Ei destino de Egipto
A los once a?os de la muerte de Nasser, desaparece tr¨¢gicamente su sucesor, Anuar el Sadat. En ese per¨ªodo de tiempo, el destino de Egipto, permanentemente secuestrado en manos dictatoriales, hab¨ªa experimentado un giro aparentemente espectacular. Para ser exactos, el cambio de orientaci¨®n tuvo su gestaci¨®n en la derrota militar de junio de 1967, dif¨ªcilmente superada por el personalismo carism¨¢tico de Nasser; esta humillaci¨®n nacional hizo reflexionar a la clase dirigente egipcia sobre la funci¨®n de liderazgo que hab¨ªa asumido en Oriente Pr¨®ximo.El sadatismo no puede entenderse sin recurrir al brillante per¨ªodo nasserista. La revoluci¨®n de Nasser (eliminaci¨®n del colonialismo europeo y nacionalizaci¨®n de Suez) fue un espejismo donde se miraron las masas ¨¢rabes. Sin embargo, la acci¨®n emprendida en 1952 por los oficiales libres dif'icilmente podr¨ªa calificarse como un hecho revolucionario. Nasser, al tiempo que ilustraba su r¨¦gimen con hombres progresistas y preservaba los privilegios de las clases dominantes ejercitaba selectivamente la represi¨®n sobre comunistas y marxistas y sobre los Hermanos Musulmanes. En lo internacional, se estrechaban los lazos con la URSS y se escalaba un lugar de privilegio en el mundo de los no alineados. Este espejismo salt¨® hecho pedazos en junio de 1967.
Por tanto, Sadat no hizo m¨¢s que continuar y profundizar en el camino ya iniciado anteriormente. En realidad, fue muy f¨¢cil desmontar un edificio construido sobre cimientos tan fr¨¢giles. Eliminado en mayo de 1971 el grupo de oposici¨®n m¨¢s radical (el formado por Gomaa y Sabr¨ª), Sadat devolvi¨® sus privilegios a la burgues¨ªa, desnacionaliz¨® el sector p¨²blico y derog¨® la ley de Reforma Agraria. En lo exterior, se fija un objetivo que dominar¨¢ toda su actuaci¨®n: la articulaci¨®n de una pax americana en Oriente Pr¨®ximo. En agosto de 1971, describ¨ªa Rouleau, en Le Monde, el programa de acci¨®n del nuevo rais: "Terminar con la presencia sovi¨¦vica, obtener un arreglo honorable ante Israel y asegurar la perennidad de su r¨¦gimen, gracias al apoyo financiero y pol¨ªtico de EE UU". La retirada de los asesores militares sovi¨¦ticos y la ruptura de la alianza con la URSS; la guerra de octubre de 1973, tan magistralmente representada, y los acuerdos de Camp David, junto con el Tratado de Paz con Israel, fueron el contenido de aquel programa. Junto a ello, una represi¨®n a derecha e izquierda, laica y religiosa, como en los mejores tiempos polic¨ªacos de Nasser, alimentaron un descontento nacional que hab¨ªa culminado en los ¨²ltimos meses.
Eterno dilema
Egipto, en estos treinta a?os pasados desde la revoluci¨®n nasserista, se ha debatido frente a su eterno dilema. La construcci¨®n del Estado nacional, quimera presente desde los tiempos fara¨®nicos, y su funci¨®n de l¨ªder de la naci¨®n ¨¢rabe contra la amenaza cierta de los m¨¢s diversos imperialismos. La muerte de, Sadat pone al descubierto m¨¢s crudamente el problema. El desprestigio actual de Egipto en el mundo ¨¢rabe ha llegado a unas cotas que parec¨ªan inimaginables; pero Egipto contin¨²a siendo una pieza clave y fundamental en el tablero del Mediterr¨¢neo oriental. La situaci¨®n econ¨®mica interna linda con niveles de hambre.
El descontento militar es innecesario subrayarlo. Frente a ello, la clase intelectual egipcia contin¨²a siendo esencial para el funcionamiento de un nuevo r¨¦gimen y cuenta con recursos humanos suficientes para acometer la empresa. En el plano internacional, la pol¨ªtica de Sadat hab¨ªa llegado, de la mano de Israel, a un callej¨®n sin salida, debido al abandono de la causa palestina. Por otra parte, a un nivel m¨¢s amplio, las alianzas militares en Oriente Pr¨®ximo no tienen la solidez que en otras ¨¢reas regionales y son frecuentes los cambios bruscos. Por tanto, todo hace esperar que el legado de Sadat sea sometido a un profundo proceso de revisi¨®n. Una vez m¨¢s, Egipto se sit¨²a en el grado cero de su historia, para comenzar a escribirla nuevamente.
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