Anna Walentinowicz: "Los sindicatos libres son la ¨²nica esperanza para los pa¨ªses del Este"
Anna Walentinowicz fue la chispa que incendi¨® la huelga del B¨¢ltico polaco, que luego culmin¨® con la fundaci¨®n del sindicato independiente Solidaridad, Su despido provoc¨® el primer movimiento huelgu¨ªstico, en el Astillero Lenin, donde trabajaba como conductora de una gr¨²a. Anna Walentinowicz lleg¨® ayer a Espa?a para intervenir en el programa de televisi¨®n La clave. Actualmente no ocupa ning¨²n puesto directivo en el sindicato independiente, y discrepa con algunos m¨¦todos empleados por su presidente, Lech Walesa, "aunque en el fondo tenga razon con sus propuestas". Un enviado de EL PA?S acompa?¨® en su vuelo a Madrid a Anna Walentinowicz, que considera muy importante la llamada hecha por Solidaridad a los dirigentes de otros pa¨ªses socialistas, "porque los sindicatos libres son la ¨²nica esperanza que tienen los pa¨ªses del Este de liberarse y alcanzar la dignidad humana, para que el pueblo pueda decidir sobre su porvenir".
El s¨¢bado 16 de agosto los trabajadores en huelga del Astillero Lenin decidieron poner fin a su acci¨®n y marcharse a casa, porque la direcci¨®n de la empresa hab¨ªa accedido a cumplir sus exigencias de mayor salario, readmisi¨®n de la obrera despedida Anna Walentinowicz y que no se tomar¨ªan represalias por los d¨ªas de huelga. Cuando los obreros abandonaron el astillero, Anna se enter¨® de que en otros astilleros de la costa del B¨¢ltico la huelga continuaba, e inmediatamente se puso en movimiento a toda prisa para retener a sus compa?eros y animarles a continuar una huelga de solidaridad."Corr¨ª hacia la puerta y les grit¨¦ que, si hab¨ªan ido 16,000 a la huelga por m¨ª, ten¨ªa derecho a pedirles ahora que continuasen la huelga. Uno me replic¨® que ten¨ªa que ir con su familia, que no pod¨ªa continuar y perder el empleo. Yo no supe qu¨¦ decir, estaba nerviosa y agotada por los d¨ªas de huelga y me ech¨¦ a llorar".
Entonces Alina Pinkowska, una enfermera de Gdansk, muy peque?a de estatura, se subi¨® a un barril para arengar a sus compa?eros. Se cerr¨® la puerta, de salida y Anna corri¨® con Alina para cerrar con el mismo procedimiento una segunda puerta. En la tercera puerta encontraron a Lech Walesa, que se marchaba ya para casa, "Ie cogimos por la chaqueta y le hicimos volver. El comprendi¨® la situaci¨®n y as¨ª pudo continuar la huelga de solidaridad, no s¨®lo, reivindicativa".
Misa en el astillero
De los 16.000 obreros del astillero s¨®lo quedaban unos 2.000, y para agruparlos de nuevo se pens¨® en organizar una misa el domingo a la puerta. Anna explica que el cura Jankowski, el p¨¢rroco de la zona donde est¨¢ el Astillero Lenin, no quer¨ªa decir la misa, "porque no estaba autorizada". Entonces le hicimos chantaje y le dije que, si no la dec¨ªa ¨¦l, ya ten¨ªamos otro cura para decirla. Despu¨¦s fuimos a ver al gobernador de la provincia, que nos pidi¨® que le llamase el obispo, porque "yo en mi situaci¨®n no puedo to mar la iniciativa".
A sus 52 a?os, Anna Walentinowicz encierra en su peque?o cuerpo toda una vida de opresi¨®n. Con el comienzo de la guerra mund¨ªal, cuando s¨®lo hab¨ªa podido acudir tres a?os a la escuela, perdi¨® a su familia en Ucrania, que entonces pertenec¨ªa a Polonia y hoy forma parte de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Anna fue recogida por una familia, que la hac¨ªa trabajar de sol a sol, "por las noches fabricaban vodka en la casa y yo ten¨ªa que ir a cambiarla por v¨ªveres. Lo peor fue cuando la familia se fue a Gdansk y ocup¨® la finca de unos alemanes, al final de la guerra".
