Helmut Schmidt: "Detesto la idea de que alguien pueda concebir una guerra nuclear limitada al continente europeo"
El canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA), Helmut Schmidt, analiza en esta segunda parte de sus declaraciones a un columnista del peri¨®dico norteamericano International Herald Tribune el problema del desarme y de las armas nucleares de alcance medio, los euromisiles. El canciller alem¨¢n se subleva contra la idea de que Europa se convierta en el escenario ¨²nico de una conflagraci¨®n at¨®mica. "Detesto la idea de que alguien pueda concebir una guerra nuclear limitada a Europa", afirma Schmidt, que en el transcurso de la entrevista ex presa su preocupaci¨®n por la proximidad de la RFA -"que puede ser borrada del mapa" en un ataque nuclear -con la URSS y considera que debe buscarse "un equilibrio de vulnerabilidad entre la Europa del Este y el Oeste". Sobre la actual crisis econ¨®mica mundial, Helmut Schmidt piensa que es "un peligro estrat¨¦gico" tan grande como los problemas de rearme nuclear, o los referidos a la tensi¨®n internacional entre el Este y el Oeste. Un peligro del que, seg¨²n el canciller, se habla poco, y que amenaza con desestabilizar a los pa¨ªses occidentales.
Pregunta. D¨¦jeme preguntarle sobre el tema de las negociaciones de Ginebra sobre el control de armamentos, conocidas como las negociaciones sobre la fuerza nuclear utilizable en el teatro de operaciones europeo. Una de las razones originales para adoptar la decisi¨®n de la doble v¨ªa relativa a esas fuerzas, es decir, negociar las mismas al tiempo que se llevan a cabo los preparativos para su instalaci¨®n, fue porque se pens¨® que esto facilitar¨ªa la aprobaci¨®n de los acuerdos SALT II. ?No es cierto que si usted hubiera previsto la no ratificaci¨®n del tratado SALT II no hubiera dado su aprobaci¨®n a la decisi¨®n de la doble v¨ªa?Respuesta. "Eso es falso, eso es falso. Critiqu¨¦ a la Administraci¨®n Ford, aunque no p¨²blicamente, por no haber incluido las armas nucleares de alcance medio en los acuerdos SALT II. Posteriormente, el Gobierno Carter intent¨® renegociar los acuerdos SALT II y les dije que ten¨ªan que incluir el armamento euroestrat¨¦gico, los euromisiles, adem¨¢s del de largo alcance. El Gobierno Carter, especialmente Zbigniew Brzezinski, me dijo que no era asunto m¨ªo. Repet¨ª la petici¨®n una vez m¨¢s ante el Gobierno Carter, y obtuve la misma respuesta. Entonces, lo hice en p¨²blico durante un discurso que pronunci¨¦ en Londres en octubre de 1977, en el Instituto Internacional de Estudios Estrat¨¦gicos. Unicamente entonces prest¨® atenci¨®n la Administraci¨®n Carter a mi profundo temor de que mi pa¨ªs iba a ser v¨ªctima de la presi¨®n militar sovi¨¦tica por medio de armas dirigidas contra Europa occidental y, especialmente, contra mi naci¨®n".
"Esta es la historia, mi parte en la historia, tras la decisi¨®n de la doble v¨ªa. No me mov¨ª pensando que se iban a continuar las conversaciones SALT II. Actu¨¦ guiado por una clara impresi¨®n de que los dos Gobiernos norteamericanos anteriores no cre¨ªan necesario limitar la amenaza nuclear sobre Europa occidental."
