Ense?anzas de la utop¨ªa
Los mejores carecen de toda convicci¨®n, en tanto que los peores est¨¢n llenos de apasionada intensidad. (F. Yeats).
A medida que se aproxima el nuevo milenio aumenta el inter¨¦s por las expectativas que el a?o 2000 puede depararnos, tanto en el ¨¢mbito de la ciencia como en otros aspectos populares, sociales o pol¨ªticos.La ciudad no pod¨ªa estar ausente dentro de los cuestionarios que anuncian el nuevo milenio. ,Tendremos que seguir viviendo en los actuales ¨¢mbitos urbanos, o un nuevo urbanismo y una nueva arquitectura nos ofrecer¨¢n la prometida Arcadia de los a?os veinte9, ?el encuentro con unas formas de libertad colectivizada desarraigar¨¢ para siempre la autodestrucci¨®n presente?
?Qu¨¦ expectativas urbanas, si es que existen, nos deparar¨¢ el milenio que llega?
En un per¨ªodo de crisis como el actual no permite, al menos en un cierto grado de coherencia, otra cosa que proponer escenarios, es decir, hip¨®tesis de c¨®mo se pueden comportar aquellas fuerzas que determinan y configuran el dise?o de la ciudad.
Durante los primeros sesenta a?os de este siglo, el pensamiento arquitect¨®nico y la ciencia urbana se han esforzado, sin conseguirlo, en neutralizar los efectos de una filosof¨ªa econ¨®mica (liberalismo mercantil-industrial moderno) que encontr¨® en los territorios pr¨®ximos a las tranquilas ciudades burguesas el lugar id¨®neo para desarrollar el modelo de ciudad industrial, bajo la premisa de explotaci¨®n del espacio urbano. As¨ª no resulta arriesgado se?alar que la ciudad occidental en los a?os ochenta es el resultado de un modelo construido seg¨²n los principios del capitalismo financiero, instrumentado en general a trav¨¦s de los soportes pol¨ªticos de las socialdemocracias occidentales.
El pensamiento arquitect¨®nico de principios de siglo acept¨® con bastante ingenuidad el encuentro y posterior desarrollo de la m¨ªstica subliminal de lo urbano, es decir, desde Le Corbusier a Hilber seimer, de W. Gropius a K. Tange, todos aceptaron como fiables los postulados del mercado liberal. Mercado que con tanta precisi¨®n planific¨® la ¨¦tica calvinista y la l¨®gica econ¨®mica puesta en pr¨¢ctica por los promotores de la realpolitik urbana. Pero de su gesti¨®n poco m¨¢s se puede se?alar que hacer evidente el catastrofismo de la congesti¨®n, la promiscuidad de usos, la anarqu¨ªa de funciones y actividades, la segregaci¨®n en clases, la disoluci¨®n formal de su arquitectura y el vac¨ªo enajenado en el que los hombres de hoy tratan de convivir. ?Qu¨¦ queda, pues, de las promesas y del optimismo de sus proleg¨®menos racionales? ?Qu¨¦ queda de la militancia liberal, de la ciudad radiante, de los c¨®digos que dise?aban la vivienda e¨®n m¨¢s sol y m¨¢s verde? De todo aquel c¨²mulo de intenciones hemos heredado, no ya la ciudad de las transparencias so?adas, sino la ciudad de las transparencias seriadas y la obediencia estereotipada a una administraci¨®n de la ciudad disfrazada de ciencia urbana y gesti¨®n burocr¨¢tica; junto a ello, la exclusi¨®n de la arquitectura como infraestructura funcional y superestructura est¨¦tica en la construcci¨®n de la ciudad moderna.