Anna trabajaba en el campo y por la noche ten¨ªa que dar de comer a todos y orde?ar las vacas que les hab¨ªan dado con la ayuda norteamericana. Anna ni se atrevi¨® a plantear a sus amos la posibilidad de ir a la escuela, o asistir un a?o al Servicio a Polonia, un montaje. de la ¨¦poca estalinista, que alentaba una cierta promoci¨®n social.
Las penalidades eran tan grandes que Anna lleg¨® a pensar en la posibilidad del suicidio, "s¨®lo la fe me manten¨ªa, porque yo sab¨ªa que no se puede atentar, contra la propia vida. Cuando tengo penalidades, mir¨® esta estampa".
Anna saca la cartera con una estampa de Cristo, con la corona de espinas, y se le llenan los ojos de l¨¢grimas, al mismo tiempo que explica que "?l sufri¨® la tortura y su madre ve¨ªa c¨®mo le torturaban y nunca gritaba. Ella quer¨ªa ayudarle y no pod¨ªa. Yo muchas veces me he dirigido a la religi¨®n, a la fe, y encuentro en ella tranquilidad".
Un viejo le habl¨® de que en el astillero buscaban gente para trabajar, y el a?o 1950, Anna empez¨® su aprendizaje. "Ten¨ªa un jefe que miraba lo que yo hac¨ªa y ¨¦l cobraba, pero al fin ten¨ªa un trabajo y todas las noches rezaba para no perderlo".
En el astillero Anna inicia su proceso de toma de conciencia, "los esl¨®ganes hablaban de justicia y de igualdad y yo quer¨ªa ponerlo en pr¨¢ctica. En alguna reuni¨®n yo hac¨ªa referencia a esas palabras y luego ven¨ªan las amenazas de la polic¨ªa secreta. Yo me fui a quejar al secretario del Partido y me dijo que tratar¨ªa el asunto con la ejecutiva, pero nunca tuve respuesta. Despu¨¦s me enter¨¦ que en la reuni¨®n dijo de m¨ª que yo era una buena persona, pero el enemigo hablaba por mi boca".
En el astillero Anna se indigna, "porque los funcionarios del sindicato cog¨ªan el dinero destinado a gastos sociales y se lo gastaban en las quinielas".
En diciembre de 1970 se produjeron los incidentes en la costa del B¨¢ltico, que concluyeron con una matanza de obreros y varios polic¨ªas muertos. Para Anna "aquello fue un grito de deseperacion y se vio que sin organizaci¨®n no es posible conseguir nada. Empezamos una huelga con ocupaci¨®n del astillero, y yo me fui al sitio que m¨¢s pod¨ªa ayudar, en la cocina, pero no permitieron la entrada del cami¨®n con los v¨ªveres y all¨ª me enter¨¦ de la capitulaci¨®n. Despu¨¦s fueron necesarios diez a?os de trabajo para llegar a la organizaci¨®n de la huelga del a?o pasado".
Al concluir la revuelta de octubre de 1970, Anna forma parte de la comisi¨®n que negocia con las autoridades. "Nosotros no sab¨ªamos que en Szczin les gritaron y amenazaron a los obreros, pero en Gdansk cambiaron de t¨¢ctica. El ministro del Interior se ech¨® a llorar y Gierek aprovech¨® aquel momento para pedir que le ayud¨¢semos a sacar adelante el pa¨ªs. Nosotros nos fiamos de ellos, les cre¨ªmos, y luego llevaron el pa¨ªs a una situaci¨®n mucho peor".
Ante los muertos y las penalidades que pas¨® mucha gente Anna renunci¨® a acudir a los tribunales para denunciar las represalias continuas que sufr¨ªa en el trabajo. Le parec¨ªan poca cosa al lado de lo que sufrieron otros y tambi¨¦n quer¨ªa contribuir en cierto modo a la tarea de sacar al pa¨ªs de la crisis.
En los d¨ªas de la huelga de agosto, un d¨ªa tuvo miedo, "cuando unos compa?eros que trabajaban en la telecomunicaci¨®n nos dijeron que hab¨ªan escuchado las conversaciones de la polic¨ªa y dec¨ªan que nos iban a sacar como se saca a las carpas de un estanque. Ya hab¨ªan desalojado una c¨¢rcel y un hospital, preparados para recibirnos".
Anna no teme que vaya a producirse una invasi¨®n sovi¨¦tica en Polonia. "No la habr¨¢, no la puede haber. Es la ¨²nica amenaza que tienen contra nosotros, pero ?cu¨¢ntas veces hubo maniobras de esas en nuestro pa¨ªs?",
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