"A lo largo de 1978 se reexamin¨® la situaci¨®n en la Casa Blanca, y a finales de 1978 acordamos un encuentro entre cuatro dirigentes occidentales, Jimmy Carter, James Callaghan, Val¨¦ry Giscard d'Estaing y yo, en Guadalupe. En esa reuni¨®n, el presidente norteamericano propuso un plan de creaci¨®n e instalaci¨®n de cohetes bal¨ªsticos norteamericanos de alcance medio en territorio de Europa occidental con el fin de hacer frente a la amenaza sovi¨¦tica. Los participantes occidentales en esa reuni¨®n dijimos s¨ª, que lo acept¨¢bamos como necesario, pero que nos gustar¨ªa, y fue aceptado, combinarlo con un intento serio de negociaciones entre el Este y el Oeste para limitar la cantidad de armamento euroestrat¨¦gico por ambas partes. Esto fue lo que llev¨®, a lo largo de 1979, a la decisi¨®n oficial de la OTAN de la doble v¨ªa en el mes de diciembre".
"Usted emple¨® la expresi¨®n 'armamento nuclear para el teatro de operaciones europeo'. Siempre me he resistido a emplear ese tipo de lenguaje. Detesto la idea de que alguien, algunas personas, puedan concebir que, en caso de guerra, Europa pudiera, o incluso debiera, convertirse en un escenario separado de guerra nuclear en la que no participar¨ªa Estados Unidos. No se hubiera presentado este problema si los acuerdos SALT I o SALT II hubieran tratado desde el principio la cuesti¨®n del armamento de alcance medio. Son armas estrat¨¦gicas. Pueden borrar del mapa mi pa¨ªs, de igual manera que los cohetes de alcance medio de Occidente pueden destruir Mosc¨² y grandes zonas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La expresi¨®n "armamento para el teatro de operaciones" es una expresi¨®n despreciativa que no acepto. Son armas estrat¨¦gicas, y creo que es un gran error de algunos escritores norteamericanos, periodistas y dirigentes pol¨ªticos, el pensar que algo es estrat¨¦gico ¨²nicamente en cuanto cuenta para Estados Unidos. Es una amenaza estrat¨¦gica a la existencia de las naciones del oeste de Europa y, consecuentemente, siempre he preferido el t¨¦rmino de euromisiles, o de armamento euroestrat¨¦gico".
P. ?No se ha exagerado enormemente el impacto de los SS-20? Los SS-20 no le dan a la Uni¨®n Sovi¨¦tica ninguna superioridad nuclear exclusiva sobre Europa que no tuviera, de manera apreciable, antes de la instalaci¨®n de un solo SS-20. Es un hecho que los misiles de largo alcance, capaces de alcanzar Estados Unidos, pueden tambi¨¦n alcanzar a Europa, y la Uni¨®n Sovi¨¦tica tiene tal cantidad de este tipo de armamento que podr¨ªa f¨¢cilmente dedicar el 10% a Europa, y esto producir¨ªa en Europa los mismos resultados que pueden temerse de los SS-20.
?Por qu¨¦ es tan necesario introducir esta idea del equilibrio de armamento euroestrat¨¦gico?
R. "La escalada de SS-20 supera en mucho la capacidad nuclear que ten¨ªa la Uni¨®n Sovi¨¦tica anteriormente, sobre todo porque estos cohetes son m¨®viles. No necesitan emplazamientos reforzados, y pueden aparecer en cualquier parte, en cualquier momento. Poseen tres cabezas en lugar de una como ten¨ªan los antiguos misiles de largo alcance, y que tienen los anticuados SS -X y SS -5. En segundo lugar, puesto que ahora existe un equilibrio de la amenaza nuclear estrat¨¦gica entre Mosc¨² y Washington, la situaci¨®n es muy diferente de la que hab¨ªa a principios de los a?os sesenta, cuando la superioridad norteamericana era enorme".
