El humor espa?ol goza de buena salud / 1
"Cumbre" de dibujantes en la Universidad Internacional Men¨¦ndez y Pelayo
?Es el espa?ol un pueblo con sentido del humor? ?Les molesta a nuestros humoristas pol¨ªticos la palabra chiste? Si la c¨®lera es del espa?ol sentado, ?debe ser el hombre de acci¨®n un humorista? ?Y el pol¨ªtico? ?Y el revolucionario? ?Qui¨¦n tiene m¨¢s humor o menos c¨®lera, el centro o la periferia? ?Es verdad que el humor es subversivo? ?Pintan m¨¢s los humoristas con la democracia que con la dictadura? La seriedad de estas y otras cuestiones no abrumaron la cumbre de humoristas que se acaba de celebrar en el palacio de La Magdalena, de Santander, dentro de los cursos de la Universidad Internacional Men¨¦ndez y Pelayo. En el seminario titulado El humor pol¨ªtico en Espa?a, y dirigido por Jos¨¦ Mar¨ªa P¨¦rez (Peridis), arquitecto y humorista gr¨¢fico de EL PA?S, intervinieron, Antonio Fraguas (Forges), Mart¨ªn Morales, Chumy Ch¨²mez, Julio Cebri¨¢n, Andr¨¦s Rabado (Ops) y M¨¢ximo San Juan (M¨¢ximo), adem¨¢s del escritor y cr¨ªtico de arte Santiago Am¨®n.
Santiago Am¨®n, que cumpl¨ªa con el papel de las definiciones generales, calificar¨ªa a Forges como ?el gran humorista de la transici¨®n?; a M¨¢ximo, como ?un soberbio pl¨¢stico?, igual que a Ops, al que ?es dif¨ªcil entender fuera de la pl¨¢stica?; viendo en Cebri¨¢n ?el costumbrismo?; en Perich (que no compareci¨®), ?el catal¨¢n al que entendemos el resto de los espa?oles?; en Peridis, ?el gran innovador del humor, que rebaja los humos de sus personajes miniaturiz¨¢ndolos?, y en Mart¨ªn Morales, ?la s¨ªntesis? de todos ellos.?Al paso que vamos?, dijo Santiago Am¨®n, ?en este pa¨ªs, que fue patria de Cervantes y cuna del tiempo largo en que se basa el humor como condimento esencial del hombre, dentro de diez a?os se hablar¨¢ por se?as?.
Peridis: el humor de lo humano
En esta escenograf¨ªa peculiar es donde sit¨²a Peridis a sus personajes pol¨ªticos, vi¨¦ndolos ?desde una perspectiva nueva, situ¨¢ndose detr¨¢s de las cortinas que existen en la mayor parte de la actividad pol¨ªtica?. Peridis, que titul¨® su conferencia Los s¨ªmbolos del lenguaje gr¨¢fico, afirma que en la naturaleza apenas hay humor, que s¨®lo hay humor en lo humano, ?sobre todo en las rigideces del comportamiento humano?, -y que al dibujar no s¨®lo se apropia del objeto dibujado, sino que, de alg¨²n modo, ?s¨ª somos tenaces, conseguimos m¨¢gicamente que el personaje acabe pareci¨¦ndose al dibujo?.
Ese proceso de apropiaci¨®n del personaje lo ha observado Peridis con frecuencia, seg¨²n propia confesi¨®n, en su trabajo, lo que, al margen de toda explicaci¨®n m¨¢gica, expresa la capacidad de la ficci¨®n para superar a la realidad, base esta sin la que ser¨ªa realmente dif¨ªcil que el humor consiguiese un determinado grado de comicidad. Peridis lo racionaliza con el ?hallazgo simb¨®lico afortunado? de la columna de Su¨¢rez, el agujero de Carrillo o la cacerola de Mart¨ªn Villa, dibujos con los que logra comunicar, merced a un metalenguaje de gran expresividad y eficacia, ?situaciones o sensaciones que ser¨ªa muy prolijo describir con palabras?.
Esa econom¨ªa expresiva, que se logra con el lenguaje simb¨®lico, constituye otra de las claves del humor, seg¨²n, Peridis, para quien humor, ?al fin y al cabo, es primordialmente econom¨ªa?.
