco creyendo que Franco iba a salvar todo eso. Pero los sistemas conservadores son siempre los que menos conservan, y su Caf¨¦ Varela es hoy un snack o cosa as¨ª, adonde no s¨¦ si dura la placa que le pusieron al poeta hambreado para que asistiese en bronce a las grandes cenas burguesas, ¨¦l que siempre se quedaba sin cenar.
Entre el Madrid bohemio y verleniano de Carr¨¨re y el Madrid posible e imposible de Juan Ram¨®n, los 40/40 ignoraron ambos y levantaron un Madrid hortera, una aldea con rascacielos, un Bizancio con chabolas, una poblaci¨®n que era una horda con Reales Academias.
Quiere decirse que Roma no paga traidores y a quienes eligieron la bohemia como ¨²ltimo reducto de la libertad, la especulaci¨®n multinacional y el norteamericanismo imperialles echaron con la m¨²sica del soneto a otra parte, para poner una hamburgueser¨ªa. Madrid, despu¨¦s de la guerra, ten¨ªa estas opciones: el Madrid literario y pasatista de Carr¨¨re; el Madrid estilizado y culto de Juan Ram¨®n. Entre ambas, el franquismo eligi¨® una tercera, que ha dado la destrucci¨®n de Madrid, la Torre de Valencia, las Torres de Jerez, la Torre del Retiro. Tom¨¢s Borr¨¢s, amigo de Carr¨¨re y estilista del franquismo, cant¨® el Madrid gentil de las torres mil. Pero ¨¦sas eran otras torres. Altas son y reluc¨ªan. Al Verlaine madrile?o no le falt¨® su Rimbaud femenino, incluso en plural: damas altas que se enamoraban de su ojo fijo y loco. Tampoco le falt¨® un rastro de poetisas y escritores que echaban versos en el Varela, all¨¢ por los cincuenta: Manuel Alc¨¢ntara, Eduardo Alonso, Carmina Mor¨®n, Meliano Peraile, Guillermo Ossorio, Adelaida las Santas. Valiosas y entra?ables gentes que quiz¨¢ cre¨ªan en la soluci¨®n Carr¨¨re, mejorada, para Madrid y para la cultura. Pero el primer plato combinado estaba ya combin¨¢ndose con la colza de la ¨¦poca. Mis urbanistas amigos, de Fisac a Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez-Ord¨®?ez, saben que entre la soluci¨®n /Carr¨¨re (casticismo) y la soluci¨®n JRJ (cultismo, europe¨ªsmo), Madrid ha elegido la peor soluci¨®n, que es siempre la tercera. Veo por segunda vez, en el cine, con Pedro Rodr¨ªguez y Consuelo S¨¢nchez-Vicente, un corto que enfrenta el centro Azca a Aranjuez. Al final, como consecuencia de un orgasmo, vuela la Casa de la Villa.
Exiliado Juan Ram¨®n, nos hab¨ªamos resignado al m¨®dulo Carr¨¨re, a la salvaci¨®n de lo viejo. Pero el francofalangismo iba a por todo. Los de la Uni¨®n Nacionalista Castellana me escriben pidiendo la autonom¨ªa municipal de Carabanchel, Villaverde y Hortaleza, la vuelta democr¨¢tica de los madriles. Demasiado tarde, t¨ªos.
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