Segismundo-Hamlet
La oferta que hace Jos¨¦ Luis G¨®mez en su representaci¨®n de La vida es sue?o consiste, en primer lugar, en la trama, la acci¨®n -el follet¨ªn, si se quiere- al descubierto y, como consecuencia de ello, sostener todo el tiempo, y acentuar al final, un contenido ideol¨®gico pesimista y amargo. El esclarecimiento se hace, en primer lugar, por la transparencia en el verso. Es un tema pol¨¦mico. Hay quien cree que lo que importa sobre todo es la declamaci¨®n, la musicalidad. No son incompatibles las dos virtudes, y eso se demuestra en algunos mon¨®logos de Jos¨¦ Luis G¨®mez, de Ana Marzoa y de Angel Picazo.Parece l¨ªcito suponer que Calder¨®n escribi¨® su obra para que se entendiera: el p¨²blico de su tiempo estaba acostumbrado a un vocabulario, un c¨®digo de met¨¢foras y una cultura mitol¨®gica que pod¨ªa permitirle comprender con m¨¢s facilidad que el p¨²blico de hoy lo que Calder¨®n le estaba diciendo; la forma explicativa que se da hoy a los versos calderonianos parece una traducci¨®n (conservando el vocabulario), un desmenuzamiento del verso y el concepto para que el espectador lo comprenda todo como podr¨ªa comprenderlo entonces.
La vida es sue?o, de Pedro Calder¨®n de la Barca; adaptaci¨®n de Jos¨¦ Luis G¨®mez y Alvaro Custodio; dramaturgia de Sanchis Sinisterra
Int¨¦rpretes:Angel Picazo, Ana Marzoa, Francisco Merino, Jos¨¦ Luis G¨®mez, Luis Prendes, Mar¨ªa del Mar Targarona, Angel de Andr¨¦s, Dionisio Salamanca, Andr¨¦u Polo, Jes¨²s Cracio, Carlos Fern¨¢ndez de Castro. M¨²sica de Pepe Nieto, interpretada por Jos¨¦ Miguel Est¨¦banez, Ricardo Lozano y Angel Linares. Escenograf¨ªa de Eduardo Arroyo, iluminaci¨®n de Jos¨¦ Miguel L¨®pez S¨¢ez, figurines de Bego?a del Valle. Direcci¨®n, Jos¨¦ Luis G¨®mez. Estreno, 18 de diciembre de 1981. Teatro Espa?ol del Ayuntamiento de Madrid, con la colaboraci¨®n del Ministerio de Cultura.
Esta claridad del verso se complementa con una facilidad de s¨ªmbolos, un a?adido de escenas mudas, una buscada ingenuidad en el vestuario. Lo que ocurre con todo ello es que queda todo tan claro que el absurdo del argumento, su car¨¢cter truculento y sin verdadera consistencia pueden perjudicar una imagen de Calder¨®n que se ha venido acumulando desde hace m¨¢s de tres siglos. En realidad, Calder¨®n es un autor teatral, y prepara sus efectos teatrales con oficio y t¨¦cnica, y con unas convenciones que han sido la esencia del teatro durante milenios. Todo el recubrimiento filos¨®fico y teol¨®gico lo han ido poniendo sus cr¨ªticos y sus ex¨¦getas.
Actitud conformista
Pero es cierto que Calder¨®n, como tal autor dram¨¢tico de primer¨ªsimo orden, utilizaba la casu¨ªstica de la f¨¢bula entretenida, de la acci¨®n r¨¢pida y de los efectos teatrales para exponer la ideolog¨ªa de su tiempo. Su actitud ante esa ideolog¨ªa dominante -la del poder- era inevitablemente conformista; como su pensamiento, su situaci¨®n vital, su necesidad de libertad -expresa en pr¨¢cticamente todo su teatro-, chocaba con una realidad r¨ªgida e inflexible, y no se atisbaba entonces ni siquiera la posibilidad de cambiarla -Calder¨®n le da el car¨¢cter deldestino-, se produce lo que muchos calderonianos ilustres han considerado como la base esencial de su actitud: el desenga?o.Al agilizar y esclarecer la aventura de sus personajes -y tambi¨¦n el choque directo de sus libertades y necesidades con el c¨®digo natural y sobrenatural-, Jos¨¦ Luis G¨®mez deja ver n¨ªtidamente el desenga?o: sobre todo en la escena final, en el supuesto final feliz que lo conduce todo dentro de un orden preestablecido: se llega al pacto, todos son perdedores, Segismundo traiciona a quienes le liberaron, se casa con quien no ama, manda casarse a aquella que ama con otro: todo eso est¨¢ en el texto, y la versi¨®n lo saca en relieve para que no haya duda.
