Cul-desac
Llevo perdida la cuenta de las veces que he escuchado la lamentaci¨®n juvenil: "?para qu¨¦ estudiar o prepararse si luego nos espera el paro?" Lo malo de la frase no es que se pronuncie, sino que se atiene a la realidad socioecon¨®mica, y que el fondo del t¨²nel no ofrece el menor atisbo de luz que palie la desmoralizaci¨®n de esas palabras amargas. La crisis iniciada en 1973 no parece tener fin pr¨®ximo; tampoco se han arbitrado los remedios apropiados para que la coyuntura modifique su signo negativo. Lamentablemente, algunos desalmados invocan la guerra como soluci¨®n id¨®nea para cambiar el rumbo de las curvas econ¨®micas.?"Qu¨¦ se ha hecho de los j¨®venes?", se preguntaba Baltasar Porcel en un trabajo aparecido en La Vanguardia el 25 de mayo de este a?o. Yo me inclino a extender la cuesti¨®n: ?qu¨¦ hemos hecho de los j¨®venes? De esta forma asumimos m¨¢s cabalmente el problema; que la responsabilidad de la situaci¨®n ata?e a la colectividad, como suma de personas e instituciones. Los j¨®venes europeos de hoy, nuestra juventud, se ve asediada por realidades e incoherencias causadas por decisiones en las que apenas toma parte, pero que acaban por afectarles: deterioro del medio ambiente, terrorismo alimentar¨ªo, poder nuclear, rol de la OTAN, incertidumbre en el suministro de las materias primas, pol¨ªtica agraria en la CEE que s¨®lo beneficia a los franceses; d¨¦ficit de los presupuestos nacionales, inflaci¨®n creciente que devo ra subsidios, pensiones y salarios; reestructuraci¨®n profunda y necesaria de las econom¨ªas sobre la base de un aceptado empobrecimiento global y de un nivel de paro sostenido, etc¨¦tera. El conjunto de estos factores entra?a, en puridad, una pugna soterrada -raras veces sale a la luz p¨²blica- entre los grupos que propician una renovaci¨®n y aquellos que utilizan todos los resortes imaginables para preservar o aumentar los privilegios que desde hace a?os disfrutan. Sin embargo, la vida prosigue su marcha y el cambio est¨¢ oper¨¢ndose, en un sentido distributivo y de modo implacable, en todas las sociedades occidentales, aun cuando el precio pagado es alto y levante ampollas en los individuos o sectores afectados. Lo que sucede es que la mutaci¨®n de actitudes, h¨¢bitos y pautas y la traslaci¨®n de recursos coincide con una ¨¦poca de crisis generalizada y al regreso de una etapa de despilfarro. La crisis, en general, exaspera los ¨¢nimos e incita a hacer estropicios cuando las voces de la protesta resultan est¨¦riles.
Los j¨®venes se hallan navegando sin norte y en un medio social habitado por el paro, la incomprensi¨®n y el ruido. De las altas tasas de desempleo, a los j¨®venes se les atribuye entre el 40% y el 60%. Al no tener expectativas de futuro, la desesperanza ha acabado por afincarse en ellos; la sensaci¨®n de frustraci¨®n y marginalidad se ha generalizado y las reacciones no tardan en aflorar. Quedan muy atr¨¢s y huelen a naftalina hist¨®rica la paz y el amor propugnados por los hippies, la contestaci¨®n literaria de los beatniks y los j¨®venes airados, y las barricadas de Par¨ªs, Berl¨ªn y Berkeley. Una gran ola de escepticismo, de ausencia de compromiso pol¨ªtico, de carencia de ideolog¨ªa envuelve a la juventud actual. No existe fe en el futuro en estos cruzados de la soledad que, por toda alternativa, vislumbran el retorno a la tribu. No se fian de nadie, no buscan ni quieren ser h¨¦roes. Su eslogan queda sintetizado en un escueto sajonismo lleno de insolidaridad: Self, not society. El desprecio a lo establecido es absoluto.
