Cultura y pol¨ªtica: el caso del Ateneo
La historia del Ateneo de Madrid tuvo brillantez cultural e influencia pol¨ªtica. Tiene, sin duda, raz¨®n Juan Marichal cuando escribe que la coincidencia de pol¨ªticos e intelectuales hizo que el Ateneo representase la uni¨®n de la inteligencia y de la pol¨ªtica. De esta forma, la historia del Ateneo supuso un proyecto renovador, reformista y regeneracionista -Aza?a, Fernando de los R¨ªos, Castelar, Moret, C¨¢novas, contribuyeron a colocar la casa en el cruce de la cultura con los problemas de la sociedad y de la pol¨ªtica de la ¨¦poca-. La dictadura supuso una larga interrupci¨®n de esta tradici¨®n: una parte de sus recursos fueron incautados, durante un per¨ªodo la instituci¨®n fue cerrada y, en todo momento, el Ateneo sufri¨® la censura, el control y la manipulaci¨®n por parte del Estado.El esfuerzo de los atene¨ªstas por defender el esp¨ªritu original de la instituci¨®n, por mantener unas actividades y un ¨¢mbito de libertad cultural en los estrechos m¨¢rgenes de que dispon¨ªan, constituy¨®, sin duda, un cap¨ªtulo en la historia de la oposici¨®n cultural e intelectual a la dictadura. La transici¨®n a la democracia no ha devuelto hasta este momento el Ateneo al rango que le correspond¨ªa: la instituci¨®n ha seguido estando mediatizada por el Ministerio de Cultura, con una triste aton¨ªa y desatenci¨®n. Tras dieciocho meses de gobierno por parte de unajunta gestora presidida por Fernando Chueca, por designaci¨®n de Ricardo de la Cierva, entonces ministro de Cultura, a las elecciones concurrir¨¢ en solitario una candidatura monocolor gubernamentalista presidida por el propio Chueca.
La tradici¨®n atene¨ªsta de uni¨®n de una cultura social y pol¨ªticamente responsable con una pol¨ªtica impregnada de humanismo cultural queda todav¨ªa como objetivo por recuperar.
Compromiso intelectual y compromiso pol¨ªtico
Recuperar ese objetivo era nuestra raz¨®n de ser, porque compart¨ªamos la concepci¨®n de que el compromiso intelectual y el compromiso pol¨ªtico pueden enriquecerse mutuamente. Una figura de enorme relieve en la historia del Ateneo, don Manuel Aza?a, dec¨ªa en el discurso que pronunci¨® en el propio Ateneo en 1930, que era necesario conjugar inteligencia y pol¨ªtica en la vida social espa?ola. Respond¨ªa con ello a una caracter¨ªstica muy propia de la generaci¨®n de 1914, una generaci¨®n deliberadamente intelectual y pol¨ªtica a la vez. Como intelectual, Aza?a reivindicaba el compromiso pol¨ªtico, "ir en la procesi¨®n", y no solamente "repicar en la torre". Como pol¨ªtico, reivindicaba el ejercicio de "la inteligencia activa y cr¨ªtica". Hoy d¨ªa, cultura y pol¨ªtica tienen que volver a reconocerse en un com¨²n proyecto de sociedad: la cultura no puede ignorar las condiciones sociopol¨ªticas que viven los ciudadanos espa?oles, la pol¨ªtica debe vincularse a un compromiso ¨¦tico y cultural. La recuperaci¨®n cultural de nuestro pa¨ªs no pasa tan s¨®lo por la Administraci¨®n p¨²blica: a la sociedad, a las distintas asociaciones y centros culturales, art¨ªsticos, intelectuales y cient¨ªficos, les corresponde un papel principal en la tarea de cambiar el desolado paisaje de la cultura espa?ola en los ¨²ltimos decenios.
El Ateneo no es un mecanismo de poder; su influencia, comparada con la, de nuestra monopolizada televisi¨®n, es m¨ªnima, aunque de potencial relevancia cualitativa. Pero se admite dif¨ªcilmente en nuestro pa¨ªs perder el control de cualquier plataforma, y para ello se utilizan instrumentos de dudosa legitimidad. As¨ª, las elecciones han dado lugar a un terremoto pol¨ªtico: desde UCD y desde el propio Gobierno se ha organizado una campa?a para evitar que nuestra candidatura encontrase el apoyo mayoritario de los socios.
