El festival de cine de Manila de Imelda Romu¨¢ldez
Cuando un jurado internacional tiene que conceder tres premios especiales, adem¨¢s de los que inicialmente estaban previstos, es que las diferencias de criterio entre sus componentes superan las cotas normales. Es evidente que una inflaci¨®n de premios devalua el valor de los mismos, pues bien, esto pas¨® en el festival de cine de Manila, en donde el jurado presidido por el indio Satyajit Ray tuvo que crear tres premios especiales para pel¨ªculas de Polonia, Australia y el Reino Unido,El Festival Internacional de Cine de Manila, como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, adoleci¨® de importantes fallos de organizaci¨®n (sirva de ejemplo el que la delegaci¨®n espa?ola tuvo que realizar un total de tres conferencias de prensa para que los medios de comunicaci¨®n se enteraran de su presencia en Manila). Sin embargo, el error previo y, sin duda, decisivo fue el de la utilizaci¨®n de dicho festival para la promoci¨®n personal y asfixiante de la familia Marcos y muy especialmente de la omnipotente y omnipresente "primera dama" Imelda Romu¨¢ldez de Marcos, gobernadora, ministra y reina vocacional de este pa¨ªs formado por 7.000 islas, m¨¢s de 40 millones de habitantes y un r¨¦gimen dictatorial que lleva 16 a?os en el poder adsoluto, la mitad de los cuales los pas¨® con una f¨¦rrea ley marcial.
Fiestas frente a cine
Actores, directores, productores y periodistas occidentales fueron agasajados con constancia y lujo. La amabilidad de quienes trabajaban en el festival era m¨¢s que evidente. La ¨²nica pega es que no se pod¨ªa ver cine. A la hora de las proyecciones siempre hab¨ªa una fiesta y las fiestas no eran normales: en ellas se pod¨ªa uno encontrar a un coro de 500 ni?os cantando el Aleluya de Haendel o una procesi¨®n cat¨®lica compueseta por 15 pasos con sus correspondientes bandas de m¨²sica y grupos de damas enlutadas. No era Sevilla ni Semana Santa, pero lo parec¨ªa.
Filipinas ha conseguido lo aparentemente imposible: la s¨ªntesis entre occidente y occidente. Oriente queda lejos, quiz¨¢ en Shangai, ciudad a la que se desplaz¨® Irving Kerchner, realizador de El imperio contrataca, para localizar exteriores de su pr¨®ximo filme, una adaptaci¨®n de La condici¨®n humana, de Malraux, con un presupuesto de 2.500 millones de pesetas. Por Manila pasaron Birna Lisi, Franco Nero, Fabio Testi, Peter Ustinov, Susan Georges, Geo.roes Hamilton, Teremv Irons, Topol, Roger Corman, John Frakhenhelmer, Toshiro Mifune, Michael York y un amplio etc¨¦tera de productores. Lo que no pas¨® fue el af¨¢n de promocionar la absurda y fascinante materia prima que justificaba todo el tinglado: el cine.
Es prematuro predecir el ¨¦xito o fracaso en la continuidad de este Festival Internacional de Cine de Manila. El Gobierno de Marcos parece dispuesto a promocionarlo con una importante subvenci¨®n econ¨®mica. Los productores norteamericanos han demostrado su apoyo a este certamen. Sin embargo, para que adquiera un respeto internacional, es necesario que lo cinematogr¨¢fico se anteponga a lo propagand¨ªstico y que la omnipresente primera dama dedique m¨¢s sus desvelos a la resoluci¨®n de los problemas internos que al desmedido anhelo por figurar en las revistas del coraz¨®n.
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