La primera actuaci¨®n de L¨®pez Cobos al frente de la Opera de Berl¨ªn entusiasma al p¨²blico y decepciona a la cr¨ªtica
El director espa?ol pone en escena una obra inacabada de Alban Berg
Con la ¨®pera Lulu, del austriaco Alban Berg, el director de orquesta espa?ol Jes¨²s L¨®pez Cobos ha iniciado su contrato de cinco a?os con la Opera de Berl¨ªn Oeste. Lulu ha sido bien acogida por el p¨²blico, pero la cr¨ªtica especializada se mostr¨® dura con la obra representada en Berl¨ªn Oeste. Lulu, una ¨®pera poco com¨²n, con m¨²sica dodecaf¨®nica, qued¨® inconclusa al morir Alban Berg. Nada f¨¢cil para el comienzo de Jes¨²s L¨®pez Cobos como director titular de la Opera de Berl¨ªn Oeste enfrentarse a este trabajo sobre cuyas circunstancias generales habla en esta misma p¨¢gina.
El p¨²blico ovacion¨® durante cinco minutos a los cantantes y al director espa?ol, a pesar de que la soprano norteamericana Karan Armstrom (Lulu) actu¨® indispuesta. Unos carteles en el vest¨ªbulo de la Opera ped¨ªan "comprensi¨®n" para la indisposici¨®n de la primera figura.Lulu es la historia de la florista convertida en amante de un director de peri¨®dico, que la casa con un viejo funcionario de sanidad. Es el viejo mito de la "mujer fatal", que destruye a los hombres a su alrededor.
Lulu conoce todos los altibajos de la vida: florista, querida de importante periodista, esposa de pintor que se suicida, al fin esposa de su antiguo amante, asesina de su director de peri¨®dico, presa liberada de la c¨¢rcel por una condesa lesbiana, hu¨ªda al Par¨ªs de los a?os veinte con el hijo de su antiguo esposo, hundida en la miseria al final en Londres, dedicada a la prostituci¨®n, muere a manos de Jack el Destripador. Para L¨®pez Cobos, esta especie de "dram¨®n" de la ¨¦poca posterior al romanticismo se eleva a un nivel superior con la m¨²sica de Alban Berg.
El director espa?ol reconoce que "se nota que el tercer acto no fue escrito por Berg. Suena distinto. La orquestaci¨®n, es decir, la m¨²sica del tercer acto de Lulu la concluy¨® Friedrich Cerha, en contra de la voluntad de la viuda de Berg, que dej¨® escrito en su testamento de forma categ¨®rica: "El tercer acto de Lulu no podr¨¢ ser visto por nadie. Tampoco podr¨¢ examinarse la fotocopia conservada en las ediciones universales".
La viuda de Berg argumenta en su testamento que los m¨²sicos Arnold Schoenberg, Anton Webern y Alexander Zemlinsky estudiaron los fragmentos existentes, y estos amigos pr¨®ximos del autor de Lulu renunciaron a concluir la obra. La viuda dijo en su testamento que esta circunstancia "determin¨® mi decisi¨®n de no autorizar el manuscrito original".
Dos a?os y medio despu¨¦s de la muerte de la viuda de Berg, en febrero de 1979, Lulu se estren¨® completa en Par¨ªs, dirigida por Pierre Boulez y escenificada por Patrice Chereau. En Berl¨ªn Oeste se representa ahora la ¨®pera completa, escenificada por Goetz Friedrich, director general de la Opera.
La versi¨®n berlinesa de Lulu es espectacular, con un gran despliegue de requisitos y medios, que producen un fuerte efectismo. El grito de la muerte de Lulu llega al cielo y provoca un desgarr¨®n en el tel¨®n negro de fondo, que queda rojo en la parte arrancada. El Par¨ªs de los a?os veinte, en el auge anterior a la gran depresi¨®n, aparece representado por un carrusel, donde giran las prostitutas, los rufianes y los especuladores. Todo gira alrededor de la figura de Lulu, la mujer serpiente, de la que el soci¨®logo Theodor W. Adorno escribi¨® que, "contra su omnipotencia impotente, la sociedad masculina se conjura para la venganza".
La soprano Karan Armstrong, en esta versi¨®n berlinesa de Lulu, dista mucho de ser esa mujer terrible que canta "si los hombres se han suicidado por mi culpa, eso no rebaja mi valor. T¨² sab¨ªas perfectamente por qu¨¦ me tomaste por mujer, como yo tambi¨¦n sab¨ªa por qu¨¦ te tom¨¦ por hombre. T¨² hab¨ªas enga?ado conmigo a tus mejores amigos, no pod¨ªas enga?arte a t¨ª mismo conmigo".
La figura de esta Lulu devoradora de hombres, a los que lleva a la muerte, al suicidio, asesina o arruina y que atrae tambi¨¦n los deseos de la condesa lesbiana, no queda bien representada por la soprano Karan Armstrong. El personaje que deber¨ªa desbordar sexualidad no llega ni a los niveles er¨®ticos de un anuncio de pasta dent¨ªfrica.
Babelia
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