Trabajo dom¨¦stico y feminismo lacrim¨®geno
Me temo que el trabajo dom¨¦stico es un problema te¨®rico que el feminismo tiene sin resolver, pues aunque los an¨¢lisis de este movimiento han aclarado puntos de pol¨ªtica econ¨®mica imprescindibles para entender el significado de! trabajo realizado en el ¨¢rea dom¨¦stica, por otra parte se ha colaborado a sembrar un serio confusionismo en otros aspectos del tema. Y este temor adquiere renovada actualidad cuando leo noticias como la de hace unos d¨ªas, en la que se anunciaba un nuevo seguro promovido por una compa?¨ªa inglesa para los hombres que enviuden, ya que, al perder a la compa?era de su vida, pierden con ella a la cocinera, lavandera, jardinera, etc¨¦tera. Como es l¨®gico, lo primero que ha hecho esta compa?¨ªa ha sido valorar, en t¨¦rminos salariales, el trabajo realizado por las amas de casa, el cual -siempre seg¨²n la noticia- queda fijado en unas 160.000 pesetas mensuales, lo que sit¨²a el hipot¨¦tico sueldo del ama de casa muy por encima del de un obrero industrial ingl¨¦s.Como parece razonable pensar que la compa?¨ªa de seguros Legal and General, que es la que nos ocupa, no es una instituci¨®n ben¨¦fica ni una promotora de la emancipaci¨®n femenina, no deja de llamarme la atenci¨®n la coincidencia de esa valoraci¨®n con cierto feminismo que fundamenta su an¨¢lisis en la sobreexplotaci¨®n de la mujer en la producci¨®n dom¨¦stica. Y en esta l¨ªnea se encuentra la respuesta de las feministas inglesas, que consideran insuficiente la valoraci¨®n hecha por la compa?¨ªa. El que no se pongan de acuerdo sobre la cifra exacta no altera mi razonamiento.
Pero esta coincidencia adquiere nuevo realce al comprobar que la cuantificaci¨®n de las horas necesarias para realizar el trabajo dom¨¦stico que han venido utilizando los an¨¢lisis feministas durante a?os fueron suministrados por otra entidad de las mismas caracter¨ªsticas ben¨¦ficas y emancipatorias que la anterior: el Chase Manhattan Bank, que por encuesta realizada en los a?os sesenta dedujo que el tiempo dedicado a las tareas caseras era, exactamente, de 99,6 horas semanales.
Sin embargo, no es esta paradoja de la calidad de las fuentes la que a m¨ª me hace no compartir hoy los an¨¢lisis feministas sobre la naturaleza, cuant¨ªa e importancia social del trabajo dom¨¦stico. Creo que hay datos m¨¢s objetivos y elocuentes para concluir que es necesario revisar estos an¨¢lisis.
En primer lugar, y porque creo que cuando se analiza este problema se piensa en los pa¨ªses industrializados avanzados, ya que en los otros la problem¨¢tica es diferente, me parece que estudiar la naturaleza del trabajo dom¨¦stico sin tener en cuenta los avances t¨¦cnicos que se han dado en este terreno, es desvirtuar el asunto. El gas y electricidad, el agua corriente, la lavadora autom¨¢tica, las fibras sint¨¦ticas, el comercio y la industria alimenticia, etc¨¦tera, han cambiado radicalmente la naturaleza de este trabajo. Considerar, como hace alg¨²n feminismo, que lavar en el r¨ªo o apretar el bot¨®n de la autom¨¢tica no afecta a la situaci¨®n de la mujer es empecinarse en un an¨¢lisis basado en clich¨¦s obsoletos. Para centrar el problema a?adir¨¦ que en 1975, en Espa?a, un 60% de hogares ten¨ªa lavadora autom¨¢tica. Si se me argumenta con el 40% restante, tendr¨ªamos que convenir que la reivindicaci¨®n feminista ser¨ªa exigir lavadoras para todos los hogares. Los estudios que muestran que, a pesar de los electrodom¨¦sticos, existe una tendencia a aumentar las horas dedicadas a las labores caseras, deb¨ªa alertar a las feministas sobre la necesidad de investigar otros motivos, diferentes a la importancia concedida al trabajo dom¨¦stico, para explicar la retenci¨®n de las mujeres en el hogar.