M¨¢ximo: dibujar sin palabras
?Como quien no quiere la cosa (?o s¨ª la quiere?), uno lleva cerca de veinte a?os haciendo dibujos para los peri¨®dicos?, contaba M¨¢ximo, que cree tener sobre sus espaldas no menos de 20.000 ?expresiones gr¨¢ficas?. Para M¨¢ximo, que de un tiempo a esta parte dibuja sin palabras, no es que la vida sea cine mudo, ni tampoco la literatura, pero entiende que lo suyo, ahora mismo, es ?la instant¨¢nea fotogr¨¢fica?, ?una fotograf¨ªa inventada y lo menos naturalista posible, claro ?.
Bajo el t¨ªtulo Humor m¨¢s pol¨ªtica menos Max Weber, M¨¢ximo San Juan, humorista tambi¨¦n de EL PA?S, iba a dialogar sobre la esencia (o la renuncia) del humor, en una conversaci¨®n interminable (al menos, no terminada) en la que no siempre tuvieron respuesta las preguntas. ?Un chiste ?no es como un miniteatro en un miniacto?? Un chiste, s¨ª. Pero lo que M¨¢ximo hace, puesto que ha renunciado al di¨¢logo y al ingenio verbal, se acercar¨ªa m¨¢s al minicine o a la fotograf¨ªa.
Y no porque a M¨¢ximo le moleste ya la palabra chiste, sino porque le parece impropia para referirse a lo que hace; la rechaza ?por respeto al idioma, no por soberbia intelectual?, aunque reconozca la acusaci¨®n de intelectual. ?Es significativo el verbo acusar. ?Ojal¨¢ fuese un intelectual! Quiero decir que ojal¨¢ hubiese tenido tiempo y dinero para llegar a serlo. Cerebro tengo, supongo, como revelar¨¢ mi autopsia. Y con ¨¦l he de trabajar forzosamente, ya que ah¨ª reside todo, hasta los sentimientos?.
Sentimientos que, en ocasiones, no siempre quedan entendidos cuando se plasman en dibujo. M¨¢ximo lo admite y afirma que en esos casos ¨¦l tampoco entiende por qu¨¦ ser¨ªa ?un dibujo-indagaci¨®n, m¨¢s que un dibujo-expresi¨®n. A veces uno puede simplemente mirar el misterio, sin pretender, l¨®gicamente, explicarlo?.
?Cree que en sus dibujos hay humor? M¨¢ximo admite toda clase de dudas al respecto, ?e incluso de reparos propios?, y despu¨¦s de advertir que ?no es costumbre que el poeta diga si hay o no poes¨ªa en sus versos?, porque no es de buena educaci¨®n cr¨ªtica, afirma que, sin propon¨¦rselo especialmente, ?es posible que a¨²n trasluzcan mis cosas alg¨²n peculiar y personal humor. Entrecom¨ªllelo usted, si quiere. ?Y arte?, ?se propone M¨¢ximo hacer arte en su periodismo gr¨¢fico? ?M¨ª preocupaci¨®n mayor es la forma, si es a eso a lo que usted se refiere. Me importa sobremanera el c¨®mo digo las cosas, ya que el c¨®mo es el qu¨¦, como todo el mundo sabe ?.
Esos problemas est¨¦ticos, m¨¢s que moralistas, de M¨¢ximo no excluyen, por supuesto, las intencionalidades pol¨ªticas, aunque cree que ?los humoristas son unos ingenuos porque, como S¨®crates o como san Ignacio de Loyola, creen que con sus peroratas o ejercicios, con sus iluminaciones o claroscuros, van a cambiar el mundo?. Y ni los blasillos de Forges, prorrumpiendo m¨¢ximas civiles o florecillas laicas de san Francisco cuando van por el campo, ni los tenebrosos y lum¨ªnicos (con luz de rel¨¢mpago) retratos de Ops van a conseguirlo, aunque Ops, ?al menos en sus dibujos, es el m¨¢s despiadado de los dibujantes de humor espa?ol es porque ejerce la fustigaci¨®n fr¨ªa de un Savonarola o un Robespierre como humorista, no como hombre de acci¨®n?.
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