Monote¨ªsmo y manique¨ªsmo, USA o URSS
Hace pocos meses escrib¨ª un art¨ªculo sobre EL PAIS como intelectual coletivo, usando a este prop¨®sito la expresi¨®n de Gramsci. Que este peri¨®dico se haya convertido en el ¨®rgano casi exclusivo de expresi¨®n de los intelectuales del centro de Espa?a es excesivo y no estov pensando en lo que con ello se empobrezcan otros diarios: al Fin y, al cabo Diario 16 ha conseguido una imagen y Un p¨²blico propios, Ya sigue siendo el ¨®rgano eclesi¨¢stico diario Y s¨®lo a Abc se le desfleca la clientela, hacia la, izquierda Ilustrada, hacia la ultraderecha desaforada. Lo verdaderamente grave es que con ello se empobrece el contenido de los semanarios y el de las revistas de periodicidad m¨¢s espaciada y formato de libro. Todo el mundo quiere publicar en EL PAIS. Algunos, por simple noveler¨ªa, pero los mejores porque temen que SUS ensayos -pues de verdaderos ensayos se trata- no lleguen a leerse de ser publicados en el que ser¨ªa su lugar natural. La vieja f¨®rmula de los folletones de El Sol, practicada luego por Arriba, no es period¨ªstica -en el extremo opuesto a Diario 16- y la actual partici¨®n de un ensayo en dos, tres o m¨¢s art¨ªculos consecutivamente numerados, a mi juicio, lo es menos a¨²n. Pero se trata de un hecho real que, est¨¢ ocurriendo y que presenta tambi¨¦n su lado positivo: la voluntad de nuestros mejores ensayistas de dirigirse al gran p¨²blico. (Al relativo gran p¨²blico de EL PAIS, que no es, ciertamente, el gran p¨²blico de la televisi¨®n.)Al escribir el pre¨¢mbulo anterior he estado pensando, por modo eminente, en Rafael S¨¢nchez Ferlosio, cuyo largo y excelente ensayo, repartido en cinco art¨ªculos, sobre el monote¨ªsmo, la santa causa, la guerra santa y la moral ecum¨¦nica quisiera breverriente comentar, aunque s¨®lo fuese para llamar la atenci¨®n sobre ¨¦l del apresurado lector.
En la cr¨ªtica del implacable monote¨ªsmo, religi¨®n del desierto, como ya vio Renan, que, en el l¨ªmite, exige la nada, el vac¨ªo total bajo El (nadie somos nada), otros se han adelantado, sin duda, a S¨¢nchez Ferloslo. Y entre nosotros, el tema del polite¨ªsmo como religiosidad de la piedad ha sido muy atendido por Fernando Savater, ¨²ltimamente en el "misterio dram¨¢tico" Juliano en Eleusis. Pero Rafael S¨¢nchez Ferlosio ha puesto de relieve con ins¨®lita claridad una serie de conexiones que a todos nuestros contempor¨¢neos, por lejanos que se sientan de teolog¨ªas, les incumben muy mucho. Por de pronto, el unitarismo totalitario religioso de Israel y del Islam ayer, el Linitarismo totalitario secular de la URSS y USA hoy, son parad¨®jicamente necesitantes de lo que existiendo, es decir, resistiendo, constituye la presa y alimento exigidos por la pasi¨®n l¨®gica monote¨ªsta. (De los te¨®logos rabiosamente monote¨ªstas, quiero decir, y tambi¨¦n, lo veremos luego, de los pol¨ªticos del monote¨ªsmo imperial.) El mal, personoficado en el otro, es lo que dota de contenido a un Dios que, de otro modo, habr¨ªa de dedicarse a una est¨¢tica, inane, ahist¨®rica contemplaci¨®n de s¨ª y que, por otra parte, con ella, especul¨¢ndose, saldr¨ªa, cuando menos narcis¨ªsticamente, de su monolitismo. El duelo primordial contra el angel rebelde y el hombre pecador son la raz¨®n de ser de un Dios de otro modo ocioso. La creaci¨®n ha ocurrido, en aparente paradoja, precisamente para que la criatura se rebele contra el Creador y le d¨¦ a El incesante quehacer, en superortegulano (y antes superfichteano) sentido, el quehacer de una aniquilaci¨®n del mal como tarea infinita. S¨¢nchez Ferlosio pone de manifiesto as¨ª que el monote¨ªsmo, en su esencia misma (y contra lo que digen los te¨®logos), es, necesita ser manique¨ªsmo, lucha sin cuartel contra un Mal que El mismo ha causado/ocasionado. Y, en definitiva, que el ideal de su aniquilaci¨®n total, el del desierto-s¨ªmbolo, el de la unicidad pura, o es una utop¨ªa, como tal irrealizable, o constituir¨ªa el vac¨ªamiento de la sustancia misma de ese Dios.
