F¨®rmula fallida
Los ¨¦xitos econ¨®micos obtenidos en el cine por las adaptaciones de algunas novelas de Agatha Christie han animado a los productores a continuar desenterrando textos de la escritora, sin tener muy en cuenta si esas novelas son o no interesantes, si dan o no pie a pel¨ªculas entretenidas. Muerte en el Nilo, una de esas ¨²ltimas adaptaciones de ¨¦xito cont¨®, adem¨¢s, con un espectacular reparto de viejas figuras de Hollywood; la f¨®rmula ha querido repetirse ahora en El espejo roto donde cualquier m¨ªnimo personaje (y casi todos son m¨ªnimos) cuenta con la interpretaci¨®n de una estrella popular. El mecanismo, sin embargo, no tiene en esta ocasi¨®n el esplendor de la pel¨ªcula que imita. Ni esta novela de Christie tiene la complejidad de aqu¨¦lla, ni los guionistas de El espejo roto han sabido conducir la breve an¨¦cdota por los caminos del espect¨¢culo. Han querido, s¨ª, reemplazar la debilidad original con un cierto sentido del humor que se concreta, sobre todo, en el duelo privado que establecen Kim Novak y Elizabeth Taylor, interpretando ambas a dos viejas e irreconciliables actrices de cine; los cin¨¦filos, probablemente, disfrutar¨¢n con los insultos que se dedican.
El espejo roto
Director: Guy Hamilton. Guionistas: Johathan Halesy Barry, Sandler. M¨²sica: John Cameron. Int¨¦rpretes: Angela Lansbury, Geraldine Chaplin, Tony Curtis, Edward Fox, Rock Hudson, Kim Novak, Elizabeth Taylor y Maureen Bennett. Comedia policiaca. Local de estreno: Palacio de la m¨²sica.
Pero es poco ese humor, como poco es todo en la pel¨ªcula. Desconociendo la novela, el espectador confia en que la breve an¨¦cdota con que se inicia el filme se vaya complicando, teniendo en cuenta entre otras cosas que la publicidad es suficientemente ambigua como para insinuarlo. A la hora de la verdad, sin embargo, no aparecen por parte alguna la prometida cadena de cr¨ªmenes ni el tan diab¨®lico asesino; en su lugar, s¨®lo una explicaci¨®n trivial que debe repetirse muchas veces para que tenga alg¨²n peso.
El director, Guy Hamilton, se empe?a en enriquecer lo poco que tiene a base de unos cuantos trucos f¨¢ciles y enga?osos.
Decepci¨®n que se prolonga en la secuencia en la que Hamilton hace que las c¨¢maras recorran en silencio la vac¨ªa casa donde vive la protagonista principal; da la impresi¨®n de que algo, por fin, va a ocurrir. Pero ese confuso montaje s¨®lo quiere explicar que su protagonista duerme; una vez demostrada tal vaciedad, se da por terminada la secuencia, tan larga como innecesaria, aunque se pretenda con sentido del humor.
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