"No es suficiente que haya un equilibrio entre la vulnerabilidad de los dos santuarios. Tambi¨¦n hace falta un equilibrio entre la vulnerabilidad de la Europa del Este y la del Oeste. Creo qu¨¦ el presidente Kennedy fue el primero que subestim¨® los acontecimientos previsibles por entonces. A comienzo de los a?os sesenta retir¨® los cohetes de alcance medio de Turqu¨ªa, el norte de Italia e Inglaterra para deshacerse de los misiles de alcance medio, que Jruschov estaba a punto de colocar en Cuba en 1962. Creo que este fue el primer error en esta cuesti¨®n. Quer¨ªa quitarse de su puerta los misiles de alcance medio sovi¨¦ticos. No le preocupaba demasiado si segu¨ªan a la puerta de los europeos, apuntados contra Europa. No quer¨ªan tenerlos apuntando contra Washington, pero no le importaba lo m¨¢s m¨ªnimo que estuvieran apuntando contra Par¨ªs, o Londres, o Roma, o Bonn. Ha llovido mucho desde entonces, y ya io cree nadie que Estados Unidos implear¨ªa su arsenal estrat¨¦gico de largo alcance para impedir cualquier violaci¨®n de menor importancia por parte de un futuro Gobierno sovi¨¦tico que no amena,ara la existencia misma de Estalos Unidos. El hecho es que mi pais es un pa¨ªs no nuclear, y va a seguir si¨¦ndolo en el siglo XXI despu¨¦s de Cristo".
"Por otro lado, sabemos muy bien que la alianza occidental necesita nuestra contribuci¨®n militar, la fuerza de las fuerzas armadas alemanas y nuestro territorio. Estamos totalmente decididos a ofrecer estos dos factores a la Alianza, pero, al mismo tiempo, no queremos que nos consideren un teatro de guerra que puede convertirse en un reh¨¦n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, protegiendo el santuario de la otra gran potencia mundial. Por eso creo que la propuesta de Carter, que llev¨® a la decisi¨®n de la doble v¨ªa fue correcta, y que Breznev conoce perfectamente mi resuelta decisi¨®n de respetar la pol¨ªtica de la doble v¨ªa. Creo que todo el mundo lo sabe, y que es ¨²nicamente porque Breznev sabe que Alemania va a respetar esa decisi¨®n por lo que acept¨® siquiera negociar la cuesti¨®n del armamento de alcance medio en Ginebra, decisi¨®n que tom¨® dieciocho horas despu¨¦s de que el ministro de Asuntos Exteriores alem¨¢n, Gensher, y yo, dij¨¦ramos claramente a todo el Politbur¨® sovi¨¦tico que no ¨ªbamos a ceder a sus amenazas, o a fuerzas en el interior de Alemania. Dieciocho horas despu¨¦s de esta euni¨®n cambiaron su decisi¨®n, despu¨¦s de haber estado diciendo durante siete meses que jam¨¢s negociar¨ªan".
"El nuevo presidente norteamericano, Ronald Reagan, no s¨®lo respet¨® nuestros intentos de negociaci¨®n, sino que los puso en pr¨¢ctica en las conversaciones de Ginebra, y de una forma muy correcta, de manera que la Uni¨®n Sovi¨¦tica estaba deseosa de ver los progresos. Puede que no nos lleven a ninguna parte. O que lleguemos a una soluci¨®n cero. Estos dos extremos son posibles, y tambi¨¦n es posible que se llegue a alg¨²n punto intermedio. Pero seguir¨¦ manteni¨¦ndome firme en la creencia de que es necesario lograr un equilibrio en esa cuesti¨®n. Y tambi¨¦n pienso que habr¨ªa que encontrar el equilibrio en el punto m¨¢s bajo posible".
P. Ha hecho ciertas argumentaciones en la primera parte de la respuesta que me parecen problem¨¢ticas. Ha dicho que la Uni¨®n Sovi¨¦tica no puede estar segura de que en ciertas circunstancias, si se diera un ataque suyo sobre Europa, no habr¨ªa una respuesta norte
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americana. Puede que no est¨¦n seguros de que la haya, pero tampoco pueden tener la seguridad de que no la haya. ?Por qu¨¦ es necesario aumentar el grado de seguridad, teniendo en cuenta las enormes existencias de armamento de largo alcance, que pueden emplearse en misiones de menor, alcance?R. "No es tan f¨¢cil, como dice usted, emplear armas de largas distancias para blancos situados a distancias cortas. En eso est¨¢ equivocado, pero no insista, porque tendr¨ªa que darle una larga conferencia sobre ese tema".