La expresi¨®n del inconformismo juvenil var¨ªa seg¨²n los pa¨ªses, tanto como los nombres que los define: squatters, en Holanda y Alemania; skinheads, en Inglaterra. La postura espa?ola est¨¢ en una etapa anterior, la del desenga?o, la de la dimisi¨®n. "Los espa?oles somos frutos tard¨ªos", ense?¨® Men¨¦ndez y Pelayo, el eximio pol¨ªgrafo de la Monta?a, y la etiqueta en su versi¨®n moderna es la del pasota. El denominador com¨²n en la manifestaci¨®n de la insatisfacci¨®n generacional es la violencia y la anarqu¨ªa, debido a su desconfianza por todo lo que signifique dogma, organizaci¨®n y falta de libertad -en una palabra, totalitarismo-, y a su radical rechazo a la obsesi¨®n del establecimiento burgu¨¦s por la limpieza, el orden y la riqueza. En cuanto a este ¨²ltimo punto, los j¨®venes consideran que la acumulaci¨®n de la riqueza ensancha las desigualdades, autogenera la marginaci¨®n, crea m¨¢s paro y favorece la corrupci¨®n, ya de por s¨ª desmedida. Los j¨®venes han adoptado una postura antitodo, particularmente antisociedad de consumo. Y los modos de su activismo contestatario son violentos: destrucci¨®n, racismo, drogas, rock duro, alcohol, delincuencia. Como bien se?ala el soci¨®logo alem¨¢n Horst Eberhard Richte, "la acci¨®n de la juventud representa y expresa miedo y desesperaci¨®n, la sensaci¨®n de desesperanza hacia el futuro incierto".
Desde su insolencia, el joven es un ser d¨¦bil que necesita arropamiento y seguridad en su medio -social y familiar- y no s¨®lo hoy no le encuentra, sino que ¨¦ste le recibe con hostilidad y le abandona a su fr¨¢gil suerte. La movilizaci¨®n de masas era el argumento dial¨¦ctico que aconsejaba Marx para el logro de conquistas sociales. Los j¨®venes actuales se lanzan al vandalismo callejero porque juzgan que es lo ¨²nico que el establecimiento entiende y ante lo que reacciona. En los sesenta, las algaradas tuvieron un origen universitario; las de los a?os ochenta proceden de la clase trabajadora -alg¨²n segmento de ella pas¨® por las aulas-, que se siente zurrada y estafada por el crecimiento negativo..., y ello tras estar siendo diariamente bombardeados por los toscos y falsos est¨ªmulos de una televisi¨®n consumista. Hace poco, Carmina Mart¨ªn-Gaite, la inteligente novelista salmantina, manifestaba que el ni?o, "desde que es muy peque?o, recibe informaciones reales sobre todas las burradas que pasan en el mundo; es l¨®gico que reaccione agresivamente buscando excitantes artificiales". Est¨¢ claro: el conductismo comercial y sus mecanismos diab¨®licos causan estragos y efectos no apetecidos.
Pero ?las vallas publicitarias, las cu?as de radio y los espacios televisivos no andan diciendo que la vida es de los j¨®venes? Nada m¨¢s lejos la realidad de esa burda mentira. La juventud se siente sin salida, sin opciones de futuro y angustiada en un sombr¨ªo cul-de-sac. A los j¨®venes, a los nuestros, la alternativa que la sociedad les ofrece es inundar la ciudades de hamburgueser¨ªas -con carne picada ?de qui¨¦n?-. Alguien, un vaquero momificado y happy-trigger de California, ha dado recientemente el visto bueno a la producci¨®n industrial de la bomba de neutrones. Por lo visto se pretende ilusionar a las nuevas promocione con este nuevo producto. Mucho me temo que porque la bomba esa mate m¨¢s limpio la juventud no acuda a la llamada macabra Para ese mort¨ªfero viaje es mejo quedarse en la buhardilla, cobrar el desempleo y continuar so?ando con las canciones de Lennon
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