La sanidad, entre la autonom¨ªa y el centralismo
Har¨¢ cosa de un mes, en un congreso de administradores de hospitales celebrado en Valladolid, se lleg¨® a la conclusi¨®n de que la verdadera puesta en marcha del proceso auton¨®mico constitu¨ªa la ¨²ltima oportunidad de conseguir una racionalizaci¨®n del funcionamiento del sistema sanitario del conjunto del pa¨ªs. No hemos tardado en comprobar que esta esperanza no es compartida por todo el mundo. Por lo menos no lo es por los componentes del Consejo de Ministros inmediatamente anterior al actual, que en su ¨²ltima reuni¨®n, celebrada el 27 de noviembre pasado, aprobaron decretos en virtud de los cuales se reserva a la Administraci¨®n central las principales funciones decisorias en materia de salud p¨²blica y de asistencia sanitaria, se estructura una ?alta inspecci¨®n? com¨²n para municipios, diputaciones, entes preauton¨®micos y gobiernos aut¨®nomos y se crea un consejo de coordinaci¨®n del que cada una de las comunidades auton¨®micas o preauton¨®micas tendr¨¢ derecho a designar un miembro de un total de cuarenta.No es necesario ponderar la importancia de este intento de recorte de competencias que, en muchos casos, ya fueron o han sido transferidas a las comunidades aut¨®nomas antes de la vigencia de los respectivos estatutos. Pero, a pesar de la gravedad de estos hechos, m¨¢s graves resultan, si cabe, a mi entender, los argumentos contenidos en el pre¨¢mbulo, que son sin duda un calco de la filosofla pol¨ªtica que inspir¨® el proyecto de la LOAPA y, por ende, un intento subrepticio de su aplicaci¨®n antes de que el poder legislativo se haya pronunciado al respecto. De hecho, una sola y ¨²nica raz¨®n legal (reducida a un solo aspecto muy concreto) aparece en el referido texto: una resoluci¨®n aprobada en el tristemente c¨¦lebre ?debate de la colza? que obligaba al Gobierno, en un plazo no superior a tres meses, a crear una comisi¨®n coordinadora encargada de evitar en lo posible la repetici¨®n de tama?os desastres. Es curioso comprobar, desde este punto de vista, que el lamentable y tr¨¢gico episodio de intoxicaci¨®n alimentaria colectiva, acaecido en tierras hermanas, dependientes directamente de la responsabilidad de la Administraci¨®n central, se utilice ahora para intentar recortar las competencias de unas administraciones aut¨®nomas que no se han visto directamente implicadas en un problema sanitario de este tipo.
Las cr¨ªticas a la pasada Administraci¨®n centralista de la sanidad espa?ola son f¨¢ciles no ya para un especialista, sino para cualquier ciudadano. Limit¨¢ndome a campos que me son conocidos, puedo dar fe de su escaso o nulo inter¨¦s para perseguir la presencia de estr¨®genos en determinados alimentos. Puedo recordar que en una disposici¨®n relativamente reciente (27 de abril de 1981) segu¨ªa autoriz¨¢ndose el empleo del ¨¢cido b¨®rico como conservador del marisco, cuando tal producto no puede utilizarse, desde hace tiempo, en ninguno de los pa¨ªses de la Europa comunitaria a la que tanto nos queremos parecer. Y puedo asegurar que se han seguido elaborando listas de aditivos permitidos con criterios que distan de ser paralelos a los que privan en el mundo occidental. Seguimos sufriendo de una incidencia y prevalencia de infecciones cr¨®nicas, como la tuberculosis y la lepra, m¨¢s propias de pa¨ªses del Tercer Mundo que del continente al que pertenecemos. Se ha avanzado, sin duda, en otros aspectos; por ejemplo, en el terreno de la asistencia sanitaria se han construido, en un per¨ªodo de tiempo relativamente corto, un considerable n¨²mero de hospitales a cargo de los presupuestos de inversiones de la Seguridad Social. Pero puedo dar fe de que, por lo menos en Catalu?a, los criterios de planificaci¨®n han brillado por su ausencia.
Dejando aparte el hecho, f¨¢cilmente demostrable, de que el n¨²mero de camas de los centros propios es inferior, proporcionalmente, a la mitad de las que hay en el resto del Estado, cabe se?alar que se han dejado totalmente desasistidas numerosas comarcas, que se han construido hospitales donde no era menester hacerlo y que se ha acabado la obra de por lo menos dos (uno de 1.200 camas en Badalona y otro de setecientas en L¨¦rida), que tardar¨¢n todav¨ªa un a?o en entrar en funcionamiento, ya que, acabados como est¨¢n, no se dispone de los accesos para llegar hasta ellos ni de las fuentes energ¨¦ticas necesarias para ponerlos en funcionamiento.
No es extra?o que, personalmente, me sienta mucho m¨¢s pr¨®ximo a los criterios del congreso de Valladolid que a los intentos de reasunci¨®n de competencias por parte de la Administraci¨®n central. Yo tambi¨¦n estoy convencido de que s¨®lo con la potenciaci¨®n del proceso auton¨®mico se podr¨¢ conseguir, en el campo de la Sanidad y en tantos otros, que los servicios p¨²blicos funcionen con una mayor eficiencia. Debe darse, obviamente, un margen de confianza al nuevo ministro de Sanidad y Consumo y me gustar¨ªa poder creer que el se?or Calvo Sotelo, tal como anunci¨® en su ¨²ltima conferencia de Prensa, desea una aproximaci¨®n a las minor¨ªas nacionalistas. No creo que la publicaci¨®n de los repetidos decretos constituya precisamente un acto de buena voluntad en tal sentido. Admito, evidentemente, que al Estado le corresponde dictar la legislaci¨®n b¨¢sica sobre Sanidad y sobre Seguridad Social, tal como se?ala nuestro estatuto, que, no se olvide, otorga a la Generalidad la facultad de desarrollarla y, en todo caso, de ejecutarla. Pero para que todo ello sea posible, me parece imprescindible un cambio de mentalidad por parte de algunos de los prohombres pol¨ªticos de los partidos de ¨¢mbito estatal: los estatutos de autonom¨ªa no son una norma descentralizadora, sino un pacto legislativo que transfiere a las comunidades aut¨®nomas una parte sustancial de las competencias del Estado. Espero que si se produce este cambio y si este deseo se transforma en realidad, podremos entrar en una v¨ªa fruct¨ªfera de colaboraci¨®n por el bien de la sanidad del pa¨ªs. Y espero tambi¨¦n que si se da tan anhelado cambio no se produzcan m¨¢s lapsos epistolares como el que he tenido ocasi¨®n de comprobar tres o cuatro l¨ªneas por encima de la firma de una alta personalidad que se refer¨ªa -oh manes de Freud- a la ?Consejer¨ªa de Sanidad? de la Generalidad de Catalu?a.
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