P. Perm¨ªtame pasar a lo que ha estado diciendo uno de sus cr¨ªticos,George Bundy. Dice que el ¨²nico cambio verdadero que ha introducido la decisi¨®n de instalar la fuerza nuclear del teatro europeo es que los Pershing-II pueden hacer lo que no puede ninguna otra arma, es decir, llegar desde Alemania a Rusia en cinco minutos, dando as¨ª la posibilidad de un primer golpe sorpresa, puede que hasta sobre el mismo Mosc¨². Y esto le parece muy r¨¢pido. "No nos gustar¨ªa que una fuerza de despliegue de submarinos sovi¨¦ticos crearan una situaci¨®n de amenaza similar a Washington. No nos corresponde a nosotros el ser los primeros que hagan depender la decapitaci¨®n de los grandes Gobiernos rivales de un resorte sujeto por un hilo".
R. "No hay duda de que si George Bundy ha escrito eso, y yo no lo he visto, est¨¢ criticando a su Gobierno y al anterior Gobierno de Estados Unidos. En segundo lugar, es cierto que los misiles norteamericanos colocados en Europa occidental podr¨ªan llegar a Mosc¨². Tambi¨¦n es cierto que los misiles desplegados en Rusia pueden golpear a Bonn y a Hamburgo, y me preocupa, y quiero que eso cambie. En tercer lugar, no basta con tener cohetes bal¨ªsticos de largo alcance para cortar cualquier amenaza pol¨ªtica por medios militares, de manera impl¨ªcita o expl¨ªcita. Ni basta con tener armamento estrat¨¦gico de largo alcance para sentirse a salvo de cualquier otro tipo de ruptura militar de la paz de las naciones de la Europa del Oeste. Si bastara con tener misiles estrat¨¦gicos de largo alcance, no har¨ªa falta ni un solo soldado en territorio alem¨¢n o europeo. Si gente como George Bundy, hacia quien siento el mayor respeto, cree que se podr¨ªa conseguir el mismo objetivo mediante unas bases submarinas de cohetes, me parece una opini¨®n defendible. Si el Gobierno norteamericano hubiera hecho una propuesta de ese tipo en Guadalupe, quiz¨¢ se hubiera tomado una decisi¨®n diferente. Pero los norteamericanos no lo plantearon. Y quiero que el Gobierno norteamericano se mantenga fiel a sus decisiones.
P. Pero, ?no cree usted que en un momento de crisis" el Pershing II podr¨ªa llevar a los rusos a realizar acciones preventivas?
R. "No quiero profundizar m¨¢s en esa cuesti¨®n, de verdad. Tendr¨¢ grandes repercusiones en otras partes del mundo, no s¨®lo en Washington; por favor, no publique este comentario, es meterse demasiado en...
P. Pero es una pregunta justa.
R. "La pregunta es justa, pero h¨¢gasela a otras fuentes que no tengan un cargo oficial. No quiero crearme problemas con el Gobierno norteamericano en una entrevista".
P. Los norteamericanos parece que est¨¢n sugiriendo ahora, por consejo de Henry Kissinger, que se deben ligar las negociaciones sobre el control de armamento y los acontecimientos de Polonia. Si los norteamericanos insisten en esta ligaz¨®n, ?har¨¢ esto que reconsidere usted el cumplimiento de sus compromisos?
R. "Por ahora, al menos, no pienso que las opiniones de Henry Kissinger en estas cuestiones sean las opiniones del Gobierno norte americano. Al menos no me lo han comunicado".
P. Ha habido una se?al de que le est¨¢n prestando o¨ªdos a Kissinger. Haig, en su reciente encuentro con Gromiko, decidi¨® no iniciar las discusiones sobre el armamento estrat¨¦gico.
R. "No s¨¦. Prefiero no hacer ning¨²n comentario. Ya he dicho que estoy interesado en la limitaci¨®n de armas nucleares, y tengo mis buenas razones, porque mi pa¨ªs es uno de los blancos, y siendo un pa¨ªs no nuclear tiene m¨¢s armas nucleares en su territorio que muchos de los estados de Estados Unidos. Tenemos aproximada mente 5.000 armas nucleares norteamericanas en nuestro territorio, lo que supone quince veces m¨¢s que la media en el territorio de Estados Unidos. No tenemos desierto, somos un pa¨ªs densamente poblado. Tenemos cincuenta o cien veces m¨¢s armas nucleares que los brit¨¢nicos, que son una potencia nuclear".
