Cabos sueltos
NO SE puede decir que el gobierno municipal del Ayuntamiento de Madrid haya salido por la puerta grande tras lidiar el primer desaf¨ªo serio al que le ha obligado a enfrentarse la denuncia del segundo teniente de alcalde, posteriormente expulsado del PSOE, sobre posibles irregularidades en la tramitaci¨®n de una concesi¨®n de servicios a la iniciativa privada. Las contradicciones entre algunos testimonios, la superposici¨®n de diferentes interpretaciones sobre unos mismos hechos, a medida que las sucesivas versiones resultaban insuficientes, los cabos sueltos en el relato y la arrogante pretensi¨®n de zanjar el asunto silenciando a los informadores han terminado por crear tal confusi¨®n y opacidad en torno al asunto que los medicamentos de caballo utilizados para cicatrizar las heridas dentro de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a y dentro de la coalici¨®n que rige el Ayuntamiento de la capital han ulcerado gravemente las relaciones entre el gobierno municipal y la opini¨®n p¨²blica.Para nadie es un secreto el trasfondo de luchas intrapartidistas, previas al inminente congreso socialista, sobre el que se ha desarrollado la trama de los acontecimientos. Es cierto que no resulta demasiado plausible la imagen de Alonso Puerta como un albo cordero que s¨²bitamente descubre la existencia, dentro del reba?o, de ovejas descarriadas o de pastores sospechosos de connivencias con los lobos.El ex teniente de alcalde golpe¨®, con todas sus ganas y en el lugar que m¨¢s duele, a sus adversarios pol¨ªticos dentro del PSOE por motivos cuya explicaci¨®n exigir¨ªa un buen conocimiento de las luchas por el poder, los juegos de alianzas y las intrigas dentro del aparato burocr¨¢tico socialista. Pero el instrumento que Alonso Puerta manej¨® para dar el bastonazo no puede hacerse desaparecer del atestado con el pretexto de las malas intenciones o retorcidos prop¨®sitos de la mano que lo empu?¨®.
La consigna de honestidad en la gesti¨®n p¨²blica ocup¨® en la campa?a electoral del PSOE de 1979 un lugar todav¨ªa m¨¢s importante que el lema d¨¦ eficacia. Resulta l¨®gico as¨ª que los vecinos madrile?os tomen la palabra de los concejales socialistas al pie de la letra y les exijan el cumplimiento escrupuloso de sus promesas. La reciente doctrina del PSOE es que los administradores de la cosa p¨²blica no tienen que demostrar su honestidad, supuesta en los concejales como el valor en lo! soldados, sino que corresponde a los denunciantes la carga de la prueba sobre su deshonestidad. La postura es, desde luego, defendible desde un pinto de vista pol¨ªtico, e impecable desde un enfoque estrictamente juridico. Pero, en tal caso, la presunci¨®n de inocencia y el beneficio de la duda deber¨¢n hacerse extensivos a todos los gestores p¨²blicos de nuestra vida democr¨¢tica, con el corolario de que el vicesecretario general del PSOE y algunos de sus colegas tendr¨¢n que refrenar su fr¨ªvola facundia para calificar de chorizos a sus adversarios pol¨ªticos o personales.
Por lo dem¨¢s, la comisi¨®n de investigaci¨®n resolvi¨®, por unanimidad de sus miembros, todos ellos pertenecientes a la mayor¨ªa que controla el Ayuntamiento, eximir de responsabilidad a los dos delegados de servicio acusados por Alonso Puerta y declarar responsables al concejal centrista Florentino P¨¦rez "por haber dado trascendencia a un rumor" y al ex teniente de alcalde socialista y al delegado de Obras P¨²blicas "por dar cr¨¦dito a tales rumores sin comprobar su certeza y veracidad". Sin embargo, la comisi¨®n de investigaci¨®n, a la vez que libera de responsabilidad a Espelos¨ªn y Aymerich, les rega?a suavemente por su ligereza, categor¨ªa de dif¨ªcil localizaci¨®n en la descripci¨®n de las conductas. Digamos, de pasada, que esa ligereza es bastante pesada, pues signfica, seg¨²n el texto del dictamen, que Espelos¨ªn, en un almuerzo, y Aymerich, en su despacho, recibieron insinuaciones de soborno en fervor del PSOE sin levantarse de la mesa o poner en la puerta al sobornante y sin denunciar de inmediato a los ¨®rganos colegiados del Ayuntamiento y a la opini¨®n p¨²blica esa tentativa de cohecho.
Pero lo m¨¢s lamentable de este incidente ha sido la paranoica e intemperante reacci¨®n del gobierno municipal frente a los trabajos de informaci¨®n de la Prensa. Despreciar sarc¨¢sticamente a los periodistas como vengadores justicieros es una manera de enlazar con las doctrinas del franquismo sobre la Prensa canallesca, y una forma de exteriorizar la incapacidad de algunos pol¨ªticos, una vez que ocupan puestos de poder, para entender el papel que debe desempe?ar la libertad de informaci¨®n y de opini¨®n en una sociedad que aspire al calificativo de democr¨¢tica. Ese desagradable paralelismo entre el ayer y el presente tambi¨¦n se aplica, desgraciadamente, al intento d6-atribuir a oscuros intereses o designios el esfuerzo de los medios de comunicaci¨®n para suministrar a sus lectores informaci¨®n sobre los conflictos en el Ayuntamiento, sin aceptar -?faltar¨ªa m¨¢s!- que el asunto quede cerrado por decisi¨®n unilateral de quienes figuran a la vez como juez y como parte de las investigaciones. Porque la conspiraci¨®n judeo-mas¨®nica es el directo antecedente, en t¨¦rminos formales, de la pretensi¨®n de imputar a una siniestra maniobra contra el PSOE, contra los partidos o contra las instituciones democr¨¢ticas algo tan sencillo como que los periodistas traten de esclarecer los hechos, publiquen documentos secuestrados por el gobierno municipal, recojan los puntos de vista de los derrotados y se esfuercen, con mayor o menor acierto, por sacar sus propias conclusiones y formular sus propias valoraciones sobre este embrollo.
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