Una variaci¨®n golosa
Lo ¨²ltimo que vio Madrid de Luis Gordillo, tras la s¨ªntesis apote¨®sica de 1977 en las Salas del Patrimonio, fue un lienzo (Tr¨ªptico Iolas) que supon¨ªa un golpe de tel¨®n radical a ese gordillismo con el que muchos confunden la totalidad de su obra. Los cuatro a?os transcurridos desde entonces han dado dos nuevas etapas de esa trayectoria proclive a la mutaci¨®n y que, en su aparente oposici¨®n, pudieron verse ya en la gran exposici¨®n que le dedic¨® recientemente el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Llega ahora a Theo, de Madrid, la m¨¢s reciente de ellas, correspondiente a 1981, como empezando por el tejado un reencuentro que habr¨¢ de completarse con una pr¨®xima muestra en la Galer¨ªa Vijande, que permitir¨¢ recomponer el puzzle cronol¨®gico.No es este el lugar donde analizar las causas generales por las que Gordillo somete su obra a continuos golpes de tim¨®n, ni siquiera en lo referente al ¨²ltimo cambio que s¨®lo cobra sentido a la luz de ese momento previo que a¨²n no ha llegado basta nosotros (aunque obras de la exposici¨®n de Theo, como Misterium mundi o Despectivos en campo verde, apunten a una relaci¨®n-transici¨®n).
Podernos rastrear c¨®mo ha funcionado en esta ocasi¨®n un mecanismo muy com¨²n en la evoluci¨®n de su obra, al que podr¨ªamos llamar ?funci¨®n retrovisor?. Junto a lo verdaderamente nuevo, cada uno de sus saltos suele ir acompa?ado de una mirada hacia atr¨¢s, para rastrear su propio pasado pict¨®rico en busca de elementos que toman un nuevo sentido en el momento de una crisis. Esos elementos, de muy distinto orden, provienen a veces de ciertas experiencias ins¨®litas o, incluso, de alg¨²n tipo de circunstancia extrapict¨®rica que haya introducido una modificaci¨®n casual en una obra. La funci¨®n retrovisor ha dado lugar as¨ª a una trayectoria que podr¨ªa compararse a una planta multicapilar en la que uno nunca sabe qu¨¦ filamento puede convertirse en rama el pr¨®ximo a?o.
Sensaci¨®n de novedad
En s¨ªntesis, su obra ¨²ltima responde a una estructura fija en la que una serie de elementos rectangulares, elaborados por separado, se ordenan formando una cuadr¨ªcula.
Pese a la absoluta sensaci¨®n de novedad que esta obra ha suscitado, podernos remontarnos a dos l¨ªneas marginales de su pasado, en cierto modo paralelas, en las que seguramente ha juzgado esa funci¨®n retrovisor. Puede centrarse la primera en los Espacios -tortilla, de 1976, aunque englobe otros fen¨®menos semejantes, como los Sedimentaci¨®n -estructuraci¨®n, y hasta cierto punto, llevamos hasta los primeros collages de 1958.
La segunda l¨ªnea re¨²ne aquellas obras que ya empleaban r¨ªgidamente una estructura de cuadr¨ªcula (El eco, Ni?o verde-encantador, Pareja americana, Di¨¢logo visual, Serie blanda ... ).
Para entender el sentido de la obra reciente y su relaci¨®n comparativa con esos s¨ªntomas precedentes es preciso ver en detalle el m¨¦todo de trabajo. En primer lugar, los elementos-base surgen de una elaboraci¨®n de tipo muy espont¨¢neo, de una largu¨ªsima serie de unidades sin intenci¨®n de generar entre ellos ning¨²n tipo de relaci¨®n. M¨¢s tarde pasa esa serie por un proceso de selecci¨®n que extrae aquellos elementos m¨¢s afortunados, m¨¢s significativos.
Tampoco se propone aqu¨ª, al menos no privilegiadamente, una lectura narrativa del tipo del comic, corno parece inevitable en una secuencia como la del Ni?o verde-encantador. Se trata, m¨¢s bien, de invitar al ojo a una valoraci¨®n pl¨¢stica global o, al menos, a una circulaci¨®n visual de tipo m¨¢s libre,
Los precedentes m¨¢s claros, en cuanto a cuadr¨ªculas, son, sin duda, las Series blandas y, por supuesto, el m¨¢s reciente, Fichas, incluido en la exposici¨®n. Se consigue aqu¨ª una complejidad espacial vertiginosa, hasta cierto punto emparentada con los Espacios tortilla.
La mayor sorpresa queda del lado del color. Tenemos, en parte, una derivaci¨®n hacia registros mas c¨¢lidos, no ya frente a ese color tecnol¨®gico inmediatamente anterior, sino, incluso, respecto a esa acidez que abusivamente se le ha atribuido. Pero m¨¢s que la gama es el modo de aplicaci¨®n lo que implica una ruptura radical.
Por primera vez, Gordillo vive una etapa verdaderamente optimista en consonancia con un momento colectivo. El trueque de vanguardia por modernidad y una derivaci¨®n del gusto que le favorece eliminan en ¨¦l un estado frecuente de ansiedad y le permiten sentirse arropado, mullido, sin que ello implique culpa. Su deslizamiento hacia lo l¨ªquido le lleva tambi¨¦n a bordear sus or¨ªgenes de modo que las referencias figurativas se tornan m¨¢s fluctuantes.
Parece que Gordillo se encuentra en el umbral de una v¨ªa placentera para la pintura que se equilibre en su productividad y con ello vuelve a confirmarse corno punto central de su generaci¨®n, en un marco que para muchos excede ya a nuestras fronteras.
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