Un Ministerio de Sanidad fantasma
Los ¨²ltimos a?os de la Sanidad espa?ola producen una inacabable sensaci¨®n de impotencia. Componen una lastimosa historia de errores, desidias, ignorancias, frases huecas, dogmatismos ideol¨®gicos y, sobre todo, generalizado desconcierto: planes que solemnemente se proclaman y ni se inician, intentos de reforma -Incluso un programa de reforma aprobado por las Cortes- arrumbados en su mismo nacimiento y criterios que hoy se afirman y que ma?ana se contradicen. Es la historia de una end¨¦mica desorientaci¨®n y, tambi¨¦n, del persistente y equivocado menosprecio pol¨ªtico por la sanidad, que imposibilitan cualquier proyecto de trabajo serio. Los abundantes cambios de nombre y de estructura del correspondiente ministerio reflejan fielmente ese desgobierno ruinoso.Ahora estamos a punto de que el desastre culmine. El Ministerio -otra vez con nombre reci¨¦n estrenado: de Sanidad y Consumo-, cuyas funciones reales han estado siempre condicionadas a las posibilidades econ¨®micas de la Seguridad Social, acaba de sufrir una concluyente devaluaci¨®n. Ha perdido la Secretar¨ªa de Estado para la Sanidad, que constitu¨ªa el ¨²nico punto de apoyo concreto y espec¨ªfico de la responsabilidad y la esperanza sanitarias, y le ha sido desgajada la Seguridad Social, su natural fuente financiera. La sanidad espa?ola retorna as¨ª, de hecho, a los a?os setenta, con un Ministerio de Sanidad y Consumo de encogidos recursos y competencias, equivalentes, m¨¢s o menos, a los de aquella antigua Direcci¨®n General de Sanidad, y sometido definitivamente al poder de la Seguridad Social, a los enormes medios de que ¨¦sta dispone.
Tres son, al menos, las grav¨ªsimas consecuencias que para la sanidad espa?ola tiene, a mi juicio, este visible empobrecimiento del Ministerio de Sanidad y Consumo. La primera es que hace ¨ªmposible poner en marcha cualquier pol¨ªtica sanitaria; m¨¢s a¨²n, convierte a la pol¨ªtica sanitaria del Ministerio en una mera especulaci¨®n te¨®rica. Hasta ahora, el Ministerio encontraba en s¨ª mismo las posibilidades econ¨®micas (mayores o menores, y con las dificultades que entra?aba la condici¨®n de estado dentro de un estado de la Seguridad Social) para intentar llevar a cabo sus indecisos proyectos. Desde ahora, al elaborar sus programas, determinar los objetivos y establecer las prioridades sanitarias, el Ministerio no har¨¢ otra cosa que jugar en el vac¨ªo. har¨¢ otra cosa que jugar en el vac¨ªo. El Ministerio de Sanidad y Consumo vivir¨¢ sanitariamente s¨®lo en el papel si no obtiene d¨ªa a d¨ªa la sanci¨®n econ¨®mica del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Es en este departamento, y no en ning¨²n otro, donde residir¨¢ en lo sucesivo el verdadero poder conformador de la sanidad espa?ola, aunque -ventajas del poder oculto- sin asumir las serias responsabilidades que conlleva.
En realidad, en Espa?a coexistir¨¢n dos pol¨ªticas sanitarias: una oficial, manifiesta, in¨²til y ficticia (la del Ministerio de Sanidad), y otra, real, fuerte e inexpresada (la de la Seguridad Social), dualidad que, obviamente, va a acentuar la perpetua confusi¨®n que padece la sanidad en Espa?a y alejar¨¢, a¨²n m¨¢s, la posibilidad de introducir la prevenci¨®n y desarrollar la educaci¨®n sanitaria en nuestro pa¨ªs. La Seguridad Social asiste, no hace profilaxis. Es, asimismo, obvio que a las Cortes se presentar¨¢ la pol¨ªtica sanitaria oficial, la que es impracticable sin la t¨¢cita conformidad de la Seguridad Social y sus dineros, y, por ello, el control pol¨ªtico que pueda ejercerse sobre la sanidad espa?ola ser¨¢ una pura quimera, un control sobre lo ficticio. Esta -hurtar la sanidad al control pol¨ªtico- es la segunda consecuen cla indeseable de la decadencia del Ministerio.
La tercera consecuencia ser¨¢ la p¨¦rdida completa de la escasa cre dibilidad que pudiera conservar el Ministerio de Sanidad. Condenado a la inactividad o a ser dirigido, la sociedad espa?ola advertir¨¢ inmediatamente el secuestro de sus competencias sanitarias y su condici¨®n de simulacro de Ministerio. S¨¦ que, para abreviar, simplifico la situaci¨®n, pero un an¨¢lisis m¨¢s matizado no la modificar¨ªa de manera sustancial. ?Puede sensatamente esperarse otra cosa que la culminaci¨®n del desastre sanitario en Espa?a?
Todo esto coincide, y no casualmente, con el comienzo de los trabajos de mejora y racionalizaci¨®n de la Seguridad Social emprendidos por la comisi¨®n tripartita prevista en el Acuerdo Nacional sobre Empleo (ANE) y que apuntan un giro esencial y socialmente doloroso en la configuraci¨®n y en las bases de la Seguridad Social. En las propuestas del Gobierno, la preocupaci¨®n por el saneamiento f¨ªnanciero se acompa?a de una declarada voluntad de restaurar la llamada disciplina del mercado. Se nos viene encima una seguridad social construida sobre la desigualdad y las diferencias econ¨®micas, en gran parte sobre la franja privada de la seguridad complementarla y, por ello., sobre unas prestaciones distintas seg¨²n lo que se pueda pagar; una segundad social construida, en suma, sobre la ruptura de la solidaridad. Y ¨¦se ser¨¢ un nuevo y en¨¦simo motivo de quebranto de la sanidad espa?ola.
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