Espa?a y la OTAN
Los que deciden hoy en este pa¨ªs nuestros destinos, convencidos (?o no?) de que pueden moralinente hacerlo porque representan pol¨ªticamente a la mayor¨ªa -en realidad s¨®lo se trata de una minor¨ªa mayoritaria, y aun ¨¦sta, alcanzada a'merced de una ley electoral que se las trae y que ha conseguido que el voto de un ciudadano de Cuenca, pongamos por caso, valga por el de cien madr¨ªle?os-, estos se?ores, digo, pretenden hacer entrar a Espa?a en la OTAN corr¨ªendo y de mala manera.La decisi¨®n es de tal calibre y afecta tan gravemente a todos y cada uno de los espa?oles que es preciso salir del letargo y hacer o¨ªr nuestras voces. Cada quisque la suya.
Los que abogan por esta decisi¨®n sin querer o¨ªr a los que m¨¢s sufrir¨ªan sus consecuencias ofrecen m¨¢s o menos veladamente al pueblo espa?ol, entre otras m¨¢s que discutibles razones, el se?uelo de ser ¨¦sta la v¨ªa para una consolidaci¨®n democr¨¢tica.
Muchas consideraciones y de muy variada ¨ªndole se me ocurren. Ninguna me lleva a tal conclusi¨®n. El espacio cuenta y es obligado resumirse. S¨®lo hablar¨¦ de algunas de ellas.
Una simple ojeada a la trayectoria de la OTAN desde su nacimiento nos descubre que ning¨²n empacho tuvo al admitir al Portugal ultraderechista de Salazar, ni a la Grecia de los coroneles, ni, m¨¢s recientemente, a la Turqu¨ªa de la soluci¨®n exportable. Bien sabemos cu¨¢nto desear¨ªan importarla algunos pocos de este pa¨ªs. Aunque, ?qu¨¦ digo!, este invento no necesitamos importarlo. Todo lo contrar¨ªo, podemos ahorrarnos el royalty. Tenemos departamento de investigaci¨®n propio con tradici¨®n en re
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sultados firmes y duraderos. Muy duraderos.
Otro dato: Reagan, ese c¨¢ndido gorri¨®n que junto con su oponente euroasi¨¢ticio busca afanosamente la paz del mundo, paz de cementerio claro -f¨¢cil lo tienen con su juguete de neutrones-, y que maneja a la OTAN a su antojo ya sabemos como reaccion¨® el 23-F. Confiados podemos estar.
Luego entrada en la OTAN como garant¨ªa de continuidad democr¨¢tica no vale. Pero aunque ello fuera como quieren hac¨¦rnoslo ver y aun siendo vital para Espa?a conseguir implantar establemente un r¨¦gimen democr¨¢tico, es esta cuesti¨®n que nunca deber¨ªa, no ya condicionarse, si no ni siquiera mezclarse con nuestraeventual entrada en la OTAN. Si de neutralizar enemigos internos de aquella democracia se trata, otros medios habr¨¢ que arbitrar.
Piensen, por otra parte, los que no sienten ning¨²n atractivo por la idea democr¨¢tica, que la tradici¨®n neutralista de Espa?a hasta Franco la practic¨® y, en su d¨ªa, terminado ya aquel desastre y vistas sus consecuencias, o¨ªmos justificados loores por aquella sabia decisi¨®n.
Para unos y otros debe estar claro que con Espa?a dentro de la OTAN, ante una desgraciadamente m¨¢s que posible conflagraci¨®n mundial, dada su posici¨®n geogr¨¢fica, ser¨ªa su territorio lugar preferente de localizaci¨®n -preferencia que tampoco nos d¨ªscutir¨ªan a la hora de recibir la respuesta- de esos ingenios acabamundos que Reagan nos regalar¨ªa generosamente y que presto ser¨ªan contestados, con igual generosidad, por su colega de Mosc¨². Es decir, ser¨ªamos el ring donde unos y otros se dar¨ªan las bofetadas usando de nuestf os carrillos, claro. Pronto dejarlamos de tenerlos por comparecencia ante el Padre Celestial, y esta vez, todos, derechas e izquierdas, como un solo colectivo.
No caer¨¦ en la ingenuidad de creer que con una Espa?a. neutral no nos alcanzar¨ªan las salpicaduras, pero la tragedia ser¨ªa infinitamente menor.
Para m¨¢s Inri, el goce de tanto ,beneficio representar¨ªa para cada espa?olito el apretarse a¨²n m¨¢s el cintur¨®n -enti¨¦ndase pagar m¨¢s impuestos-. ?De d¨®nde si no sacar¨ªa nuestro Gobierno la importante contribuci¨®n que el dadivoso Reagan nos exigir¨ªa? ?O es que piensa detraerlo de partidas harto esquilmadas ya? Los militares, a trav¨¦s de su m¨¢xima representaci¨®n, han informado favorablemente el tema. Es l¨®gico, entendido de cierta manera: es lo suyo, pero no lo nuestro. Aunque pienso que la tarea com¨²n a todos, a ellos y a nosotros, debe ser hacer la vida.
Una consideraci¨®n final: parece como si en el mundo de los que cuentan contaran s¨®lo con nosotros como si limones fu¨¦ramos. No debe pasmarnos, al contrario, debemos aprender la lecci¨®n y saber decir, cuando as¨ª nos convenga, no, no es esa nuestra horchata.
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