Venecia 81
Venecia en un d¨ªa de mediano bochorno aparece gris a un lado y otro de la blanca estela que desde Mestre lleva a la plaza de San Marcos. Van desfilando, a uno y otro lado, viejas industrias, perdidos malecones, iglesias memorables asomadas a un mar verdoso, oscuro, roto de cuando en cuando por quillas niqueladas y el rugir de motores que se saludan sobre el mar en apretado tr¨¢fico.El palacio Ducal, a¨²n revocado a medias, cubierto a medias por su trama de andamios, mira a la isla de San Jorge nacida apenas de las aguas, flotando entre la bruma como dispuesta a soltar amarras por los suaves caminos del Adri¨¢tico. En la gran plaza frente a la bas¨ªlica, junto al campanario que s¨®lo cede en lo alto a otro menos famoso en la vecina Cremona, se anuncian muestras, exposicio nes de toda ¨ªndole, acerca de la cultura como elemento de consumo, sobre dibujo, pintura o teatro y desde una de las fachadas principales, Salvador Dal¨ª saluda en rojo y oro, haciendo valer su nombre ante los turistas espa?oles. Hay pocos aqu¨ª, pero, de cuando en cuando, se les reconoce entre aludes de alemanes, daneses, italianos rurales y gente de color que se pasea, se llama, saluda sobre muelles y puentes, corriendo en pos del ferry o las embarcaciones que los traen o los llevan rumbo al tendido laberinto que se adentra en el mar desde Murano a Chioggia pasando por lidos diversos.
El Lido de Venecia, el de Mann y Visconti, el de la gente del cine y su Mostra famosa
vive su vida menos lucida y algo m¨¢s silen ciosa hasta que el festival comience. Sus horas se reparten entre el Excelsior, el hotel Des Bains y el Casino, aparte de sus playas, quiz¨¢ menos solicitadas que antes.Seg¨²n aparece antes de que las luces se enciendan, se dir¨ªa que sus buenos tiempos de esplendor pasaron y, sin embargo, como la misma ciudad, como esa misma Venecia que cada siglo cede un poco, tambi¨¦n el Lido se resiste. M¨¢s all¨¢ de problemas laborales, de la rivalidad de otros j¨®venes cert¨¢menes, de la s¨®lida vecindad de Cannes, el del Lido permanece y anuncia como siempre novedades, en este caso apuntando a los j¨®venes.
Aparte del cine americano, que estar¨¢ representado masivamente, tal como viene sucediendo en toda Europa, nombres como Antonioni, Ferrri o Zanussi, se alzar¨¢n en los grandes carteles ya instalados entre el mar y las salas donde sus obras se ver¨¢n.
Y se ver¨¢ tambi¨¦n una de las m¨¢ interesantes muestras de los ¨²ltimos a?os de lo que se refiere a la b¨²squeda de nuevos medios de expresi¨®n en el fondo y la forma. No importa que autores italianos prefieran otros cert¨¢menes lejanos, ni el mal momento del cine en general. A fin de cuentas, si Identificaci¨®n de una mujer, de Antonioni, a¨²n no tiene distribuci¨®n, como podr¨ªa suceder con el filme de cualquier debutante, Olmi ya ha vendido su Camina, camina a treinta pa¨ªses sin acabar su montaje todav¨ªa. Bien es verdad que seg¨²n reconoce su historia est¨¢ basada en la f¨¢bula de los Reyes Magos, personajes que cada cual a su modo espera ver aparecer con su estrella, y su incienso y algo de oro tambi¨¦n en esta Mostra de 1981.
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