El segundo viaje africano del Papa ha demostrado su cambio psicol¨®gico tras el atentado
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El segundo viaje de Juan Pablo II a Africa negra (Nigeria, Ben¨ªn, Guinea Ecuatorial y Gab¨®n), que concluy¨® el viernes, ha sido distinto de las otras nueve giras internacionales anteriores. No se trat¨® de un programa diverso o problemas de salud -aunque se le vi¨® m¨¢s cansado que otras veces- El viaje ha sido distinto porque el Papa ha cambiado, es otro Pont¨ªfice.
El Papa Wojtyla pareci¨® en esta ocasi¨®n otro Papa. Este fue el tema de conversaci¨®n favorito entre los informadores que le acompa?amos en su avi¨®n en el viaje de vuelta.Las interpretaciones eran diversas, pero era un¨¢nime la constataci¨®n de que hab¨ªa sido un Juan Pablo II muy distinto. Una gran agencia de noticias internacional resumi¨® con esta frase la cr¨®nica del viaje, dict¨¢ndola desde un tel¨¦fono del aeropuerto de Libreville, minutos antes de que el Papa dejara Africa: "En este viaje, Juan Pablo II ha perdido su toque m¨¢gico". Esa pod¨ªa haber sido una primera impresi¨®n y resultar¨ªa f¨¢cil achacarlo al cansancio. Sin embargo, quiz¨¢ la raz¨®n sea otra.
El Papa ha cambiado psicol¨®gicamente. En este su ¨²ltimo viaje an¨¦cdotas. No cont¨® chistes. S¨®lo con los j¨®venes a veces aparec¨ªa un rayo del antiguo Wojtyla.
En algunos momentos parec¨ªa m¨¢s anciano porque estaba como m¨¢s interiorizado. Durante los discursos hubo muchos menos aplausos porque no se convirtieron, como otras veces, en ocasi¨®n de improvisaciones graciosas.
Cant¨® tambi¨¦n esta vez, pero m¨¢s con los sacerdotes y las religiosas. Estuvo m¨¢s tiempo con los obispos y con los curas. Comi¨® siempre con ellos. Sus gestos y su expresi¨®n recordaban a veces m¨¢s a Juan XXIII que al antiguo Wojtyla arrollador y exultante. Hubo quien dijo, entre los laicos, que aparec¨ªa m¨¢s dulce, como m¨¢s padre y menos l¨ªder.
Un periodista escribio el ¨²ltimo d¨ªa: "Ha sido un viaje sin historia". Era otro s¨ªntoma de la diversidad de este periplo.
Y es que quiz¨¢ nunca ha quedado tan claro como esta vez lo que Juan Pablo II intenta con sus viajes: quiere ser el p¨¢rroco universal que desde Roma, como san Pablo, como afirm¨® en Ben¨ªn, "desea visitar y confortar a las comunidades que yo no he fundado".
El ha saboreado la emoci¨®n, la gratificaci¨®n, la alegr¨ªa y la carga espiritual que supone para los cat¨®licos, los sacerdotes y religiosas, los seglares empe?ados en las iglesias lejanas de Roma, la presencia del Papa en sus ciudades y pueblos, en sus comunidades. Es como una locura colectiva. Lo dicen sin pudor, lloran, le tocan como a un dios. Se convierten de repente, como ni?os con zapatos nuevos. El Papa recoge estas alegr¨ªas y estas l¨¢grimas, estas confesiones de felicidad y piensa. que es algo que se merecen estos creyentes, cuya fe, dice, a veces no es f¨¢cil. Probablemente ser¨¢ cada vez m¨¢s dificil su encuentro con los no cristianos, como ocurri¨® con los musulmanes de Kadula, porque Juan Pablo II, eso s¨ª, no deja ocasi¨®n para proclamar en p¨²blico el orgullo que supone el ser cat¨®lico y presenta a los cristianos como los detentadores de la verdad y los mayores luchadores a favor de los derechos humanos. De los misioneros blancos en Africa dijo muchas veces: "No vinieron a colonizar", y ha apoyado, por activa y por pasiva, la indigenizaci¨®n de la Iglesia.
El ¨²ltimo d¨ªa de su viaje anunci¨® que hab¨ªa nombrado a un sacerdote africano su segundo secretario particular.
?Hay ahora un Papa m¨¢s espiritual?, ?menos simp¨¢tico?. La impresi¨®n que dio muchas veces fue la de quien lleva sobre s¨ª un gran peso imperceptible, s¨®lo se ve¨ªan sus espaldas m¨¢s curvadas y la expresi¨®n de su cara m¨¢s dolorida, casi m¨¢s triste.
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