S¨¢nchez Ferlosio, en su prisa por pasar del orden divino monote¨ªsta a su rigurosa versi¨®n mundanal, no se detiene en la
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cuesti¨®n del cristianismo en cuanto tal. Que el cristianismo, fundado en el juda¨ªsmo y en la romanidad, en cuanto que cat¨®lico romano, iglesia fundida o fundente en el imperio universal -sacro romano imperio, ¨²nica religi¨®n verdadera, nulla salus extra EccIesiam, cruzada, santo oficio, teolog¨ªa to¨ªsta-monote¨ªsta-, se halla penetrado de elementos monote¨ªstas es innegable. Pero lo radicalmente novum suyo es la afirmaci¨®n de un Dioshombre (movimiento inverso al de la religi¨®n hel¨¦nica), Jes¨²s, hijo de Dios, al que llama siempre Padre, procesi¨®n del Esp¨ªritu Santo y constituci¨®n de una Trinidad en la Divinidad, proclamaci¨®n de la Virgen como madre de Dios y, con ella, constituci¨®n, en la praxis religiosa, de una paternidad , a la que se agrega la corte de todos los ¨¢ngeles y todos los santos. La teolog¨ªa profesional ha intentado cohonestar sincr¨¦ticamente monote¨ªsmo y polite¨ªsmo, pero la religiosidad popular, la religi¨®n viva -salvo en el protestantismo- ha optado, sin vacilar, por un polite¨ªsmo real, ll¨¢menlo como quieran los te¨®logos -de oficio. (Si se prefiere denominar a su concepci¨®n la superaci¨®n ele la ant¨ªtesis monote¨ªsmopolite¨ªsmo, yo no me oponto). Nuestras religiones monote¨ªstas, tambi¨¦n la cristiana, pese a sus importantes ingredientes mitol¨®gicos, son religiones hist¨®ricas, de empresa y progreso, de avance y, para lograrlo, lucha y destrucci¨®n. La santa causa, que es guerra contra el mal, se despliega en la palabra del mundo. Esta revelaci¨®n de Dios en la historia y todo a lo largo de ella es mostrada por S¨¢nchez Ferlosio desde su ra¨ªz monote¨ªsta. A la escatolog¨ªa de las postrimer¨ªas corresponde, en el plano mundano, el destino de la historia universal: la pluralidad hist¨®rica de las culturas es falaz, pues, de la misma manera que no hay sino un solo Dios, la historia es ¨²nica, universal. El valle de Josafat no es sino el tribunal de la historia, y el gran te¨®logo de la historia concebida como revelaci¨®n ha sido, sin disputa, Hegel.
El tercer gran nexo que S¨¢nchez Ferloslo pone de manifiesto es el de la Historia con la moral. Si la historia es una y si el manique¨ªsmo monote¨ªsta es la primera y ¨²ltima verdad hay que tomar partido. Pero tomar partido no es aqu¨ª, como en Ortega y en el mismo Sartre, elegir uno entre varios bienes y, por tanto, tener que renunciar a mucho para realizar algo y realizarse en algo. No. Engagement est¨¢ a mil leguas del compromiso. Compromiso, en castellano todav¨ªa no te?ido de galicismo, oscila, en su significaci¨®n, entre amigable composici¨®n y apuro o aprieto. Y, en efecto, cabr¨ªa, cabe siempre, una moral de la composici¨®n, compaginaci¨®n o s¨ªntesis. Engagement como toma de partido, para evitar equ¨ªvocos, fue traducido, la primera vez, creo, por mi antiguo y querido disc¨ªpulo, el profesor Pedro Cerezo, por comprometimiento. O Roma o Mosc¨², se dec¨ªa hace unos decenios, cuando todav¨ªa lo sacral manten¨ªa alguna sombra de vigencia. Pero Roma y Mosc¨² a¨²n ofrecen una figura, presentan una figuraci¨®n concreta y, en sus or¨ªgenes, una leyenda o una mitolog¨ªa. Mejor la abstracci¨®n pura, las siglas, la despersonalizaci¨®n total: USA o la URSS. Y lo uno o lo otro sin m¨¢s, sin salida. Es el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena que nos hace ver S¨¢nchez Ferlosio, el tr¨¢nsito de la moral ecum¨¦nica del comprometimiento total a la pol¨ªtica imperial del dominio sobre el mundo entero. Decir no a ese comprometimiento total es, pienso, no s¨®lo un deber. Es tambi¨¦n la ¨²nica esperanza frente a la destrucci¨®n, posiblemente no de la URSS o de USA, pero s¨ª, con gran probabilidad, de nuestra propia aniquilaci¨®n.
Y para volver a la teor¨ªa: sorprendentemente Rafael S¨¢nchez Ferlosio viene a coincidir con su cuasipaisano Juan Donoso Cort¨¦s en el principio general -no en las consecuencias que uno y otro extraen de ¨¦l- de que toda cuesti¨®n pol¨ªtica envuelve una cuesti¨®n teol¨®gica, en ella se funda.
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