Todo ello puede inquietar a quienes antes, y sobre todo ahora -por la convocatoria del a?o de Calder¨®n-, han hecho sus propias interpretaciones del gran poeta dram¨¢tico: los que han querido aproximarlo a nuestro tiempo -y el desenga?o no necesita de ninguna aproximaci¨®n especial: est¨¢ aqu¨ª mismo-, de quienes han querido descubrirle hasta feminista, hasta enemigo del c¨®digo del honor, y de quienes han desde?ado la materia humana cbri la que trabaja -como tal autor de teatro- para describirle como fil¨®sofo de gran altura.
Intenciones del montaje
Estas parecen ser las intenciones de Jos¨¦ Luis G¨®mez en la versi¨®n que ha realizado con Alvaro Custodio y con la dramaturgia de Sanchis Sinisterra, y en la direcci¨®n de actores y del espect¨¢culo en general. Est¨¢ conseguido, est¨¢ latente, pero con una cierta torpeza o falta de acabado en el espect¨¢culo. Hay momentos de gran belleza, por ejemplo. en el decorado de Eduardo Arroyo y la iluminaci¨®n de Jos¨¦ Miguel L¨®pez S¨¢ez: el cielo estrellado, las gemas relampagueantes -parecen responder a dos versos de Calder¨®n: ?esos vidrios y cristales sobre cimientos de piedra?-; luego se descuida -o se quivocala iluminaci¨®n y todo pierde su tersura, se ablanda. O aparecen algunos elementos -la silla, el muro de ladrillos que se desmoronaque, probablemente al servicio de la claridad de la acci¨®n, la infantilizan y pierden belleza.Las escenas, generalmente, est¨¢n mal soldadas entre s¨ª; la relativa movilidad del decorado no permite entender f¨¢cilmente el traslado de los lugares de acci¨®n. Hay convenciones que se aceptan muy bien, como es la m¨²sica electr¨®nica, y se aceptan porque es adecuada y de gran belleza -una gran voz l¨ªrica, la del contratenor Angel Linares-; otras hieren.
Junto a extraordinarios hallazgos de direcci¨®n de escena -inventos, imaginaciones para enriquecer la acci¨®n- hay esfuerzos de realizaci¨®n que se notan demasiado. La sensaci¨®n es la de una niquinar¨ªa mal engrasada, aunque bien inventada. Supongamos que con el tiempo se ir¨¢ agilizando.
La interpretaci¨®n
La interpretaci¨®n est¨¢ naturalmente compuesta en torno a la figura de Segismundo. El tema del desenga?o, la amargura de un mundo donde las utop¨ªas no pueden pasar de ser sue?os, llevan inevitablemente a un Segismundo intelectual, reflexivo, interiorizado. Podemos suponer que se haya seguido el camino inverso: las facultades fisicas de Jos¨¦ Luis G¨®mez como actor, su presencia, el tono de su voz, su intelectualizaci¨®n, le han llevado a concebir un Segismundo que parece un Hamlet: dudando, buscando el control de su propia fiereza, reflexionando sobre s¨ª mismo y la condici¨®n humana.Segismundo aparece por primera vez en esta versi¨®n leyendo un libro -como Hamet, en alguna escena famosa- y produce su primer mon¨®logo filos¨®fico y pol¨ªtico: un soliloquio. Dice Jos¨¦ Luis G¨®mez sus versos con patetismo y al mismo tiempo de una manera did¨¢ctica. Lo hace muy bien y consigue una emoci¨®n, sobre todo por la combinaci¨®n de movimientos y palabra, que siempre aparecen como un conjunto.
Los otros actores van, como es l¨®gico, por esta misma l¨ªnea. Quienes mejor la consiguen, en los primeros papeles, son Ana Marzoa, rica de entonaciones y con bella voz, y Angel Picazo, cuyo mon¨®logo -?Corte ilustre de Polonia ... ?- podr¨ªa ser tomado como ejemplo de dicci¨®n del verso expresivo. Y Francisco Merino, que resalta la tragicomedia de su personaje, aunque su ¨²ltimo mon¨®logo -una de las claves del pensamiento de la obra- quede demasiado roto por la acci¨®n. Quedan m¨¢s lejos de intenci¨®n general Luis Prendes y Angel de Andr¨¦s: el uno, porque trasciende m¨¢s su propia escuela, y el otro, porque exagera la rudeza de un personaje que no tendr¨ªa por qu¨¦ ser rudo (se ve que la direcci¨®n lo ha marcado as¨ª). Los actores secundarios o sin palabras interpretan bien lo dirigido.
El resumen puede ser ¨¦ste: grandes ideas, grandes inventos, originalidad en la versi¨®n, y menos eficacia en el empaste de todo el espect¨¢culo. El p¨²blico, en las representaciones de preestreno -el viernes- y en el estreno oficial -el s¨¢bado- recibi¨® todo con entusiasmo; no sin pol¨¦micas por parte de los profesionales y no sin dudas por parte de los calderonianos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.