La lectura de los discursos formales de la espacialidad arquitect¨®nica en la ciudad se evidencian como cr¨ªticos, pero ?tienen ¨¦stos algo que ver con la arquitectura? La filosof¨ªa econ¨®mica de la producci¨®n capitalista de la ciudad no admite subterfugios ret¨®ricos ni recuento de vanidades tan propicios a determinadas castas profesionales. Su m¨¢xima bien podr¨ªa recogerse de aquellas pintadas callejer¨ªas del 68 franc¨¦s, que con tanta lucidez establec¨ªa las relaciones entre realidad y deseo: "Tomo mis deseos como realidades, porque creo en la realidad de mis deseos". Tal vez el arquitecto moderno deber¨ªa excluir de su talante profesional la inocencia aunada a la complicidad, para iniciar una tarea in¨¦dita en la construcci¨®n del espacio futuro. Pero mientras se prepara no estar¨¢ de m¨¢s recordar aquellos versos de Tennyson: "Hazme una casita en el valle, dijo ella, / donde pueda llorar y rezar, / pero no derribes las torres de mi palacio, / tan fr¨¢gil y bellamente construidas; / acaso pueda volver con otros all¨ª / cuando haya expiado mi culpa. "
Sin duda, algunos de los presupuestos del pensamiento de la ciencia de la ciudad pasan por el control de las decisiones urbanas, y ya los planificadores adscritos a una ciencia m¨¢s pragm¨¢tica han intuido que para obtener este control se requiere antes la conquista del poder pol¨ªtico que deposita sus adhesiones en la idea de progreso. En la sociedad posindustrial no es eficaz dise?ar modelos ut¨®picos para suministrar informaci¨®n al pr¨ªncipe, como en el Renacimiento.
Las miradas en torno al nuevo milenio no parecen orientarse hacia los cen¨¢culos de la forma arquitect¨®nica, pese al denodado esfuerzo de sus carism¨¢ticos redentores. Ni complacerse tampoco con el despotismo de una ciencia ilustrada o dirigida. La lucha contra los destructores modernos va encaminada hacia una conquista de la pol¨ªtica de lo urbano, al objeto de hacer efectivos los argumentos que permitan construir la ciudad del siglo XXI desde una nueva actitud filos¨®fica y una determinaci¨®n creadora que pueda tener en cuenta otros valores que aquellos que generan los beneficios del plusvalor de la ciudad, y entre los que se encontraban algunas de las siguientes consideraciones:
- El aumento actual y futuro en la poblaci¨®n en las ciudades va a requerir considerables incrementos de energ¨ªa que no pueden suministrar las actuales formas de organizaci¨®n econ¨®mica, ni sufragar las convencionales formas de vida burguesa tal como se muestran en los cuadros sociales de hoy.
- La ciudad necesitar¨¢ incorporar innovaciones laborales que faciliten nuevos puestos de trabajo, al mismo tiempo que tendr¨¢ que recurrir al reparto m¨¢s ecu¨¢nime y equitativo de los servicios metropolitanos.
- Control del desperdicio energ¨¦tico, tan injustificado por razones sociales como por l¨®gica cient¨ªfica, introduciendo t¨¦cnicas de reciclaje y conservaci¨®n de la energ¨ªa, frente al despilfarro del consumo, inducido por los grandes monopolios.
- Una aut¨¦ntica pol¨ªtica con un enfoque globalizador del uso del espacio en la ciudad, configurando pr¨¢cticas y pol¨ªticas ciudadanas que permitan un uso regenerativo de los espacios abandonados y de las propiedades reservadas.
- El.proyecto de la ciudad se ver¨¢ obligado a incorporar el arte como acci¨®n innovadora, frente al c¨²mulo de lugares invertebrados colonizados por especialistas y marginales para la vida comunitaria y privada.
- Finalmente, ser¨¢ preciso un proceso de educaci¨®n ciudadana que posibilite adquirir unos niveles aceptables de cultura urbana, haciendo posible un entendimiento racional que permita entender y construir la ciudad como un biorrecurso, no en el sentido de las met¨¢foras org¨¢nicas al que fueron tan sensibles los urbanistas de los a?os veinte, sino como un aut¨¦ntico proceso cient¨ªfico que recupere para la ciudad sus caracter¨ªsticas m¨¢s significativas.
Es decir, la ciudad entendida como un organismo vivo de estructura vers¨¢til y renovable. La ciudad con espacios ricos en su espacialidad ambiental. Asequible en la retroalimentaci¨®n de recursos, limitada en su crecimiento, variable en su forma, lugar primordial para la convivencia humana. Presupuestos estos fundamentales para el dise?o de una ciudad que deber¨¢ acoger entre sus demandas m¨¢s b¨¢sicas la importancia de la participaci¨®n de los ciudadanos, la primac¨ªa de los aspectos creativos frente a los distributivos, y la adecuaci¨®n total de la econom¨ªa urbana entre medios, modos y fines.
Sin duda, los impactos est¨¢n en el futuro, no tan lejano. Y en nuestra memoria, la capacidad de reflexi¨®n para afrontarlos y satisfacerlos.
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