Todos los novillos eran de oreja
Plaza de Las Ventas. 21 de septiembre. Cuatro novillos de Roc¨ªo de la C¨¢mara, tercero, de El Campillo, y quinto, sobrero, de Arturo Gallego, todos encastados y nobles. Fernando Galindo: oreja y aplausos. Juan Mora: ovaci¨®n y vuelta protestada. Vicente Yesteras: dos orejas protestadas y vuelta con protestas. Presidi¨® mal el comisario Blasco.A los seis novillos se les ca¨ªan las orejas. Doce orejas hubo en la tarde para que los espadas las pasearan en triunfo. Como s¨®lo se cortaron dos, y adem¨¢s con la ruidosa oposici¨®n de los aficionados, algo tuvo que ocurrir.
Nos tememos que lo ocurrido fue precisamente eso, que a los novillos se les ca¨ªan las orejas. Se ha dicho mucho, y los antiguos revisteros -aquellos venerables padres de la cr¨®nica taurina- lo sentenc¨ªaban: los toros buen os descubren a los toreros malos.
No queremos decir que los novilleros de ayer sean ma los. A lo mejor hasta son buenos y su futuro se presenta despejado, lo cual no se puede saber ahora. Pero sus habilidades t¨¦cnicas y el sentimiento con que las interprelaron quedaban casi siempre por debajo de los novillos a los que se les ca¨ªan las orejas. Los tres, por supuesto, apuntaron el toreo btieno (el toreo malo ya no lo quiere hacer nadie, desde que El Cordob¨¦s est¨¢ en baja y Anto?ete en alza) en tal cual redondo, en tal cual natural, en tal cual pase de pecho: y entre cuanto apuntaron nos quedar¨ªamos con unos enjundiosos naturales de Juan Mora y con el ensayo de estocada recibiendo que Fernando Galindo ejecut¨® al primero.
De Mora hay que subrayar esta paradoja: por agitanar la postura, unas veces torea y otras destorea. Pues carga la suerte y templa, el muletazo le sale frecuentemente hondo y bello. Pero como est¨¢ pendiente de componer la figura, en otras ocasiones le resulta forzado, incompleto y caricaturesco. Un t¨¦rmino medio -cargar la suerte, s¨ª; agitanarse, no hay por qu¨¦- seguramente le dar¨ªa mejores resultados. De Galindo no hay que subrayar paradoja, alguna: se va cuajando en torero de acertada t¨¦cnica.
Al debutante Vicente Yesteras, que estuvo bullicioso y mat¨® de un bajonazo injustificable, el presidente le regal¨® dos orejas. El reglamento dice que con dos orejas el torero que las corte puede salir por la puerta grande (es el ¨²nico art¨ªculo del reglamento que los taurinos cumplen a rajatabla). Y como la ocasi¨®n la pintaban calva, all¨¢ se llevaron a Yesteras a hombros de capitalistas. Pero se encontraron con la indignada afici¨®n, que los recibi¨® y los despidi¨® a almohadillazo limpio.
El presidente deber¨ªa ser el encargado de abrir la puerta grande, para que all¨ª se encontrara con lo que merece. El presidente ten¨ªa su tarde oscura. El presidente no ve¨ªa las bovinas cojeras que denunciaban los aficionados, Ni siquiera ve¨ªa a esos aficionados que en la andanada sacaban por encima de la barandilla medio cuerpo, convulso de ira, y a voz en cuello ped¨ªan su dimisi¨®n. El presidente s¨®lo deb¨ªa ver que a los novillos se les ca¨ªan las orejas, y en cuanto le dieron pie regal¨® dos. Su ilusi¨®n habr¨ªa sido, presumimos, regalar las doce como en San Sebasti¨¢n de los Reyes. El presidente ni siquiera se hab¨ªa dado cuenta de que estamos en Madrid.
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