Otra faceta esencial para conocer a fondo este tema es tener en cuenta el n¨²mero de hijos o dependientes que las mujeres deben atender. Por razones hoy de todos conocidas, el n¨²mero de hijos ha disminuido dr¨¢sticamente por pareja, de tal modo que, ateni¨¦ndome a las cifras espa?olas del censo de 1970, el 5 8 % de las mujeres tiene (de uno a tres hijos o dependientes. Si se tiene en cuenta la edad en que las mujeres acceden al matrimonio y la ¨¦poca en que tienen los hijos, se puede estimar que al menos un 80% de las amas de casa se encuentran, a partir de los 35 a?os, sin ni?os pequenos que cuidar, dato a tener muy en cuenta, ya que el cuidado de estos peque?os es, con mucho, la parte m¨¢s esclavizante del trabajo dom¨¦stico. La situaci¨®n es dram¨¢ticamente diferente para un 2,5% de la poblaci¨®n femenina que regenta familias de m¨¢s de seis hijos o dependientes. Por supuesto que su escaso n¨²mero no debe restar importancia a este problema social, pero para entender las verdaderas trabas de las mujeres no se debe despreciar la elocuencia de las cifras. Y hablar con tonos apocal¨ªpticos de la pesad¨ªsima carea del trabajo dom¨¦stico cuando no hay ni?os peque?os que cuidar es fomentar un feminismo lacrim¨®geno y demag¨®gico que no conduce a ninguna parte.
Con todo esto no niego que, cuando las amas de casa son encuestadas sobre las horas que dedican a su trabajo, respondan, y sin mentir, que son numerosas. Es absolutamente l¨ªcito que una persona que, por los imperativos que sea, se ve abocada a realizar este trabajo, se autojustifique. Lo que me parece grave es que las feministas, llainadas a desvelar la realidad de las mujeres, confundan la verdadera naturaleza de este trabajo con las razones psicol¨®gicas de las que lo realizan. Tambi¨¦n es justo y coherente que el ama de casa encuentre orgullo y gratificaci¨®n en el brillo del parqu¨¦, el almidonado de las cortinas o el blanco de su ropa. De ah¨ª a defender que toda esa amalllama en la que nos ha metido la sociedad de consumo es una actividad b¨¢sica para el capitalismo hay un trecho. En todo caso, le ser¨¢ necesaria en cuanto consumidora, como tambi¨¦n el feminismo ha denunciado, pero no en cuanto productora, que es donde los an¨¢lisis feministas se han basado para defender que la familia es un centro de producci¨®n.
Un trabajo enajenante
Y, hablando de actitudes psicol¨®gicas, tampoco estar¨ªa de m¨¢s tener en cuenta que las feministas, que como grupo no se puede decir que seamos unas victimizadas del trabajo dom¨¦stico, quiz¨¢ nos hemos visto inclinadas a sobrevalorar el trabajo que realizan otras mujeres, deseosas de lavar una irracional mala conciencia. Razonamiento que, vuelto al rev¨¦s, tambi¨¦n sirve para oponerlo a las nuevas tendencias del feminismo que ensalzan lo gratificante y encantador de este trabajo, pasando, sin duda, demasiado por encima de las caracter¨ªsticas inherentes a ¨¦l, como es la imposibilidad de ser remunerado y la soledad en la que se realiza, lo cual hace su gratificaci¨®n harto problem¨¢tica. Estoy de acuerdo en que el llamado trabajo dom¨¦stico condiciona la situaci¨®n de la mujer; pero no, como se ha dicho, por aplastante y esclavizador, sino por vacuo y enajenante. En todo caso, tendr¨ªan que ser las propias amas de casa y no las feministas de la nueva ola las que dictaminen sobre el particular.
Con todo esto no pretendo negar que el sistema capitalista (y el socialismo real) pueda extraer cuantiosas ventajas de la figura ama de casa, tal y como se ha se?alado respecto al consumo. Mi inter¨¦s ha estado centrado en desmontar la importancia que la teorizaci¨®n feminista generalizada adjudica a lo que entiendo se puede denominar trabajo dom¨¦stico. Los motivos para que se mantenga esta figura social pueden responder a razones tan complicadas o simples a la vez como que el capitalismo es un sistema absolutamente incapacitado para proporcionar pleno empleo; o al peso contundente de la ideolog¨ªa machista imperante, que sigue abocando a las personas de uno y otro sexo a reproducir la familia tradicional.
Creo necesaria la lucha feminista contra la ideolog¨ªa patriarcal para, entre otras cosas, exigir que cada individuo -como ha dicho una feminista- haga su trabajo dom¨¦stico sin necesidad de esclavizar a nadie, ni mediante un salario ni mediante presiones sociales o morales. Y as¨ª entiendo que habremos centrado la lucha en un terreno real.
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