Sospechosos defensores
Esta campa?a ha inclu¨ªdo, una vez m¨¢s, el uso abusivo de RTVE. En tres ocasiones, entre Luis Mar¨ªa Ans¨®n, Juli¨¢n Mar¨ªas y Fernando Chueca, se hace propaganda de la candidatura presentada por este ¨²ltimo y se llevan a cabo ataques a los intelectuales socialistas en general. A la campa?a se incorpora la Prensa de los partidos de la derecha, con ejemplos como Ricardo de la Cierva, Emilio Romero o Salustiano del Campo, convertidos en sospechosos defensores de la cultura independiente o as¨¦ptica: es decir, de la cultura como orrato del poder pol¨ªtico establecido. Esa campa?a politiz¨® mucho y de forma muy sesgada la elecci¨®n: los senadores de la candidatura gubernamental eran presentados como intelectuales pol¨ªticamente v¨ªrgenes; del otro lado, si se era socialista, la descalificaci¨®n como intelectual era autom¨¢tica, convertido en aparatchiki manipulador, por mucho que se fuese catedr¨¢tico de Universidad, doctor en Oxford y autor de varios libros acad¨¦micos publicados en EE UU y en el Reino Unido. Al parecer, s¨®lo si un intelectual se subordina al poder pasa a ser neutral: la campa?a habr¨¢ hecho las delicias de Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora.
A la campa?a se a?adi¨® una desvirtuaci¨®n de la propia elecci¨®n. As¨ª, se pretendi¨® imponer el Ministerio de Cultura como lugar de la votaci¨®n, en vez del propio Ateneo, lo que se logr¨® evitar tras una ardua negociaci¨®n con el subsecretario. Finalmente, y ello fue el punto de ruptura de la legitimidad de la elecci¨®n, al examinar ante notario el censo del Ateneo se descubre que en la ¨²ltima semana de inscripci¨®n, del 21 al 29 de diciembre, se hab¨ªa dado entrada a 417 socios (m¨¢s de quinientos desde comienzos de diciembre), que sesgaba totalmente la balanza electoral y desvirtuaba el cuerpo social del Ateneo; de mantenerse el ritmo, se duplicar¨ªa en dos meses el n¨²mero de socios, tras un largo per¨ªodo en que las exigencias para entrar en el Ateneo eran considerables. Para esa entrada masiva se utilizaron los plazos dados para la regularizaci¨®n de las dos candidaturas. En particular, 341 de los nuevos socios eran avalados por un grupo de una decena de personas, miembros de la candidatura de Fernando Chueca o afines (incluy¨¦ndole a ¨¦l, a su secretaria y una pariente de su secretaria) Personas que entraron en ese ¨²ltimo momento, a su vez avalabar (sic) a decenas adicionales, y hubo admisiones que se realizaron sin aval o con aval defectuoso. Ello nos llev¨® a retirar nuestra candidatura en unas elecciones que hab¨ªan perdido legitimidad.
?Por qu¨¦ todo ello? Las dos candidaturas no eran, desde luego iguales, ni en su significado cultural, ni en su significado pol¨ªtico expl¨ªcito o vergonzante. Por nuestra parte, se pensaba que en una candidatura pod¨ªan leg¨ªtimamente entrar personas encuadradas en cuatro partidos pol¨ªticos, si tales personas conjugaban su compromiso pol¨ªtico con un compromiso intelectual o cultural: frente al ingreso solapado de cientos de personas an¨®nimas, esos d¨ªas se utilizaron s¨®lo para regularizar la adscripci¨®n al Ateneo de cuatro personas que, por su relieve intelectual, se quer¨ªa incorporar a las tareas del Ateneo. Hubiera sido, por el contrario, vergonzoso dar de alta a un par de agrupaciones de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a en el Ateneo. ?Radicaba aqu¨ª la politizaci¨®n de la elecci¨®n? Por a?adidura, ?supon¨ªa instrumentalizaci¨®n partidista incorporar a Aranguren, Tovar, Lled¨®, etc¨¦tera, nuestro proyecto? Por la otra parte, detr¨¢s de una candidatura con nombres muy respetables, se produjo una operaci¨®n de avales masivos de nuevos miembros en la que entraron ministros (como Jos¨¦ Luis Alvarez), ex ministros (como Juan Antonio Ortega y D¨ªaz Ambrona) y aspirantes a ministro (como Antonio Garrigues Walker): detr¨¢s de ellos, la UCD de Madrid y la operaci¨®n seudoliberal; por debajo, Luis Mar¨ªa y Rafael Ans¨®n. Todo ello presentado con el disfraz de la neutralidad de la cultura, pero consistente en el uso de instrumentos de poder. Aqu¨ª se manifestaba, desde luego, una diferente manera de entender la relaci¨®n entre cultura y pol¨ªtica.
De ambas posturas, una ha viciado la elecci¨®n del Ateneo de Madrid por un reflejo autoritario. Resulta que, tambi¨¦n en el terreno de la cultura, para muchas personas el pluralismo parece consistir que los dados est¨¦n siempre trucados, en que los dem¨¢s compitan solamente con derecho a perder, en controlar en t¨¦rminos de poder todo foro de creaci¨®n, de inteligencia o de cultura. El Estado los partidos no pueden tener miedo a la cultura; cultura y pol¨ªtica no pueden ser compartimentos estancos, enfrentados o implicado en estrategias de instrumentalizaci¨®n. Desgraciadamente, la recuperaci¨®n del Ateneo para un proyecto renovador, reformista y de progreso cultural, a trav¨¦s de unas elecciones transparentes, no tendr¨¢ lugar todav¨ªa en esta ocasi¨®n.
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