P. Me parece apreciar, por la fuerza de sus opiniones sobre este tema, que le preocupa que Haig no iniciara las discusiones sobre la limitaci¨®n de armas estrat¨¦gicas.
R. "No estoy preocupado, y no voy a criticar a un viejo amigo. Les corresponde a los norteamericanos decidir cu¨¢ndo est¨¢n listos para comenzarlas; espero con inter¨¦s el inicio de las discusiones No me cabe ninguna duda de que se van a iniciar. Conf¨ªo en Ronald Reagan, conf¨ªo en su discurso del 18 de noviembre. Despu¨¦s de su elecci¨®n, y antes de prestar juramento, Reagan me dijo que negociar¨ªa, negociar¨ªay negociar¨ªa. Repiti¨® esa palabra cuatro o cinco veces. Tengo su palabra y conf¨ªo en ella; tengo gran fe en la personalidad y la firmeza de Ronald Reagan, y lo digo de coraz¨®n. Por favor, no me malinterprete, creo de verdad en lo que le digo".
"He trabajado con cuatro presidentes norteamericanos. Jam¨¢s he conocido un presidente norteamericano que no se haya mantenido s¨®lidamente fiel a la necesidad del control de armamento en oposici¨®n a una carrera armament¨ªstica a gran escala. Todav¨ªa no he conocido a un presidente norteamericano que se haya comprometido en una carrera armament¨ªstica a gran escala".
"Perm¨ªtame decirle algo: la actual crisis econ¨®mica mundial, con casi diez millones de parados en Estados Unidos, dos millones en mi pa¨ªs, es , por lo menos, un peligro estrat¨¦gico tran grande para la cohesi¨®n de Occidente como cualquier otra de las cuestiones a que nos estamos refiriendo hasta ahora. Es un peligro estrat¨¦gico, porque extiende malestar social y pol¨ªtico en nuestros pa¨ªses, y supone un peligro de proteccionismo econ¨®mico nacional de unos contra otros en Occidente; es un peligro el proteccionismo econ¨®mico, monetario o comercial. Para mi gusto, se habla demasiado de las llamadas cuestiones estrat¨¦gicas en el campo militar y pol¨ªtico, y se habla y se hace demasiado poco por la cooperaci¨®n en el aspecto econ¨®mico. No hemos visto una recesi¨®n econ¨®mica mundial de este calibre desde los a?os treinta; y esta situaci¨®n se podr¨ªa convertir f¨¢cilmente en una depresi¨®n, una depresi¨®n general del mundo occidental".
P. ?Tan mala como en los treinta?
R. "No es tan mala como en los treinta, pero bastante mala. C¨®mo hacer descender las tasas de inter¨¦s en el mundo occidental es una cuesti¨®n, para m¨ª, al menos tan importante en este momento, a principios de 1982, como toda esta cuesti¨®n de los misiles, y lo siento como lo digo".
P. ?Me permite hacerle una pregunta muy personal? ?Le preocupa que con todas estas grandes misiones por realizar, le suceda algo y no pueda nunca concluirlas?
R. "Cuando se llega a los sesenta a?os, se cuenta con la posibilidad de la muerte, igual que cuando estaba luchando en la segunda guerra mundial. No me asusta lo m¨¢s m¨ªnimo; me asustar¨ªa si sintiera que no hab¨ªa cumplido con mi obligaci¨®n, y creo que he hecho todo lo que he podido para servir bien a mi pa¨ªs y cumplir con mis obligaciones, y esto es algo que cualquiera que est¨¦ en el puesto m¨¢s alto de un Gobierno necesita para sentirse interiormente en paz. Por eso, el pensar en que me puedo quedar muerto, en cualquier momento, no me preocupa realmente".
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