De la salud mental como desaf¨ªo
Ciertos pol¨ªticos ansiosos por crear imagen propia al socaire de f¨®rmulas verbales de reconocida vitola (participaci¨®n, libertad, comunidad, democracia) recurren m¨¢s cada d¨ªa a la de salud mental, hoy de moda. Y es l¨¢stima que as¨ª sea, pues, si a fuerza de machacar rompen las piedras, los tibios esfuerzos en pro de la salud mental saltar¨¢n en cien pedazos por obra de pirot¨¦cnicos que toman el foropor mercadillo dominguero.Lejos ya la empampirolada reforma sanitaria, seguimos sin tener claros -y creemos que los pol¨ªticos tampoco- los futuros desarrollos que competen a la organizaci¨®n de los servicios de salud mental. La reforma en sus l¨ªneas generales atendi¨® s¨®lo, y mal, a la asistencia de la Seguridad Social e hizo caso omiso de la del Estado y de las administraciones locales, diputaciones, cabildos, ayuntamientos y otros entes a punto ya de romper aguas o acabados de nacer. Quienes bregamos todo el d¨ªa en las inc¨®gnitas de la salud mental sentimos la urgencia de preguntar ?qu¨¦ somos?, ?ad¨®nde vamos?, ?de qu¨¦ dependemos? Porque s¨®lo sabemos que la reforma quimeriz¨® con unos centros de salud donde entender a las personas en su doble vertiente biol¨®gica y psico-social y establecer una relaci¨®n estrecha con los m¨¦dicos de familia, vinculados los tales centros a un hospital.
Se dijo tambi¨¦n entonces, y se paso un ¨¦nfasis irreflexivo en ello, que la asistencia ser¨ªa integral. personalizada y continua al individuo y a la comunidad, y que se proveer¨ªa a promocionar salud, a prevenir la enfermedad, a la asistencia terap¨¦utica, a la rehabilitaci¨®n y reinserci¨®n social y, por si fuera poco, a la docencia y a la investigaci¨®n. ?Hay quien d¨¦ m¨¢s? Se anunciaron cosas hermosas sin explicar c¨®mo hacerlas. Cab¨ªa, eso s¨ª, confiar en la capacidad de gesti¨®n de nuestros administradores y en su taumaturgia, suficiente para obrar el milagro de dar tanto para tantos por tan pocos y con tan poco.
Econom¨ªa estrecha
Ni que decir tiene que estos centros generales de salud vivaquean la noche de una econom¨ªa estrecha y atienden tiempos mejores. Mientras tanto...
La idea lleg¨® al pol¨ªtico de la mano de aquella nueva f¨®rmula feliz. Frente al problema descomunal de una seria reforma sanitari, aparentar curar almas apenas exige otro soporte que la audacia, pues es harto dif¨ªcil un control de calidad. Y as¨ª se inici¨® la avalancha de desatinos psicohigi¨¦nicos. Incontenida. Desmesurada, como todo lo nuestro. Chapucera. Olvidando que quienes se ocupan de la salud mental necesitan tanta humildad como reflexi¨®n profunda antes de voltear campanas. Porque ante la amarga situaci¨®n de la asistencia en salud mental, constituyen un escarnio las declaraciones vac¨ªas y se impone una considerable dosis de prudencia con que administrar unos recursos humanos y econ¨®micos precarios.
Sin embargo, ning¨²n pol¨ªtico que se precie resiste la tentaci¨®n de fundar un centro de salud mental, con la promesa aneja de aumentar ad libitum las prestaciones asistenciales, y as¨ª se duplican servicios y engorda el despilfarro con centros de salud mental de ayuntamientos, Seguridad Social, Cruz Roja, diputaciones, sanidad del Estado, etc¨¦tera, cuya falta de medios y defectuosa coordinaci¨®n ejemplifican el derroche de olla escasa. Pa¨ªses ricos, muy ricos, recogen hoy velas, pesarosos de haberlas desplegado.
La experiencia mundial abruma y temo que en Espa?a, devotos como somos a calcar modelos caducos, la planificaci¨®n de la salud mental arranca con el atrevimiento de lo inadvertido, con frases que remiten vagamente a las necesidades de la comunidad, y con muy somera noticia de que una cosa son los enfermos mentales y otra las variantes anormales de la personalidad y las personalidades que sufren por no hallar satisfacci¨®n a sus ilusiones. Y en un pa¨ªs de recursos escasos, donde mill¨®n y medio de personas sanas buscan y no encuentran trabajo, atender a las necesidades de salud mental exige establecer un orderi ponderado de prioridades, donde lo necesario ceda lugar a lo imprescindible.
Explicar p¨²blicamente la raz¨®n de esta exigencia constituye la primera obligaci¨®n de quienes pretenden hacer frente al desaf¨ªo de programar acciones en salud mental.
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