Navia apesta
En Navia (Asturias), una f¨¢brica de celulosa ha provocado con su contaminaci¨®n la muerte de p¨¢jaros, peces y plantas. Los habitantes respiran d¨ªa tras d¨ªa un aire pestilente y pernicioso.Hace unos a?os, todav¨ªa no muchos, un gran acontecimiento vino a revolucionar la vida de Navi¨¢, un pueblo situado en la segunda r¨ªa asturiana seg¨²n se echa la cuenta de Occidente a Oriente. El acontecimiento fue este: la instalaci¨®n de CEASA, una poderosa f¨¢brica de celulosa, a orillas de la r¨ªa. La f¨¢brica supuso puestos de trabajo y contaminaci¨®n. ?V¨¢yase lo uno por lo otro!, se dijeron entonces los naviegos. Y tuvieron, en efecto, puestos de trabajo y contaminaci¨®n. Se agostaron y acabaron convirti¨¦ndose en postes raqu¨ªticos los pinos que por las riberas izquierda y derecha cubren el tramo ascendente del r¨ªo; desaparecieron los p¨¢jaros; dejaron de dar fruta las pomaradas de Arb¨®n y Serandinas; se hizo huidiza la-lubina, antes tan abundante, y, en fin, cay¨® un olor pest¨ªfero sobre el valle, un olor que ofend¨ªa a unos u otros, seg¨²n la direcci¨®n del viento.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, la f¨¢brica no s¨®lo contamina, sino que, sencillamente, vierte toda clase de inmundicias en el r¨ªo y en el mar. Un d¨ªa aparece el tramo bajo del Navia cubierto de una capa espesa de espuma blanca. Otro, el litoral. Si no es espuma blanca es aceite espeso y negro lo que oculta, literalmente, el agua subyacente. M¨¢s de una vez hubo de clausurarse este verano la playa, hasta tal punto estaba la mar contaminada. Asomarse a la playa de Ortiguera, colindante de Navia por la margen izquierda, equivale a penetrar en la fragua de Vulcano, hirviente de burbujas y bizarros colores. El espect¨¢culo es impresionante, aunque, para los naviegos, poco grato.
Camino del Cant¨¢brico
?Qu¨¦ ha ocurrido? Ha ocurrido que esta f¨¢brica jovenc¨ªsima empieza a dar se?ales de decrepitud. Algunas mareas fuertes han bastado para desgraciar para siempre el emisario o desaguadero por donde se vaciaba el detritus al Cant¨¢brico. Los sistemas anticontaminantes, instalados tarde y mal, han sido desde el principio insuficientes, no han existido, cabalmente, nunca.
Mientras tanto, la directiva de la f¨¢brica se ha permitido una pol¨ªtica de informaci¨®n y gesti¨®n poco responsable. En declaraciones a La Voz de Asturias (19 de julio de 1981), patentes ya los primeros s¨ªntomas de deterioro grave, negaba el director de CEASA que fuese cierta la existencia de contaminaci¨®n. Esa afirmaci¨®n era entonces inaudita. Nadie se atreve ahora a hacerla (el director, en declaraciones hechas el 10 de octubre, se aven¨ªa a reconocer lo que antes hab¨ªa negado), pero a cada nueva escandalosa derrama (2 de octubre y d¨ªas sucesivos) se a?ade, mon¨®tonamente, que el ¨²ltimo desaguisado va a ser, ahora s¨ª que de verdad, el ¨²ltimo, el definitivo. Tambi¨¦n se dice que a la vuelta del verano se habr¨¢ procedido a la instalaci¨®n de un nuevo emisario. Pero ?qu¨¦ valor tienen semejantes afirmaciones. Para infundir confianza a largo plazo es necesario hacer alg¨²n m¨¦rito a corto plazo. CEASA, sencillamente, no tiene ya derecho a contar con la buena fe de los naviegos.
Estos comienzan a preguntarse si ha de suponer la industria, por fuerza, contaminaci¨®n, suciedad y degradaci¨®n irreversible del medio ambiente. S¨®lo la incuria de unos o la renuencia de otros explica que, transcurridos dos siglos desde el inicio de la revoluci¨®n industrial, volvamos al smog de Sherlock Holmes y al agua f¨¦tida. Los naviegos principian a pensar que industria y calidad de vida, m¨ªnima calidad de vida, han de ser hechos compatibles. Que una pol¨ªtica corta y poco generosa -se trata, realmente, de un fen¨®meno de inter¨¦s nacional- velara esa compatibilidad traeria consigo consecuencias pol¨ªticas poco deseables.
El car¨¢cter aparatoso de las ¨²ltimas derramas ha sacado al Ayuntamiento de su letargo... El Ayuntamiento ha remitido un documento de protesta a distintos organismos oficiales. Al tiempo se halla en trance de formaci¨®n la Asociaci¨®n de Iniciativas de la Cuenca del Navia, agrupaci¨®n surgida al empuje de unos acontecimientos que nunca debieran haberse producido. CEASA, todo hay que reconocerlo, ha tenido un gesto de magnanimidad. En compensaci¨®n por los males que sufren, ha ofrecido a los naviegos coadyuvar a la creaci¨®n de un consultorio m¨¦dico. Veremos c¨®mo reaccionan las autoridades locales. Tienen el deber ciudadano de no darse por satisfechas. En esa oferta desnuda hay un punto de sarcasmo. Es como si a los afectados por la colza ponzo?osa les regalaran una silla de ruedas. Acaso, incluso, con una plaquita donde constase el nombre del desprendido donante.
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